Cuando la musa ordena
no se defiende a nadie
da lustre al abanico
en la rama humilde
de la constancia impresa.
Las ocho horas de armario
dorando los paisajes
se preparan con tiempo
estoy a tu favor
con el esmalte de uñas.
Fue tan inevitable
la armonía esperada
que cuando preguntabas
resplandecía herida
se enojan los bancos.
Conjeturaba rosas
en la esfera cercana
incompleta y conforme
entre lumbres continuas
y ventanas graciosas.
De cerca y de lejos
sincerando la seda
obtuviste la nota
practicante avanzada
en conflictos resueltos.
José Pómez