MADRID, 29 (OTR/PRESS)
«Sabemos que no está en su mano provocar la paralización de dicha ley, pero sí debe usted ser consciente, y ése es uno de los motivos de esta carta, que hoy es un día triste para la democracia de este país».
De esta forma se expresaba, a propósito de la aprobación de la LOMCE, la Plataforma Estatal por la Escuela Pública en carta dirigida al presidente del Congreso, Jesús Posada. Y tienen razón aunque muchos no comparamos todos los motivos del rechazo de la Plataforma a la llamada Ley Wert.
Pero lo que resulta evidente es que, una vez más, la aprobación sólo con la mayoría del Partido Popular de la LOMCE fue un día triste para la democracia, para el sentido común, para la resolución de un viejísimo problema que van heredando gobierno tras gobierno incapaces de llegar a un acuerdo sobre un asunto tan serio como el sistema educativo que en cualquier país se considera que está por encima de las ideologías y los partidismos.
Aquí no. Desde la democracia nos llevamos tirando a la cabeza las leyes de educación con los desastrosos resultados que todos conocemos en los diversos informes internacionales; aquí hay una educación del PP y otra del PSOE, una de los docentes de izquierda y otras de los docentes de derechas, una de los padres de la CONCAPA y otra de los padres de la CEAPA, una del Gobierno central y otra de las comunidades autónomas, una de los centros concertados y otra de los públicos. Y así nos va.
¿Tan absolutamente imposible es llegar a un acuerdo? ¿Sirve de algo aprobar un ley que la oposición ha anunciado que cambiará en cuanto llegue al poder?
¿Merece la pena empezar a desarrollarla cuando ya tres importantes comunidades autónomas se han declarado insumisas y no la piensan aplicar? Así no vamos a ninguna parte.
Ni la LOMCE puede ser tan rematadamente mala como para que todos se opongan a ella, ni tan absolutamente buena como para aprobarla por mayoría matemática y con fecha de caducidad.
¿Es que no hay un término medio? ¿Por qué son incapaces los partidos y las autonomías de llegar a ese acuerdo que viene siendo urgente y necesario desde hace décadas?
Es que no estamos hablando de subir o no subir un punto el IVA o de cambiar el límite de velocidad en las autovías. Lo que nos jugamos en este país cada dos por tres es nada menos que el futuro de muchas generaciones, la base sobre la que se tiene que levantar nuestra Historia, así, con mayúscula. Es que no es de recibo que el fracaso permanente de nuestro sistema educativo sólo genere polémicas y desacuerdos en lugar de soluciones consensuadas, perdurables y positivas.
Imagino que hay dónde mirar, dónde inspirarse en lugar de echar la patas por alto cada vez que cambia el gobierno. Lo he dicho: así no vamos a ninguna parte y la culpa no es sólo de uno, hay una responsabilidad colectiva en la que estamos fracasando como sociedad y cuyas consecuencias estamos ya pagando.
El problema del fracaso de todos es que nadie se hace responsable y se va heredando sin la menor grandeza. Es triste, pero parece que estamos condenados a no entendernos. Y me niego.