Los azotes dialécticos en los espacios de opinión de la prensa de papel española están muy repartidos el 8 de mayo de 2013. Por supuesto, y como ya viene siendo costumbre, el principal receptor es Mariano Rajoy, pero encontramos algunos más. Reciben su parte personajes tan dispares como Beatriz Talegón y el ministro del Interior. Y también hay lugar, nada sorprendente, a una crítica por la retirada de la imputación a la infanta Cristina. Como añadido, se produce uno de esos fenómenos sorprendentes que acontecen cada mucho tiempo en los periódicos españoles: un político escribe un buen artículo.
Empecemos por esta última cuestión. El artículo en cuestión se ha publicado en El País y tiene por autor a Nicolás Redondo Terreros. Con independencia de posiciones ideológicas este socialista vasco es uno de los pocos políticos españoles (en activo o retirados) cuya firma es casi una garantía de que el texto va a resultar interesante y no una retahíla de lugares comunes. O al menos eso es lo que opina este humilde lector de columnas. En esta ocasión se plantea en el título: ¿Cómo queremos ser gobernados?
Sobresale en este desordenado debate la discusión sobre la democracia directa o la representativa, muy estimulante aunque poco académica. Los partidarios de la democracia popular, sintiéndose claramente favorecidos por el apoyo social, aducen pocas razones. Mientras, los defensores de la segunda opción se mantienen escondidos a la espera de que el ambiente cambie y no sea necesario ni coraje, ni esfuerzo intelectual para defender sus posiciones.
Por ejemplo, la controversia ha oscilado desde el interior del PSOE -donde la forma de elegir al candidato ha sustituido al interés por su discurso- a iniciativas populares como la de la plataforma antidesahucios, aceptada en primera instancia en el Congreso por todos los grupos políticos y escasamente tenida en cuenta en el proceso parlamentario, por hacer referencia a dos ejemplos pacíficos y legitimados por sus fines y, sobre todo, por los medios propuestos o empleados. Pocos se atreven a exponer los aspectos positivos de la democracia representativa y sucumben ante la poderosa energía de los que defienden la acción asamblearia. Estos últimos, sin ver que la vida en libertad se define más por los límites, por lo que no se puede hacer, que por las utopías, rechazan los argumentos contrarios, convencidos de su absoluta razón, convirtiendo sus propuestas en sagradas.
Sostiene:
Si queremos que nuestras propuestas e ideas, nuestra visión del mundo y de la sociedad de la que somos ciudadanos, por minoritaria que sea, se pueda imponer pacíficamente en el futuro, si le damos importancia a los derechos individuales, si tenemos derecho a la esperanza, la democracia representativa se convierte en el mejor marco posible. Es menos épica y más aburrida, es menos estimulante y más rutinaria, es menos simple y más contradictoria; en fin, parece más natural y también más sofisticada, pero justamente estas características son las que permiten más estabilidad, más libertad individual y han asegurado el marco de mayor progreso en las sociedades occidentales.
Concluye:
Cuando los recursos de la democracia directa cuestionan las instituciones de la democracia representativa, no cabe hablar de democracia; es otra cosa.
Saltamos ahora a Barcelona, donde Enric Hernàndez, director del auto proclamado ‘diario de la Cataluña real’ dedica su artículo al registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante. El máximo responsable de El Periódico de Catalunya publica Rajoy se explica… o eso dicen.
Arranca diciendo que «por fin» Rajoy «ha salido a la palestra para, armado de sus mejores argumentos, rendir cuentas de su política económica». Poco después añade:
Lástima que no se conserve ningún testimonio gráfico de tan magno acontecimiento; su comparecencia no fue ante los españoles, sino a puerta cerrada y con los dirigentes del PP. Así que, a decir de sus portavoces, Rajoy dio la cara, pero solo ante los suyos. Faena, dicho sea de paso, no exenta de riesgos, pues no son pocos los barones del PP que, a dos años de las elecciones autonómicas, ya empiezan a renegar de la gestión política y económica del Gobierno.
Compara al actual inquilino de La Moncloa con el ex presidente reconvertido en supervisor de nubes:
Rajoy no parece haber aprendido de los errores de su predecesor, si bien es cierto que rectificar le costó mucho menos que a Zapatero: apenas tardó un mes en arrojar a la chimenea su programa, justo el tiempo transcurrido entre el triunfo electoral y su toma de posesión.
Ya de vuelta en Madrid, encontramos otra crítica al hombre ‘emplasmado’. En este caso aparece en ABC, parece que se acabó la tregua concedida por los articulistas del diario madrileño de Vocento, y va firmada por Manuel Martín Ferrand. Se titula El relato de Rajoy.
Mariano Rajoy, maestro en la expresión jeroglífica, tiende al silencio y quienes le acompañan mejor estarían calladitos porque cuando hablan de los grandes asuntos que nos acongojan resultan tan insolventes como Alfredo Pérez Rubalcaba con sus planes imposibles, basados en la ignorancia, para la recuperación nacional.
