“Cuando apuntamos con el dedo hacia la luna, siempre hay quien no la ve porque se queda mirando el dedo”.
Mañana, 30 de septiembre de 2025, expira el plazo que establece el artículo 134 de la Constitución Española para que el Gobierno presente su proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE). Y, salvo milagro, Pedro Sánchez y su Consejo de Ministros incumplirán de nuevo la obligación constitucional. Será el tercer año consecutivo sin presupuesto nuevo: España sigue viviendo con las cuentas de 2022, prorrogadas como si fueran un traje viejo que ni encaja ni tapa.
Esto no es un tecnicismo, no es un formalismo: es la mayor irresponsabilidad política, económica e institucional cometida en democracia desde 1978.
En 2018, Sánchez le espetó a Mariano Rajoy:
“Un Gobierno sin presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina”.
Hoy, él mismo conduce un vehículo sin combustible, sin dirección y cuesta abajo… pero se niega a apartarse del volante.
La anomalía: gobernar sin presupuestos
El artículo 134.3 CE es claro:
“El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado, al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior”.
No hacerlo no es solo un desliz: es un incumplimiento constitucional. La prórroga automática de presupuestos está prevista para casos excepcionales, no como sistema ordinario de gobierno.
En Alemania, Austria o Suecia, si un gobierno no logra aprobar presupuestos, cae o convoca elecciones. En Estados Unidos, un bloqueo presupuestario provoca un shutdown, cierre de la administración. En España, en cambio, se normaliza el golpe blando presupuestario como si fuera una astucia política más.
¿Por qué Sánchez no presenta presupuestos?
Porque no tiene mayoría parlamentaria. Y porque no quiere reconocerlo.
- Junts exige blindar la amnistía y la impunidad total de Puigdemont.
- Podemos se venga del arrinconamiento político exigiendo barbaridades diplomáticas y medidas inviables como condición de apoyo.
- El PSOE, mientras tanto, se aferra a Moncloa, incapaz de asumir que su mayoría Frankenstein ya no existe.
Sánchez evita someterse al Congreso: no quiere que la derrota presupuestaria certifique su debilidad. Prefiere prorrogar, improvisar y gobernar por decreto.
Consecuencias: la demolición institucional
No presentar ni aprobar presupuestos implica:
- Congreso convertido en decorado: la Cámara pierde su capacidad de fiscalizar el gasto.
- Ejecución opaca: más del 20% del gasto en 2024 se realizó fuera de presupuestos, vía decretos y transferencias discrecionales.
- Endeudamiento sin freno: la deuda pública ya supera el 110% del PIB y roza los 2 billones de euros.
- Recaudación récord (500.000 millones en 2025)… mientras los servicios públicos se derrumban: carreteras intransitables, trenes obsoletos, fuerzas policiales sin medios.
- Fondos europeos mal auditados: convertidos en caja B institucional.
- Subvenciones clientelares: miles de millones repartidos a asociaciones afines sin memoria ni auditoría.
- Defensa inflada: más de 40.000 millones anuales que no refuerzan fronteras ni seguridad interior.
Todo ello sin control, sin debate, sin hoja de ruta. La democracia representativa vaciada de contenido.
La hipocresía: propaganda y corrupción
Mientras España se gobierna con presupuestos zombis, Sánchez y sus ministros:
- Multiplican viajes oficiales y propaganda internacional, obsesionados con señalar a Israel mientras ignoran los problemas nacionales.
- Se ven acorralados por casos de corrupción que salpican a su esposa, a su hermano, a su partido y a medio Gobierno.
- Permiten que rumores de orgías, escorts, drogas y mordidas se mezclen con denuncias judicializadas de comisiones y sobrecostes en mascarillas y contratos públicos.
Todo ello con un denominador común: dinero público sin control parlamentario.
