Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Los listos de la clase, los pedantes de la tertulia y los dilapidadores del 15M

El pacto con IU permitió descubrir que no era nuevo el producto que nos vendían, sino que ocultaron su decrepitud tras una manita de chapa y pintura

Los listos de la clase, los pedantes de la tertulia y los dilapidadores del 15M
Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Escribe JUan Carlos Rodríguez Ibarra este 23 de mayo de 2016, a menos de seis semanas de las elecciones generales, una larga ‘tercera’ en ‘ABC, donde sacude a Podemos por arriba y por abajo, con la tesis de que quienes se presentan en los platós de televisión como lo nuevo, son la misma vieja porquería de siempre:

EL 15-M de 2011 fue un movimiento que se nutrió de tanteos, de experimentos, de reivindicación de nuevas formas de enfrentarse a la realidad. Se organizaron en asambleas y probaron. No todo funcionó, no todo habría podido ser realizable, pero a partir de ahí se alteraron determinadas prácticas y algunas maneras de hacer política.

Los que se juntaron en la Puerta del Sol no iban de listos ni de sobrados; iban de intrépidos y de audaces. Por el contrario, los que aspiraron a constituirse en los herederos de ese movimiento abandonaron el atrevimiento y la audacia; se apuntaron al podemos y abandonaron el probemos.

Aparecieron como los listos de la clase y los pedantes de la tertulia, protagonizando uno de ellos, en exclusiva, la dirección, la iniciativa y la representación, al estilo de los partidos tradicionales, lejos del liderazgo abierto y socializado que defendieron los participantes del movimiento 15-M.

Muchos tuvimos la sensación de que los representantes de la nueva política surgida de ese gran movimiento llegaban para probar, para experimentar, estando predispuestos a aceptar que el 90% de lo que ensayaran fracasaría, pero que el 10% restante aportaría conocimiento nuevo para un futuro diferente e imprevisible. Desgraciadamente, fue un espejismo.

Solo aspiraban a ganar y, por ello, perdieron atrevimiento y experimentación. Nos contaron que venían de nuevo, pero cuando percibieron el olor del poder se enmascararon de antiguo, de algo ya probado, y, creyendo que serían más creíbles, se disfrazaron de partido convencional, copiando lo peor de los defectos que afeaban la imagen de los que venían a sustituir, dilapidando la herencia recibida.

Para los despilfarradores de ese legado, los de la casta ya no son los enemigos a batir. Ya son los añorados socios de gobierno con los que se desea afanosamente pactar. IU ya no es la formación política que «tiene que cocerse en su salsa llena de estrellas rojas», ni «los responsables de que en este país no cambie nada», ni los «cenizos políticos que en 25 años han sido incapaces de hacer nada». ¡No! Finalmente, en Podemos se han rendido a la evidencia de las matemáticas. Vieron venir el naufragio y se abrazaron al viejo madero. Se acabaron las audacias que tanto cultivó el movimiento 15-M.

Después de ese movimiento, nadie se habría atrevido a teorizar sobre el futuro de los partidos en una sociedad que ya no se articula en base a grupos estructurados, sino a individualidades.

Los que se proclamaron sus herederos acaban de cargarse todas las dudas y todas las preguntas que muchos nos hicimos a partir de ese ensayo intrépido y novedoso. Ya sabemos que no hay nada nuevo bajo el sol. Se acabaron las experimentaciones como forma de trabajo y de hacer política. El acuerdo de Podemos con IU no es más que la continuación de lo que hizo el Partido Comunista de España cuando se inventó la fórmula de IU para llegar a ser lo que nunca pudieron, es decir, el primer y único referente de la izquierda española.

Esta película ya se ha visto en otras ocasiones. En su afán de llegar a ser la vanguardia de la izquierda, tratan de entusiasmar al PSOE ofreciéndole un sillón de vicepresidente a Pedro Sánchez, creyendo que el secretario general del PSOE se aliará con ellos en la defensa de los sillones. Nunca agradeceremos suficientemente el enorme favor que Fernando de los Ríos y otros militantes socialistas hicieron al PSOE y a los trabajadores españoles impidiendo la entrada del Partido Socialista en la naciente y poderosa Internacional comunista. Un siglo después, los socialistas de la España de 2016 no traicionaremos a nuestros antepasados que supieron poner la libertad por encima del poder.

El viejo esquema que acaban de poner en marcha Podemos e IU pretende ahogar al PSOE para que no tenga ni un solo resquicio a la hora de decantarse o por PP más Ciudadanos o por Podemos más IU. Hará bien Pedro Sánchez advirtiendo a los españoles de nuestras intenciones en el supuesto caso de que el resultado de las elecciones del próximo 26 de junio sea similar al obtenido por PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos en las del pasado 20-D. Y esas intenciones no deberían ser otras que la garantía de que los socialistas formaríamos gobierno estable, solvente y progresista si los españoles nos situaran en la noche electoral como el partido más votado y con más escaños del arco parlamentario. De lo contrario, sea cual sea nuestra posición en el ranking, el PSOE pasaría a la oposición, y solo y exclusivamente a la oposición, fuera cual fuese el gobierno que se formase o se pretendiese constituir.

Ya se sabe que los ciudadanos no nos equivocamos cuando tomamos la papeleta de voto y la depositamos en la urna. Salvo algún despiste, el partido al que votamos es al que queremos votar. Ocurre que en algunas ocasiones el voto emitido a favor de un partido pretende forzar el posicionamiento de otros para favorecer la opción que votamos. Quien no quiera votar socialista que no lo haga. Es su derecho. Pero votar Podemos o votar PP para que, dejando en la penumbra al PSOE, este se vea forzado a participar con cualquiera de ellos en un eventual gobierno de coalición o a apoyar determinada investidura de Iglesias o de Rajoy sería un deseo inalcanzable.

Llegué a pensar que Podemos había nacido para probar nuevas formas de hacer política en un afán de transitar por caminos y atajos por los que nunca antes se había caminado. El pacto con IU permitió descubrir que no era nuevo el producto que nos vendían, sino que ocultaron su decrepitud tras una manita de chapa y pintura. Quienes acaban de nacer a la vida política es posible que se dejen impresionar por el color y por el brillo, pero a quienes ya nos iba sonando a antiguo nuestro partido imagínense como nos sonarán aquellos que a lo único que aspiran es a imitarnos.

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