Ha sido en Vallecas: no había
Mejor sitio para empezar la guerra
Esa sórdida jauría
De Rojos, con la manía
De al bienestar en Madrid darle tierra,
Cuando el ir a las urnas llegue el día;
Es el barrio donde el huevo,
Que ha incubado el pérfido arpía,
-Que aquí fue el mancebo
Del Derecho, y hoy el nuevo
Amo en el Guadarrama de la hipocresía-,
Eclosiona, fiel cogiendo su relevo,
Con el odio a flor de piel,
Esa cruel reata de puercos-espín,
Que, sin mesa ni mantel,
Pero el rencor a granel,
Al mensaje de VOX ansía darle fin,
Con la voz en grito: ¡Guerra sin cuartel!;
La libertad de expresión,
¡Leche!, cuando las cosas vienen mal dadas,
Acaba en un montón
De insultos, y al mismo son,
A falta de argumentos, ¡sí!, de pedradas,
Soñando estar en la Plaza de Colón;
Como todo ha sucedido
Con el tal Marlaska cerrando los ojos,
Y quien ha sido agredido
Le ha roto el tejido,
Raído, con el que arropa a los Rojos,
El Ministro, como siempre, se ha subido,
Mirando a otro lado,
Presto al Monumento al Ángel Caído,
Y sin haberse inmutado,
Ni haberse encomendado
A Dios, su respuesta a fuego ha esculpido,
Echándole la culpa al empedrado:
De lo de Vallecas, no haga caso la gente,
Pues la Guardia que mandó era suficiente;
Si para tanta hambre de ira había víveres,
Lo que pasó en Vallecas, ¡qué!, … ¿eran títeres?;
No me explico, pues, Ministro, … ¡mil perdones!,
Que para eso … ¡si que haya tenido cojones!.