Tras señalar, lo que no resulta nada sorprendente, que la doctrina de Rajoy «consiste en subir impuestos» y que el presidente ignora que otra opción es reducir gastos, añade:
No es de extrañar que su compañero de partido, Alberto Núñez Feijóo, haya dicho que al Gobierno «le falta relato». ¿Qué querrá decir un orensano, fino estilista de la criptografía, cuando, refiriéndose a un compostelano de pro, asegura que le falta relato? El silencio, como las medias palabras, invita a la interpretación libre de cualquier síntoma aparente. Especialmente cuando la enfermedad es muy grave.
Añade:
La actitud de Rajoy se parece a la de los otomanos en el sitio de Famagusta. Quiere rendirnos por el hambre. Su política fiscal, radicalmente contradictoria con su programa electoral, merma la capacidad económica de quienes tenemos el privilegio de un puesto de trabajo. Reduce el consumo con cuanto ello lleva de graves consecuencias. El incremento del paro, entre ellos.
Concluye:
A Rajoy le falta subir cuatro o cinco escalones para alcanzar la condición de estadista. Gobierna para solucionar un presente difícil y con ello convierte en imposibles muchas opciones de futuro. Cuando tenga relato -ya nos avisará Núñez Feijóo- podremos entender lo que pretende.
Pasamos a El Mundo, donde Manuel Jabois nos ofrece uno de esos entretenidos artículos en los que consigue tratar temas serios de manera jocosa. Se titula En fin, no demasiado, en honor de ese ministro doblemente marianista (por Mariano Rajoy y la Virgen María).
A Fernández Díaz le empiezan a salir estalactitas bellísimas cada vez que habla; hay algo mágico en este fenómeno, pues el interés por el ministro empieza a desplazarse del ámbito político al espeleológico.
Tras recordar que el ministro doblemente marianista atribuyó la caída del comunismo a la intervención de la Virgen de Fátima, añade:
Rajoy, lentísimo, lo metió en Interior cuando su sitio natural estaba en Economía yendo a las cumbres de Bruselas con Pitita: «¡Callad, que se está apareciendo el paro de 2019!». «Algo que ver, pero en fin, no demasiado», dijo el ministro sobre si tenían relación ETA y el aborto. La banda empieza a estar detrás de todo lo que molesta; a lo tonto el PP logrará que la UE termine sacándola del listado de grupos terroristas y la meta en la Seguridad Social.
También decide reirse de Beatriz Talegón y su teoría de que detrás del 15-M está la derecha:
Talegón lleva una carrera vibrante para presidir el Bilderberg, que supongo como las fiestas de Eyes Wide Shut con Strauss-Khan olvidándose la contraseña en la puerta loco de emoción.
Concluye:
Algo fortuito y delicioso une a Fernández Díaz, Talegón y la Audiencia Provincial de Baleares; ir un paso más allá que los demás, posar la mirada donde otros no llegan, siempre hacia atrás.
La mayor parte de los columnistas que, en diversos periódicos, han escrito sobre la retirada de la imputación a la infanta Cristina lo han celebrado. Hay, sin embargo, una excepción. Federico Jiménez Losantos publica La imputada amputada:
Está la Justicia tan corrompida que los primeros en temerla son los jueces. Yo no entendía, la verdad, por qué el juez Castro argumentaba de mil maneras la imputación de la Infanta Cristina junto a los otros cuatro miembros de la junta directiva de Nóos y a la otra mitad de Aizoon, que es su marido. Con sólo estos dos datos, amén de la imputación de la señora de su socio Diego Torres en la misma causa, hay de sobra para imputar hasta al Ceomo de Borja.
Añade:
Algunos dirán que si Castro la hubiera imputado cuando procedía, al principio y junto a su marido, no se hubiera producido este escándalo, que es lo que faltaba para el descrédito de la Justicia y la Corona.
Concluye:
Si el CGPJ no estuviera en manos de Moliner y compañía, abriría una investigación sobre las irregularidades que subraya con ironía -distancia entre el revolcón y la cornada- el juez Juan Jiménez: al juez Castro se le priva de su capacidad de acción y la fiscalía -respaldada por la Zarzuela, que ayer dijo respetar lo que no respetó anteayer- anticipa su valoración de los hechos a la investigación de los mismos, colocándose así en una nebulosa zona procesal, entre la ouija y la delictuosa adivinación.
Fácil era adivinarlo -dirá el castizo-. Lo dice el refrán: «Allá van leyes do quieren reyes».
Pasamos, para terminar, a La Razón, donde Alfonso Ussía dedica El cubo a la ya nombrada joven aspirante a secretaria general del PSOE nostálgica del marxismo al que renunció su partido hace ya varias décadas:
Desconozco si Beatriz Talegón, esa chica del PSOE tan contestada y puesta en cuarentena por su propio partido, es miope o hipermétrope, pero no cabe la menor duda de que puede ser tonta. No afirmo que lo sea, pero lo parece.
Ussía imagina una cómica escena protagonizada por Talegón en la Plaza Roja de Moscú, en la que ella mete el pie en un cubo de fregona lleno de agua sucia a pesar de que una señora de la limpieza le advirtió de que tuviera cuidado. Concluye el columnista con un consejo:
Le recomiendo a la joven esperanza roja que abandone el PSOE y se afilie al PCE, que mantiene su fidelidad al marxismo-leninismo e incluso al estalinismo con notable lealtad. Y que encargue unas gafas mentales. Porque decir que el movimiento del 15-M es una invención de la derecha liberal no tiene pase. La derecha liberal no es tan inteligente.