Pedro Calvo Hernando

Y ahora, noviembre

Tras el cataclismo del PP, resulta que Mariano Rajoy sigue siendo un calco de sí mismo, como, por lo demás, todo el mundo esperaba. Es inaudito: que el partido triunfador es el suyo, que descarta cualquier cambio en el Gobierno y en el partido y que él es el mejor candidato para las elecciones generales. Sobran los comentarios. Resulta que es que lo que tienen que hacer es ser más cercanos y comunicar mejor. Inaudito de nuevo. ¿Tampoco va a cesar a Cospedal de la secretaría general? Es capaz. Y nada sobre la contundente derrota, ni la inconmensurable pérdida de poder, ni los dos millones y medio de votos evaporados. ¿Seguirán con el mono-relato de la economía? Seguro. Ni media palabra del profundísimo cambio que ha llegado y que comienza tras el 24-M. Ni una mención a Manuela Carmena, Ada Colau, Mónica Oltra. Ni a la ganancia previsible de poder del PSOE, a pesar de que ha perdido 700.000 votos. Silencio sobre la eclosión de las plataformas populares en lugares señeros de la geografía patria. La realidad no existe para ellos. Solo agarrarse a la posibilidad de conservar algún poder gracias a Ciudadanos, que no se lo va a poner fácil. Una levísima mención a la corrupción, que «podría haberles perjudicado algo».

Se han despeñado la emblemática Esperanza Aguirre, la eterna Rita Barberá, el moderado Alberto Fabra, la ininteligible Dolores Cospedal, el pintoresco De la Riva y así todo lo que quieran. Ahora el PP a mendigar migajas a Ciudadanos, y la izquierda (partidos, agrupaciones, plataformas, etc.) a dar forma al sueño nacido el 15-M de 2011 en la Puerta del Sol. «Ha pasado algo muy importante», resumía horas atrás Manuela Carmena en ‘El Intermedio’, esta mujer que globaliza aquellos sueños de la verdadera regeneración democrática y de limpieza de la vida política. No dudo de que A.M. Carmona esté a la altura de su demostrada inteligencia. Y no dudo de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias estarán a la altura de su responsabilidad histórica para facilitar los pactos en toda España. Yo defendí la unidad preelectoral de la izquierda. Quizá me equivocaba y era mejor la poselectoral, para negociar programas y actitudes con los resultados de las urnas en la mano. Aun a riesgo de caer en el tópico, digo que el gran cambio está en marcha y que se culminará un día de noviembre, el día de las elecciones generales, cuando Sánchez e Iglesias pongan a Rajoy en su sitio.

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