Rafael Moyano comenta el debate Iglesias-Rivera y le da la sensación de que sólo la presencia del PSOE les impide pactar entre ellos:
Aparecieron como vencedores porque sólo con el hecho de estar allí ya habían ganado. Tras varios días de debate sobre los debates, Albert Rivera y Pablo Iglesias se plantaron en el escenario del auditorio de la Carlos III con la seguridad de que, de partida, tenían al público ganado y los organizadores aún se lo facilitaron más. Imágenes acusatorias de Rajoy y Sánchez por declinar la invitación y dos atriles vacíos provocaron un gran abucheo a los ausentes mientras que los aplausos a los presentes se repitieron durante todo el debate.
Casi uniformados, con camisas claras, arremangadas, se mimetizaron con una parroquia universitaria entregada a partes iguales. El de Ciudadanos, metida por dentro del pantalón, y el de Podemos, por fuera. Algún matiz para diferenciarse porque, por lo demás, podrían haber llegado de la mano. Rivera e Iglesias no se llaman por el apellido, nada de señor Rivera y señor Iglesias, se dirigen el uno al otro como Albert y Pablo, con un tono de respeto que a veces destila hasta cariño. Ambos van armados con la seguridad que les otorga una prosa fluida que, a medida que se acercan las elecciones, va perdiendo frescura ante la reiteración de sus mensajes. A veces asumen riesgos, se salen del guión y la pifian, como con lo de Kant.
Señala que:
Pero, pese al buen rollo, estaban allí para debatir, lo que para la RAE es altercar, contender, discutir, combatir, guerrear… El primero que se puso a ello fue Rivera, que le acusó de populismo al hablar del salario de los políticos, y de ahí pasaron a enzarzarse más con la respuesta ante el terrorismo yihadista. Iglesias le acusó de belicista y la contestación fue criticar la tibieza de Podemos por no firmar el pacto, además de afearle sus devaneos con Bildu. «El terrorismo se vencerá el día que tú y yo, Pablo, digamos lo mismo», le dijo, lo cual no es descartable en esto, y en otras cosas. La batalla acabó y volvimos al Albert y al Pablo. Vamos, que si en el arco político no tuvieran al PSOE por medio les vería hasta pactando.
Concluye que:
El debate les salió bien a ambos. El formato era muy abierto, no exento de riesgo, pero también agradecido. PP y PSOE deben tomar nota, aunque para Ciudadanos y Podemos sea más fácil, porque tienen que estar a todas. Representan a los partidos emergentes, tienen pocos peajes que pagar y muchos kilómetros aún por recorrer. Se entiende peor la ausencia de Pedro Sánchez, porque qué falta le hace y él ya gasta camisa blanca arremangada. A Rajoy le cuesta más quitarse la chaqueta, pero hubiera sido su oportunidad de demostrar que, como a su hijo, puede repartir collejas o incluso pamplis (golpe también cariñoso, pero en la frente) a tanto contrincante con pretensiones.