Arte mozárabe y arte mudéjar

Por José María Arévalo

( La puerta del Palacio de María de Molina. Del libro recuerdos y bellezas de España. 1861. Litografía de S.Isla, en Vallisoletvm) (*)

Ya advertía, en el artículo “Madrigal de las Altas Torres, junto a las Edades del Hombre”, el pasado 16 de Junio, que el arte mudéjar de León, Valladolid, Ávila y Segovia se suele llamar “Románico de ladrillo”, pero no debe confundirse con el arte mozárabe, más próximo al románico y uno o dos siglos anterior -de finales del siglo IX hasta principios del XI-, realizado por cristianos procedentes del territorio musulmán que aprendieron de los alarifes moros; mientras que el mudéjar lo protagonizaron los artífices moros en territorio cristiano tras la reconquista. Y ponía como ejemplo de mozárabe en Valladolid, a la iglesia de San Cebríán de Mazote, y del mudéjar el convento de Santa Clara de Tordesillas. Todo ello a cuenta de que Arévalo y Madrigal están repletos de mudéjar, y en la excursión a las edades del Hombre hubo cierta confusión en los comentarios que hacíamos.

Ahora ha vuelto a salir la cuestión en el artículo de la semana pasada “Rincones con fantasma. 21. Del lado de la Magdalena y las Huelgas”, en el que estamos reseñando el libro “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”, de Juan Carlos Urueña, cuyos textos completamos con la magnífica información que nos proporciona la web Vallisoletvm sobre monumentos vallisoletanos y su historia. Pues bien, en este artículo veíamos cómo llama Urueña “Puerta mozárabe del palacio de María de Molina” a la que pervive, en el jardín del Monasterio de las Huelgas Reales, mientras Vallsiletvm la denomina “fachada mudéjar, con la puerta de entrada al palacio de la reina fundadora, doña María de Molina”, señalando que es el único ejemplar en su estilo que se conserva hoy en nuestra ciudad. Sin pronunciarme hasta poder investigar un poco más el asunto, comenté la discrepancia señalando que si la construcción es del XIV, como dice Vallisletvm, tienen éstos razón; pero si es anterior, como señala Urueña, que reconoce fue fundado el convento por la reina María de Molina a principios del siglo XIV, pero añade que lindaba con el desaparecido palacio donde residía junto a su marido el rey Sancho el Bravo, y “con los años, el convento pasó a englobar los pocos restos de dicho palacio que aún se conservan, como la puerta mozárabe del recinto”; en tal caso podría tener razón Urueña. Así que me ha parecido de interés general profundizar un poco más en cuanto queda ya comentado en estas páginas sobre ambos estilos.

Otra confusión frecuente es la de que el arco de herradura, como el que preside la puerta de entrada al palacio de doña María de Molina, es original del arte morisco. Pues no es así. Este arco ultrasemicircular o ultrapasado, cuya curva es más amplia que un semicírculo, y que tiene forma de herradura, es probable se trate de una creación de los antiguos indígenas prerromanos de la península Ibérica, de ahí pasó, a través de los romanos, al arte visigodo (siglo VII), los cuales fueron quienes le dieron su primer impulso importante. De los visigodos pasó al arte hispanomusulmán y, de ahí, pasó al arte mozárabe y al mudéjar. Aunque el arco visigodo es menos cerrado que el musulmán, que, además, tiene muchas veces la rosca excéntrica.

La construcción en ladrillo sí puede ser un indicio de la posible adscripción al mudéjar – la mayor parte de las edificaciones mudéjares lo utilizan- de esta puerta de María de Molina, pero si el palacio hacía las veces de fortificación como parte de la muralla, tampoco sería de extrañar su muy anterior construcción. Otro artículo de Vallisoletvm, específico sobre esta puerta, reafirma su carácter mudéjar, si bien no da suficientes explicaciones. Por el contrario reconoce que constituye el resto militar más importante de la ciudad “y se dice militar, porque aunque perteneciente al palacio de la reina, no es sino una puerta de la muralla que le protegía, lo cual ha podido evidenciarse a lo largo de la restauración llevada a cabo por la Dirección General de Bellas Artes. Doña María de Molina había tenido predilección por la villa, donde se construyó un palacio. Se edificaría en los tiempos de su reinado, siendo esposa de Sancho IV (1284-1295). Muerto su esposo continuó gobernando, de suerte que habría de seguirle ocupando. Al aproximarse el término de su vida, el palacio lo cedió para el establecimiento del Convento cisterciense de las Huelgas, por ella fundado y donde fue sepultada. Lo que se conserva evidentemente tiene un aire palacial, pero con un tono defensivo. Es una puerta del cinturón que protegía al palacio, pero con arrogancia de portada monumental. Siempre ha sido clasificada como resto mudéjar. El convento de las Huelgas dio continuidad a parte de los restos, y naturalmente interesaba salvaguardar este trozo de la muralla, pues servía como protección al recinto. Sabemos que en 1328 fue atacado por las tropas de Alfonso XI e incendiado, pero se salvó este fragmento entre otros”. Y concluye: “El grupo de expertos que elaboró la Guía de Arquitectura de Valladolid considera que puertas como ésta solamente se conservan cuatro en España: en Granada la puerta del corral del carbón; en Denia la puerta de Mig; en la localidad de Niebla, en Huelva, la puerta del agua; y en Coca, en la provincia de Segovia, otra sin bautizar”.

