Bruselas abandona la ambigüedad sobre los devaneos independentistas de Artur Mas

Y los burócatas de la UE se dejaron por fin de pamplinas con Cataluña

La Comisión asume la tesis española de que un territorio segregado quedará fuera de la Unión

Y los burócatas de la UE se dejaron por fin de pamplinas con Cataluña
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El empuje del independentismo en Cataluña ha pillado por sorpresa a la Comisión Europea.

En apenas un año Bruselas ha pasado de zanjar el tema con un «no comment», tratarlo de «broma de mal gusto» en privado y cultivar cierta ambigüedad en público sobre sus consecuencias a asumir que se trata de un «asunto interno» de España en el que conviene intervenir.

En paralelo a las llamadas al orden del Ministerio de Asuntos Exteriores español a los gobiernos de Lituania y Letonia por simpatizar con una hipotética independencia de Cataluña, después de la Diada de este año el ejecutivo comunitario se ha mostrado sincronizado al máximo para desplegar una respuesta jurídica inequívoca respecto a las consecuencias que tendría la separación de parte de un territorio de un Estado miembro.

Como explica Beatriz Navarro en ‘La Vanguardia’, esta situación choca con la que se vivió por las mismas fechas en el año 2012, cuando las instituciones comunitarias respondían con un «no comment» o admitían en público que los tratados de la UE no dicen nada respecto a la escisión de una parte de su territorio y que cabría remitirse al derecho internacional para resolverlo, dando alas así a quienes sostienen que una Catalunya independiente encontraría su lugar en la UE aun sin el apoyo de España.

Para disgusto de España, la Comisión Europea no se expresó entonces con la claridad que al Gobierno español y a la ciudadanía en general le habría gustado.

Los vicepresidentes de la Comisión Europea Joaquín Almunia y Viviane Reding, por su parte, hicieron algunos guiños al espíritu europeísta de los catalanes que se interpretaron como respaldos a las aspiraciones independentistas.

Almunia rectificó el tiro, pero Reding se encontró con una carta de un enfadado Íñigo Méndez de Vigo, secretario de Estado español de la UE, pidiendo explicaciones, y presentó sus disculpas por el «malentendido«.

El asunto se seguía con atención en Bruselas, pero sin comprender su envergadura ni el significado del malestar catalán.

«¿Pero qué es está broma? ¿Qué quieren los catalanes? Porque si es para tener un pacto fiscal con Madrid, no tiene ninguna gracia…», inquiría hace casi un año un alto funcionario europeo a la corresponsal de ‘La Vanguardia’.

A lo largo de este año, los eurodiputados catalanes han mantenido al tanto de los avatares del proceso a las instituciones comunitarias a través de un goteo constante de preguntas al ejecutivo comunitario que ha incomodado a la institución, reacia a internacionalizar el asunto y dejarse arrastrar por la polémica.

Pero la polémica les ha acabado envolviendo. El empuje que el independentismo sigue teniendo en las calles de Catalunya, visualizado este año con una cadena humana de norte a sur del país, ha hecho cambiar de actitud a la Comisión Europea.

Desde el pasado lunes sus representantes han llegado a todas sus citas con la prensa parapetados con una posición clara, por escrito, con la que responder a cualquier pregunta sobre la hipotética independencia de Cataluña.

No ha importado el lugar ni la persona: portavoces, comisarios, en Barcelona, Bruselas y Madrid, todos han recitado una misma respuesta: el territorio que se separa de un Estado miembro se convierte en un país tercero respecto a la UE, a la que debe solicitar la adhesión por las vías habituales, que incluyen el riesgo de veto por parte del país que se ha abandonado.

Lo dijo el mismo lunes Almunia en Barcelona y minutos después lo explicó al detalle el servicio de prensa de la Comisión en Bruselas, declaraciones que tuvieron eco en toda la prensa española y numerosos medios internacionales.

A Michel Barnier -aspirante a presidir la próxima Comisión Europea- se le preguntó este miércoles en Bruselas y también el viernes en Madrid, con idéntica respuesta. Una insistencia que llevó al político francés a pedir que no se pregunte por el tema catalán a cada comisario europeo que pasa por España.

«No pidan a las personas que vienen de Bruselas que se pronuncien sobre lo que ocurre en cada país en materia de organización institucional o territorial, no es nuestro papel», rogó Barnier, reiterando su respeto a los debates internos de cada país miembro.

 

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