Chicote ha regresado con más fuerza que nunca. La tercera temporada de ‘Pesadilla en la cocina’ arrancó el 27 de enero de 2014 con un doble capítulo de estreno (con unos espléndidos 12.8% y 13.6% de share respectivamente) y una buena ración conflictos, tensiones y suciedades varias.
Tras su etapa como estrella sobreactuada y excesiva en ‘Top Chef’ (A3), Chicote ha vuelto a demostrar que donde más gusta y donde más a gusto se siente es enfrentándose con los duelos más frikis, violentos y sucios que se puedan imaginar.
EL CASO DE LA ‘ TABERNA LA CONCHA’: UNIVERSO ALMODÓVAR
Un andaluz histérico, tirano, homosexual, casado, niño de mamá y devoto de la virgen del Rocío. Así era Antonio, el dueño de ‘la taberna la Concha’, un negocio en ruina situado en El Rocío, emblemática aldea de la provincia de Huelva y uno de los lugares más turísticos de Andalucía.
Chicote apareció por allí para ver por qué un negocio enclavado en una zona tan privilegiada iba tan mal y nada más llegar, el dueño le montó un señor pollo porque no aceptaba las críticas sobre su comida. El tal Antonio gritó, rompió platos y se fue a ver a la virgen del Rocío mientras su marido, el cocinero, y su madre, maquilladísima para la ocasión, lloraban a moco tendido. Y a todo esto, Almodóvar se comía las uñas ideando su próximo filme.
Antonio no quería cambiar. Hablaba como el ‘pozí’ y se negaba a recibir órdenes de sus padres, de sus camareras, de su sufrido marido y mucho menos de Chicote, al que llamó «negrero» y «cateto». En definitiva, uno de los casos más extremos y frikis que hemos visto en el programa.
Uno de los momentos más surrealistas y freudianos fue aquel en el que la madre de Antonio, (con una permanente imposible) se fue en busca de Chicote, llorando, y le pidió disculpas de parte de su díscolo hijo. El chef no daba crédito y le prometió a la buena mujer que no dejaría que el negocio cerrara. Pobre. No iba a ser fácil.
Para ver cómo iba el asunto, un grupo de 16 personas pararon a comer en la ‘Taberna La Concha’ y sólo tenían una hora. La tensión fue tal (los camareros también eran un pelín ineptos) que Antonio explotó, insultó a todo el mundo y se encerró en su habitación en plan rabieta de niño de dos años. Aquí, más que a Chicote, se necesitaba al ‘Hermano Mayor’
Lo más asqueroso llegó cuando una clienta se atragantó con un pelo de la ensalada. Y no sólo eso. También había cucarachas en los platos. Al dueño, obviamente, le dio todo exactamente igual y tiró bandejas, arañó las paredes y se encerró en el baño.
Después ocurrió lo de siempre. Chicote habló, en calma con todos, y se produjo el ‘milagro’. Antonio juró cambiar (por la virgen del Rocío), el restaurante se reformó y aunque la reapertura podría haber sido mejor, la cosa terminó ‘bien’.
“¿Pero cómo puede ser que tenga un pelo en la ensalada?”
EL CASO DE ‘LAS NOCHES DE MOSCÚ’: CUCARACHAS BAÑADAS EN VODKA
El segundo local de la noche fue el de ‘Las noches de Moscú’. El sitio lo creó un «niño de la guerra’ que había vivido en Rusia y que había cedido el local a su nieta, quien había destruido el sueño de su abuelo.
Lo primero que me llamó la atención, es que la actual dueña dijo que los problemas comenzaron hace «dos o tres años».
En fin, que el restaurante era un despropósito. Había tres cocineros rusos y con muy malas pulgas, el marido de la dueña, que trabajaba tras la barra, se pasaba el día bebiendo y la comida era la peor que Chicote había probado en su vida.
Chicote: «No he comido tan mal ni en la mili»
Las cámaras de ‘Pesadilla en la cocina’ captaron un momento asqueroso, el de unas cucarachas que caminaban por las paredes y los suelos de la cocina, entre las cacerolas y la comida rancia.
El caso es que Chicote se puso manos a la obra. El marido de la dueña, tras beberse alguna que otra copilla, se largó del bar a fumar porque estaba «muy agobiado». El Chef de laSexta intentó calmarle, pero cuando regresaron el ambiente, entre fogones, era insufrible.
Los tres cocineros eran de un prepotente que daba miedo. La dueña se quejaba mucho pero uno, desde su casa, se preguntaba que por qué no los despedía. Eso es intolerable.
Y lo mejor es que, durante el servicio de cenas, el personal ofrecía chupitos de vodka a los clientes para calmar los ánimos. Brutal. Al final, lo de siempre. Chicote creó una carta nueva, habló con todos los trabajadores (menos con uno de los cocineros, que dimitió a mitad del capítulo) y reformó el local. A ver cuánto dura.