Esperanza Aguirre tiene razón y el Ejecutivo de Rajoy tiene que acelerar algunas reformas como la financiera y la de la Administración Pública
Seguro que Mariano Rajoy y Luis de Guindos se han esforzado en explicar a los alemanes mucho mejor que a los españoles su programa de ajuste y reforma.
No se entiende de otra forma que el ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble, calificara este 30 de abril de 2012 de ‘impresionante‘ y ‘excepcional‘ el plan de medidas que lleva a cabo el Gobierno y reiterara su ‘plena confianza en España’.
Un respaldo rotundo que, sin embargo, contrasta con la opinión de una Esperanza Aguirre, quien respaldada en bloque por el influyente PP madrileño, subrayó unas horas antes que el Ejecutivo ‘no recorta lo suficiente y las reformas van algo lentas’.
Como señala el diario ‘El Mundo’ en su editorial, Esperanza Aguirre tiene razón y el Ejecutivo de Rajoy debe sin tardanza acelerar algunas reformas como la financiera y la de la Administración Pública, pero el espaldarazo explícito al Gobierno español indica que, para Alemania, el Ejecutivo está haciendo los deberes -incluso anticipando una subida del IVA- para controlar el déficit.
Llega por tanto la hora de apostar, en lo que se pueda, por el crecimiento.
Schäuble comparó la situación actual de España y de Europa con un barco que ya ha enderezado el rumbo gracias a los ajustes y empieza a poder mantenerlo mediante el pacto por el crecimiento.
Porque la sociedad española no puede asumir una tasa de desempleo que, a pesar de las reformas y de los grandes recortes de los servicios sociales, se mantendría en 2015 por encima de la registrada en 2011, según prevé el Ejecutivo en el Programa de Estabilidad aprobado el pasado viernes y remitido ayer a Bruselas.
Se entiende así que el Gobierno haya pedido a Alemania que lidere el tan deseado programa de estímulo económico, que cada vez gana más adeptos y al que se ha referido la propia Angela Merkel el pasado fin de semana.
Desde luego, la idea no es nueva y basta recordar la carta que 12 países miembros -España entre ellos- dirigieron en febrero a Herman Van Rompuy y a José Manuel Durao Barroso en la que se pedían ya medidas de estímulo.
Quizá plantearlo en aquel momento fue arriesgado, pero es cierto que las dos naciones más problemáticas para la UE a principios de año, Italia y España, tienen ahora parte de sus desequilibrios más encarrilados.
La clave estriba en que de ningún modo los recursos financieros que lleguen de Europa deben variar un ápice la política de reformas del Gobierno. Porque España necesita ser fiable para los inversores y competitiva en el mundo y para ello es imprescindible mantener el ritmo de las reformas.
Por ejemplo, Rajoy es consciente de que mientras no se note que ha logrado embridar las cuentas de las comunidades autónomas, España soportará un lastre de credibilidad.
En este sentido, hoy entra en vigor la Ley de Estabilidad Presupuestaria, que obliga a autonomías y ayuntamientos a cuadrar sus cuentas y prevé sanciones si hay incumplimientos. El Gobierno central confía de momento en los Ejecutivos regionales y descartó ayer que vaya a hacer falta intervenir autonomías, aunque alguna genere serias dudas sobre su capacidad para cumplir los objetivos.
Por eso, España no puede permitirse el lujo de levantar el pie del acelerador de las reformas, con o sin Plan Marshall porque ha vivido en su propia carne que el estímulo fiscal no es sinónimo de aumento de crecimiento.
Como De Guindos recordó este 30 de abril, entre 2007 y 2009 la política de estímulo económico del Gobierno Zapatero provocó que un superávit del 2% se convirtiera en un déficit del 11% y que la tasa de paro pasara del 8 al 20%.
Con el desastroso final que padecemos y que, ya que rememoramos la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, nos está costando sangre, sudor y lágrimas enderezar.