Leamos bien los datos, no hagamos como Sopena ni como Bastante: 132 sacerdotes guipuzcoanos no quieren a monseñor Munilla, pero en la diócesis hay más de 600.
Jesús Bastante sostiene que:
La Iglesia vasca se ha rebelado contra el futuro obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, y por elevación, contra el estilo de Iglesia propugnado desde Madrid por el cardenal Rouco Varela y, desde Roma, por Benedicto XVI.
Y el ex numerario del Opus Dei Enric Sopena escribe:
El 77 por ciento del clero de Guipúzcoa ha firmado un comunicado criticando el nombramiento como obispo de José Ignacio Munilla. Mayoría abrumadora y altamente significativa.
Aparte de malos (con tal de fastidiar a Rouco no les importa aliarse con curas en algunos casos proetarras) los citados periodistas son tontos: no saben sumar. Son 132 los firmantes de 650 sacerdotes. Es decir, más de 500 no han firmado la carta de marras.
Las ratas ven que se les hunde el barco que hasta ahora han dominado y salen a cubierta a protestar. El 20% de los sacerdotes de la diócesis, colocados en sus puestos de párrocos y de vicarios por los obispos Uriarte y Setién, se rebelan contra el obispo que envía el Papa a los católicos guipuzcoanos. El cisma de hecho existente desde hace décadas por fin es visible, con nombres y apellidos. ¿Dónde queda su voto de obediencia? ¿Por qué los católicos que no somos miembros de la euskoparrokia ni de la progresía hemos tenido que aceptar «con amor filial» obispos que no nos gustaban y ellos pueden protestar?
Desde luego, esta rebelión contra un nombramiento que es prerrogativa del Papa prueba que hay que dar un giro a la diócesis, arruinada por el euskoklero. Y que no digan que son la mayoría del pueblo de Dios. Los curas y laicos abertzales han hecho como los terroristas y políticos de su bando: han eliminado del censo a los molestos y se han quedado ellos solos.
El nacionalismo vasco ha pasado un año nefasto: ha perdido la caja del Gobierno de Vitoria y la bendición del obispado de San Sebastián. El PNV y el abertzalismo social en un caso flagrante de cesaropapismo ha tratado de atar a Munilla. Esperemos (y recemos) que ni el nuevo obispo ni el Vaticano se dejen amendrentar por unos malos curas que se rebelan contra un obispo que no tiene su certificado de buena conducta, pero no contra los terroristas de ETA, ni contra los diputados del PNV que aprueban el aborto. Hace unos años los obispos vascos pidieron a los católicos que acompañaran y apoyaran a los cargos electos del PP y del PSOE amenazados por ETA. ¿Lo han hecho estos curas? éstas son las obras de los que un bobo ha definido como «excelentes sacerdotes».
Ahora bien, si Roma cede, como cedió hace 40 años ante los catalanistas cuando monseñor Marcelo González fue nombrado obispo de Barcelona, la poca Iglesia que queda en las Vascongadas se extinguirá. La alianza de progres y abertzales irá a continuación por Iceta y después a por los obispos no catalanistas.
Según me cuentan, el impulsor de esta rebelión es el obispo emérito Setién, al que el Vaticano debería de mandar, de una vez, a un convento de monjas de Canarias como capellán. Para responder a esta traición inusitada, creo que monseñor Uriarte, todavía al frente de la diócesis, tendría que salir en defensa de su sucesor y que los demás obispos españoles acudir el 9 de enero a su toma de posesión, incluso el cardenal Cañizares.
Si Munilla aguanta el pulso no habrá problemas con los rebeldes. En menos de 10 años ese centenar de curas se habrá reducido a la mitad o jubilado. El euskoklero, como los progres, es estéril.
CODA: El desastre de la diócesis de San Sebastián se comprende con estas palabras del propio Uriarte:
Uriarte hacía mención al descenso de fieles de su diócesis al afirmar que la misa que suele celebrar en la cárcel de Martutene es donde encuentra «una mejor proporción entre hombres y mujeres y donde la media de fieles es la más baja de toda Guipúzcoa».