Santiago López Castillo

Madrid, en pelota (singular)

Madrid, en pelota (singular)
Santiago López Castillo. PD

Esta regidora matritense, de cuyo nombre no quiero acordarme, no para con propuestas ocurrentes a cuál más estrambótica. Ahora, las piletas (nombre en desuso) pueden dar un día al mes con los cojones al aire y tetas fuera como si fuera el paraíso balear, nudismo en toda la regla. Uno, perdónenme la ironía, querría que Carmena, ¡ay, Carmena!, diera un paso hacia delante y se nos mostrara como dios la trajo al mundo aunque hay que echar estómago para admirar su pellejo y buen pellejo, que seguro es venerado en la intimidad. El tiempo, señoría, erosiona de la misma manera que orada rocas seculares barnizadas de líquenes.

La genial alcaldesa ve normal que un día nos mostremos como Dios nos trajo al mundo. No me considero un meapilas, más bien al contrario. He estado en playas nudistas ibicencas en tiempos de Franco y tampoco se me ponían los ojos como platos, se degustaba la mirada por el buen gusto y lo erótico se elevaba a categoría artística. Pero si usted va a una piscina pública con sus niños, pues no queda bien para el que se esconde en su bañador y para el que se muestra con ímpetu libinidoso. No es muy ocurrente decir -como se han escrito en algunos periódicos- que la primera que debería inaugurar el despelote fuera la portavoz municipal, que asalta capillas a pecho descubierto y, en verdad, tiene buenas mamellas que dicen los valencianos y corroboran los documentos gráficos testificativos. Hombre, no es comparable con la abuela alcaldesa que está para sopas y buen vino, refajos y enaguas franciscanas. Pero como estos munícipes van de ácratas (okupas por dentro y por fuera, muera el capitalismo, la ley me la paso por los huevos, etc.), pues la ciudadanía también tiene derecho a opinar, salvo que la detengan, no sólo va a ser la izquierda la que se imponga.

Por cierto que, aunque la RAE interpreta que pelotas es «estar en cueros», lo correcto, según mi amigo y extinto académico Cela, debe decirse «en pelota», singular. Guardo de él un artículo titulado «En pelota en Pelotas» (guárdeseme la minúscula y la mayúscula en su sitio). Ý es que don Camilo estuvo en la ciudad de Pelotas, un bello puerto del estado brasileño de Río Grande do Sul, donde a los nativos se les llama pelotenses pero hubiera sido mejor que el gentilicio fuera pelotudos.

Ahora, desgraciadamente, estamos sin pelotas, y eso que tenemos una campeona del ping-pong. Asaltar la inteligencia sería una osadía, además de un atrevimiento que viene a ser lo mismo. Para consolarme, corre un canto indiano que dice: «En Pelotas yo nací/ en Pelotas me crié/ y en Pelotas conocí/ a la que hoy es mi mujer». La fantasía es inagotable.

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