Este viernes, 7 de marzo de 2014, Juan José Millás escribe en El País una columna titulada ‘Falso fervor’ en la que arranca diciendo:
Imaginemos que cada vez que un crítico literario pusiera a parir una novela tuviera que declararse previamente devoto del colectivo de escritores.
Añade que:
El crítico pone a la novela en cuestión de vuelta y media y a otra cosa, mariposa, que está el hombre también muy mal pagado y tiene que despachar reseñas a destajo para sacarse un sueldo.
Y concluye:
Viene esto a cuento de que cuando alguien, no importa quién, hace una crítica concreta a la actuación de un guardia civil o de un grupo de guardias civiles, ha de soltar antes un discurso de adhesión incondicional al cuerpo que a la propia institución debería parecerle sospechoso de algo, aunque no sabríamos decir de qué.