Apuleyo Soto

Puñal en mano

Puñal en mano
Apuleyo Soto. PD

Las guerras partidistas intestinas y fratricidas producen estos monstruos de la naturaleza ambiente que señalo a continuación. Ya veremos en qué queda la trifulca a garrotazos goyescos, si es que queda algo bueno de ella.

Puñal en mano entró en el PSOE,
que era la su propia Casa,
y allí desbarajustó
todo lo que le quedaba
de honestidad al Partido
la incasta y brava Susana,
dejando al pobre de Pedro
malparado hasta las cachas,
despellejados sus huesos
y cosido a puñaladas,
tras tirarle y desgraciarle
a locas por las ventanas
de Ferraz, Casa del Pueblo
que aún sigue batida en armas.
Y lo hizo, ay, a sí misma
y con idénticas ganas
de morir en la trifulca
en nombre de Antonio Pradas,
el que elevó a los cielos
y ahora a la tierra le baja.
Ni con uno ni la otra
está este poeta a pachas.
Que resuciten los muermos
es lo que más deseara,
y que al fin se recompongan
por el bien de las Españas,
las que -la verdad sea dicha-
son las más perjudicadas,
sin comerlo ni beberlo
ni jugar a la baraja.
¡Ay Rosa partida a trozos!
¡Ay Rosa triste y mustiada,
no florida como antaño
hasta llegar Rubalcaba!
Ni Corcuera abre la puerta
ni González va y se calla.
Adiós, adiós al Pesoe
que fue todo y hoy es nada.

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