OPINIÓN / Afilando columnas

Losantos: «El País es el diario de cabecera de Rajoy y la SER su radio, el digital prisaico se llamaría moncloa.rip»

Monegal: "Si una persona normal lanzase en un plató lo que Pablo Iglesias, no volvería a ser convocada a una televisión"

Hay personas que se parecen a la bella moza del chiste, aquella que cuando el ligón de turno le pregunta eso de ‘¿y tú no hablas, guapa?’, responde: ‘¿Pa’ qué? ¿Pa’ cagarla?’. Un buen ejemplo de ello es el ejemplo del político que parece querer demostrar con su camisa que su detergente lava más blanco. Lo curioso de la entrevista en la que Pedro Sánchez dice eso de que «sobra el Ministerio de Defensa» (como si por el hecho de desmantelar los ejércitos un país dejara de tener amenazas externas) es que, gracias a la chorrada propia de un pacifismo infantiloide, ha pasado totalmente desapercibido algo inteligente en lo que el supuesto líder del PSOE enmendaba la plana a Zapatero en una de sus mayores tonterías. Sánchez afirma que «el terrorismo no está vinculado a la pobreza», lo que además de ser una gran verdad supone enviar al desagüe uno de los mitos fundacionales de la política exterior de ZP.

Sánchez es uno de los protagonistas de los espacios de opinión de la prensa de papel española del 6 de octubre de 2014, pero hay más temas. Vemos varias columnas dedicadas a temas relacionados con los medios, que van desde la relación de Pablo Iglesias con las televisiones privadas hasta la nueva versión digital en catalán de El País, pasando por TVE. No falta, además, quien nos recuerda cuando Aznar defendía a Blesa.

Hacemos sonar nuestra armónica de afilador y nos lanzamos a dar cumplida cuenta de todo ello.

El crítico televisivo del auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’ dedica su columna a la gran presencia televisiva de los líderes del partido trotsko-bolivariano español. Ferran Monegal titula su texto en El Periódico A Pablo le llaman ‘don share’. Comenta la intervención de Iglesias en ‘La Sexta noche’ dos días antes:

Le llaman simplemente porque atrae espectadores. Esa noche, por ejemplo, lanzó dos propuestas que eran dos bombas atómicas. La primera: «Hay que limitar por ley el sueldo máximo, público o privado, y también las ganancias económicas, de las personas». La segunda: «No puede ser que las cadenas privadas de televisión, que se reparten el 80% de los espectadores, estén en manos de multimillonarios». ¡Ahh! Estas dos advertencias habrán puesto los pelos de punta a Lara (AtresMedia) y a Berlusconi (Mediaset). Si eso lo lanzase en un plató una criatura normal y corriente, me temo que no volvería a ser convocado.

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Añade:

Pero Pablo es don share. Les proporciona tan colosal audiencia que se tienen que tragar sus propuestas. Es una estrategia puntual, sobre la marcha, la que practican las cadenas. Mientras les proporcione beneficios. O sea, mientras les proporcione negocio «Ya bajará ese souflé, y cuando baje, ya lo desterraremos» piensan seguramente los estrategas de los imperios. Y probablemente alguno añade: «Y si no baja, y crece, y llega a ser inquietante de verdad para nosotros, ya pincharemos ese globo desde nuestros mismos platós». Supongo que todo eso lo tienen asumido, calculado, y analizado tanto Pablo Iglesias como Juan Carlos Monedero. Si no es así, que tomen nota.

Lo cierto es que no puede resultar más evidente el cortoplacismo suicida de las televisiones privadas. Como ya advirtió el gran Mario Vargas Llosa en una entrevista que le hizo este humilde lector de columnas para Periodista Digital, los programas que están dando tanta cancha a Podemos deberían comenzar a asustarse —Mario Vargas Llosa: «Los programas de televisión que han promovido Podemos deberían comenzar a asustarse y rectificar»–.

Volamos ahora a Madrid, y nuestra primera parada en la prensa capitalina es en ABC, con dos columnas dedicadas a Pedro Sánchez. La primera de ellas se titula Paz y amor y su autor es David Gistau. Arranca con una nota de cachondeo:

EL porvenir español necesita que Pedro Sánchez sofoque cuanto antes a esa Miss en certamen que lleva dentro y que ansía gustar.

Dice de la última ocurrencia de Sánchez:

El resbalón acerca de la supresión del ministerio de Defensa, en el que algo habrá tenido que ver la veloz esgrima del ingenio a la que Rafael Álvarez arrastra a sus entrevistados, no puede responder a propósito táctico alguno. Ni siquiera al de discutir espacio a Podemos, porque Podemos procede de un modelo que no pretende la eliminación del Ejército, sino su ideologización, su conversión en una herramienta revolucionaria que dote de resonancias sagradas palabras como comandante. En eso son bastante menos cursis que Sánchez.

En una línea similar argumenta José María Carrascal, que titula El PSOE de Pedro Sánchez. Argumenta que con González el PSOE parecía haberse modernizado y moderado, y añade:

Hemos comprobado que no fue así, que bajo Zapatero volvieron sus viejos tics, el anticlericalismo, el antimilitarismo, la lucha de clases, a los que se añadieron fobias y filias, como el apoyo a los separatismos y el recelo al internacionalismo, que antes no tenía. La crisis económica, e n su posiblemente única consecuencia positiva, nos libró de Zapatero, que sabe Dios dónde nos hubiera llevado en su labor de convertir España en otro paraíso del proletariado, tras destruir la clase media.

