OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «La Monarquía y la envidia»

Victor Entrialgo De Castro: "La Monarquía y la envidia"

Si convenimos, -dejando a un lado la ponderación entre los logros del Rey Juan Carlos I y su relación con el fisco-, que a la vista de nuestra historia cainita y la diversidad rica y compleja de los españoles no parecen sobrar en España instituciones arbitrales, tendremos mucho ganado.

Podremos buscar entonces las razones del rechazo de la institución Monárquica no sólo en cuestiones de naturaleza pública sino privada, no sólo en la ciencia política sino también en la psicología y el psicoanálisis.

Y ahi nos topamos de bruces con nuestro pecado capital, la envidia, muchas veces inconsciente, que estaría en el origen de buena parte de los motivos del rechazo de la institución.

Envidia política de los enemigos de España. Envidia del gobierno social-comunista, que «pretende» igualarlo todo por abajo, rechazando el esfuerzo y la excelencia, confundiendo la igualdad de derechos con la diferencia natural del ser, negando de paso la de poder ser.

Envidia de la propiedad de los okupas, que prefieren el chalet. Envidia de quienes encarnan las instituciones arbitrales o judiciales históricas, con sus uniformes, simbolos y protocolos que para sí quisieran las niñas ministros que, en el fondo, sí que quieren ser princesas o princesos.

Envidia de lo sueldos de la casta que antes criticaban y ahora silencian, que multiplican por mucho los de sus camaradas e incluyen nani, peluquera, chófer, dos coches, dos chalets y un vodevil de envidias recíprocas.

¿Y por qué no yo, príncipe o princesa?  dicen quienes sólo ven privilegios donde hay autoexigencia o naturaleza. Naturaleza que en general quieren preservar, pero en lo particular  cambiar. O tradiciones, donde sólo ven oropel y no exigentes bligaciones, dificimente asumibles para cualquiera.

Puede ser inconsciente, pero la lucha contra el Rey es en realidad muchas veces, lo mismo entre comunistas que separatistas, lucha frente a la figura paterna. La ambivalencia de las emociones explicaría en su inconsciente otros motivos, o conflictos personales distintos que los declarados de sustituir al Rey por la República.

La ignorancia y la dificultad de vivir bajo normas rígidas, por ejemplo, podría estar en el afán de normativizarlo todo, porque saben que de otro modo no las cumplirían. No les sirven las tradiciones ni las costumbres, aunque estén constitucionalizadas.

Desde Davos, Sanchez ha lanzado nueva ofensiva sobre D.Juan Carlos I, al que, interrumpiendo la relación histórica de los Reyes de España le ha cambiado hasta el nombre, en una condena sin juicio no baladí para un hombre, y menos para un Rey, sustituyendo Juan Carlos I por el Emérito.

La campaña viene de lejos, desde que, con peculiar inquina, a caballo entre el odio y la envidia, Sanchez y sus esbirros forzaron la huída de un hombre libre que no ha cometido delito. Ofensiva que Sanchez ha recrudecido estos dias ordenado a sus secuaces demandar a D.Juan Carlos «explicaciones». Primero en Sangenjo metiendo un colador por la ventanilla de un coche. Luego a traves de sus marionetas en el Congreso y los insultos de «los chantajistas e hipócritas separatistas». Prueba indubitada de la referida maniobra y maquinación es la aparición como fin de fiesta de «Zapatero el chocolatero» en la Sexta, un ex-presidente gagá atacando estos dias a la Monarquía.

Esta es la envidia con la que Sanchez y sus socios separatistas despues de su golpe y su propósito manifestado de repetirlo, han aprobado la despenalización de las injurias al Rey.

La envidia que esconde su pretensión de cambio de régimen que, -aún a través de personas interpuestas-, revelan sus actos, su imagen y su caracteriología. El caso es que donde reina la envidia, dice el Quijote, no puede vivir virtud.

Victor Entrialgo

 

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