Fernando Jáuregui

La ‘guerra de las galaxias’ estallará en 2017, o quizá ya

La 'guerra de las galaxias' estallará en 2017, o quizá ya
Vladimir Putin con el Papa Francisco. VT

Usted puede tomarse a broma, o a pavada, las palabras del Papa Francisco, cuando dice que ya estamos en la tercera guerra mundial: sin misiles, ni botas, ni bigotillos (menos mal), pero con las ondas incendiadas.

O usted, si quiere, puede considerar que la canciller Angela Merkel exagera cuando alerta de los intentos del Kremlin de influir en las elecciones alemanas del próximo septiembre, como lo intentó -y lo consiguió_ a favor de Trump en las elecciones norteamericanas del pasado 8 de noviembre, como ha denunciado hasta el mismísimo Obama.

Puede usted, si la parece pertinente, minimizar el peligro del nuevo zar de todas las Rusias y parte de las Ucranias, que está empeñado en debilitar a una Europa que ya se encarga de debilitarse a sí misma vía populismos y perezas variados.

Y no, nada de esto es sensacionalismo, y menos ciencia ficción: el mundo camina hacia una especie de abismo, hacia una sima que puede abrirse en cualquier parte ya este año que está a punto de comenzar, que nos viene lleno de retos y de pronósticos no del todo, entiendo, buenos.

Si se me permite un frívolo juego de palabras, nos podemos pegar un ‘trumpazo’ de aúpa en cualquier recodo del camino.

La ‘hackpolitik’, el abuso por parte de algunos ‘estados gamberros’ de los ‘bots’ (cuentas robotizadas que expanden rumores incontrolados), el espionaje cibernético, se han convertido en la peor peste que va devastando a lo que se considera un sistema basado en los valores occidentales.

Y respeto demasiado a gentes a mi entender altamente sensatas, como los citados Bergoglio, Merkel u Obama, como para creer que la exageración alarmista se ha adueñado de tres de las personas mejor informadas del mundo. Controlando las redes sociales, ¿para qué quiere, por ejemplo el Kremlin, cañones, cuando, para colmo, tiene una buena cantidad de ellos, como gusta mostrar Putin al mundo a la menor oportunidad?

Claro que este no es tema para debatir ni en la Asamblea de las Naciones Unidas (y menos en el Consejo de Seguridad), por mucho que un nuevo secretario general mucho más pragmático vaya a sustituir al inoperante Ban ki-moon. No: la ONU anda ensimismada en lo suyo, lo mismo que los ‘cabezas de huevo’ de la eurocracia.

Ni, por lo visto, es, hablando ya de las cosas de casa, cuestión que absorba las meditaciones de los partidos españoles, que preparan sus respectivos congresos como estrategias y tácticas para tomar el poder en sus formaciones, y nada más.

Y hablo tanto de Vistalegre II, donde Podemos, ahora en todas las portadas, escenificará una pelea interna que ni entiendo ni me parece para tanto, como del Partido Popular, que se apresta a mostrar que entre los ‘peperos’ reina una calma chicha que ya quisieran otros para sí, y razón no les falta para desear que nada cambie para que todo siga igual.

Y, claro, me refiero también, y especialmente, al PSOE: menudo trajín se traen, con el ridículo ‘road show’ de Pedro Sánchez, que no sabe que es un muerto viviente, contraprogramado de forma no menos absurda con, por ejemplo, Rodríguez Zapatero, que ahora parece el enviado especial de Ferraz para ocupar los titulares que deja libres la ‘buspolitik’ del ex secretario general socialista y, por lo visto, aspirante a lo mismo.

Creo que ni hemos aprendido nada del año de incuria política que hemos pasado (por ejemplo, se siguen preguntando algunos si es precisa la reforma constitucional: pues claro ¿o es que no recuerdan los estragos causados, por ejemplo, por el famoso artículo 99?) ni tenemos las agallas suficientes para coger por los cuernos ese toro que nos pone en suerte, en mala suerte, el president de la Generalitat ya el próximo día 23.

Quiere Puigdemont demostrar que va en serio, y que el referéndum secesionista se hará sí o sí, mientras en los cenáculos y tertulianeos madrileños se prescribe, a mi modo de ver irresponsablemente, ‘mano dura’ contra los estamentos oficiales catalanes que dicen que quieren separarse de España.

Menos mal que, al menos, desde el Gobierno central a veces -a veces_ se impone un poco de cordura dialogante: a ver hasta dónde es capaz de llegar la inteligente ‘vice’, SSdeS, en sus tentativas de diálogo, que tan poco gustan a algunos ‘halcones’ de acá y de allá.

A ver, también, qué nos dice, en su mensaje navideño del día 24, que es el siguiente al del ‘puigdemonazo’ del 23, el jefe del Estado, que sigue siendo una de las figuras aún no demasiado desgastadas, más respetadas, en el secarral político nacional, tan ensimismado en las desgracias de la niña Nadia o en las golferías fiscales de algunos futbolistas.

O sea, que nos quedan días de alta densidad noticiosa. Pero me temo que nada, nada de lo dicho, ni siquiera lo de los futbolistas, importa a nuestros ciegos partidos, empeñados, ya digo, en luchar por el sillón, y no por elaborar programas y discursos, empecinados en el vuelo rasante, cuando, como hacen Merkel, Obama y Francisco (y, para mal, Putin y los otros que usted y yo sabemos), habría que mirar hacia los cielos, que es donde se va a librar la batalla, no en el pedregal. País, oiga.

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