Cita después varias ‘perlas’ de Sánchez, incluyendo la del Ministerio de Defensa, y concluye:

Zapatero, al menos, era consciente de su cortedad. Sánchez parece no darse cuenta. Y puede incluso llegar a la Moncloa.

Del brazo de Pablo Iglesias Jr.

Nos duele tener que decir que poco más se puede comentar sobre Pedro Sánchez, la verdad.

Pasamos ahora al normalmente periódico de la ‘disciPPlina’. Alfonso Ussía, que no suele plegarse a la línea general de La Razón de loas al gobierno y al partido de Rajoy, cuenta en la contraporta la anécdota del día en que Aznar le echó la bronca por criticar a Blesa. Ocurrió el día en que coincidieron en una boda. Titula Honorabilísima.

Yo había escrito, aquí en La Razón, unos artículos muy desagradables -y acertados, que el tiempo la razón otorga-, con Miguel Blesa de protagonista. De su obsesión de aferrarse al Poder en Cajamadrid cuando había perdido la confianza de quien era la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, a la que Rajoy desaprovechará en unos meses. Y Aznar, que es muy inteligente pero nada listo, que no conoce a las personas, cuando entrábamos en el gran comedor para sentarnos en la misma mesa, me apartó del grupo para regañarme. -Te estás equivocando gravemente, y has llegado al límite de la calumnia con Miguel Blesa. Blesa es una persona honorabilísima-. Le manifesté mi educada discrepancia y nos sentamos a comer.

Concluye:

El gran problema que tiene el PP es que nunca ha sabido elegir a las personas adecuadas para cada menester. Y no lo ha hecho porque aquellos que lo deciden no conocen a las personas. No descarto que Arriola haya sido el gran apoyo de Blesa, ese fatuo, prepotente y minúsculo ciudadano al que Aznar consideraba una «persona honorabilísima». Ante las evidencias, es muy recomendable reconocer los errores, don José María.

Al afilador de columnas le cuesta imaginar a Aznar reconociendo un error. De hecho, le resulta imposible imaginar a ningún presidente del Gobierno español reconociendo que pudo haber hecho algo mal.

Terminamos este ‘Afilando columnas’ con dos artículos de El Mundo sobre medios de comunicación. El primero de ellos es obra de Federico Jiménez Losantos y se titula elpais.cat, moncloa.rip. Trata sobre la presentación en sociedad de El Pais.cat, la edición digital en catalán del periódico que antes se presentaba como ‘independiente de la mañana’.

Desconozco si en las condiciones de compraventa del Imperio Prisa a los Pujol, que adquirieron sus edificios por cientos de millones de euros para luego ser alquilados a Prisa y usados para lo mismo -el peor negocio de Europa- figuraba que El País cambiara de lengua cuando la causa de la Cataluña independiente, interpretada por la bruja Pujolina, lo demandase.

Se pregunta:

¿A qué viene, pues, elpais.cat? No hace falta mucha imaginación para verlo como un acto de acatamiento de la ilegalidad en que se ha instalado Mas y de legitimación de una Cataluña independiente en la que empresas como la de Cebrián seguirán ganando tanto dinero como ahora o más. Si Godó prueba de que la vieja derecha catalana puede ser separatista, Cebrián probará que los medios de Madrit serán respetados si se rinden.

Concluye:

Lo seguro es que hay gestos que valen por mil palabras y así sucede con este reconocimiento de la futura república de Cataluña como si fuese la de México -por la corrupción, lo es- y, más grave aún, como si el Gobierno de España no se opusiera, en teoría, a esa independencia. En la práctica, dado que El País es el diario de cabecera de Rajoy y la SER su emisora favorita, el digital prisaico podía llamarse moncloa.rip. Se entendería igual.

Lo que se pregunta el afilador de columnas es si Cebrián ya ha negociado con Artur Mas las subvenciones que le pueden llover a su periódico por sumarse a la cosa esa del ‘espacio catalán de comunicación’. Al fin y al cabo, unas cuantas decenas o incluso cientos de miles de euros proveniente de los bolsillos de los contribuyentes nunca vienen nada mal.

Por su parte, Fernando Sánchez Dragó escribe sobre el papel de las televisiones públicas en general, y de TVE en particular. Lo hace bajo el título de Otra tele es posible.

O lo fue… Me refiero a la pública, que si sigue buscando audiencia en los caladeros de la privada, se extinguirá. El principal error de González-Echenique ha sido el de la programación.

Tras comentar una anécdota de los tiempos de la Transición, cuando el trabajaba en un programa de libros de TVE, incluyendo cierta mofa a El País, concluye:

Cultura, educación, información… Esos son los tres únicos pilares que deben y pueden sostener la bóveda de la tele pública. De no ser así, mejor que la cierren.

Pondré un solo ejemplo… RTVE mantiene un programa que se llama Corazón. ¿Por qué?

Nosotros diríamos que ‘cultura, educación, información’ suelen ser las tres principales excusas para mantener unos medios de comunicación pública cuyo objetivo final no es más que la propaganda al servicio del poder político o sindical, cuando no ambos.

 

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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