( La puerta del Palacio de María de Molina en la actualidad) (*)

Tanto Wikipedia como domuspucelae.blogspot.com.es también la consideran mudéjar; ésta última, al explicar la construcción del convento dice: “El nuevo templo era humilde y trazado en el estilo gótico imperante en la época, pero al estar adosado al palacio real el recinto fue fortificado en esos conflictivos años con una cerca de ladrillo y puertas destacadas como torres de guardia, una obra en la que se emplearon alarifes mudéjares y de la que perviven restos de un friso con yeserías, conservado en el interior del monasterio, y la sugestiva torre de la puerta principal, presidida por un monumental arco túmido y la entrada con la tradicional forma de recodo de la arquitectura islámica, únicos ejemplares conservados en Valladolid de este peculiar estilo hispánico”.

Por lo demás, los textos que sobre la antigua muralla de Valladolid –la primera, que es la que podría datarse antes del siglo XII- he encontrado no especifican mucho, pero hacen referencia más a una construcción de piedra que de ladrillo. Así que no nos queda más remedio que analizar ambos estilos, mozárabe y mudéjar, para intentar una conclusión. Empecemos por el mozárabe, siguiendo la enciclopedia citada.

Mozárabe era el cristiano hispánico que vivió en territorio musulmán en el periodo que abarca desde la invasión árabe (711) hasta finales del siglo XI conservando su religión y una cierta autonomía eclesiástica y judicial. Las comunidades de mozárabes mantuvieron para la práctica de sus ritos religiosos algunos de los templos visigodos anteriores a la ocupación musulmana y raramente construyeron otros nuevos, pues, si bien existía una determinada tolerancia religiosa, estaban muy limitadas las autorizaciones para erección de nuevas iglesias. En todo caso, estas se levantaron en el medio rural o en los suburbios urbanos, y siempre de modesta factura.

( San Cebrián de Mazote en arteguias.com) (*)

“Cuando las condiciones de vida en la al-Ándalus musulmana se fueron haciendo menos soportables –explica Wikipedia- y, por el contrario, los reinos cristianos del norte de la península iniciaban una expansión necesitada de contingentes humanos que colonizasen las tierras conquistadas, algunos de aquellos mozárabes optaron por emigrar hacia los territorios que se les ofrecían. A su cultura hispanogoda se le fueron superponiendo elementos de la musulmana y es de suponer que aportasen a los recientes reinos cristianos elementos innovadores en todos los ámbitos. Lo que no resulta razonable es que se les atribuya toda la iniciativa artística llevada a cabo en los reinos del norte durante el siglo X”.

“Tras la publicación en 1897 de la documentada obra en cuatro tomos Historia de los mozárabes de España de Francisco Javier Simonet, el catedrático e investigador Manuel Gómez-Moreno publicó veintidós años después (1919) una monografía sobre Las iglesias mozárabes. Es aquí donde se atribuye el carácter mozárabe a las iglesias construidas en los territorios cristianos desde finales del siglo IX hasta principios del XI, y donde se instituye el término «mozárabe» para designar esta forma de arquitectura y todo el arte con ella relacionado. La denominación tuvo éxito y es la que se ha utilizado comúnmente, aunque sin mucho rigor. El carácter mozárabe de los templos que Gómez Moreno trata en su libro ha sido muy cuestionado por la historiografía moderna, e incluso por la no tan moderna, pues ya José Camón Aznar en su Arquitectura española del siglo X se manifestó en contra de tal interpretación, y después de él lo han hecho Isidro Bango Torviso y otros muchos, hasta el punto de que la tendencia actual se orienta hacia el abandono de la denominación de «arte mozárabe» y su sustitución por la de «arte de repoblación» para referirse a aquel periodo”.

Finalmente resume las principales características que definen la arquitectura mozárabe:
Un gran dominio de la técnica en la construcción, empleando principalmente sillería a soga y tizón; ausencia o sobriedad de la decoración exterior; diversidad en las plantas, si bien la mayoría destacan por las pequeñas proporciones y espacios discontinuos cubiertos por cúpulas (de arista, gallonadas, de nervios de crucería califal…); uso del arco de herradura al estilo islámico califal, muy cerrado y con el peralte de dos tercios del radio; uso del alfiz o marco rectangular que rodea la parte exterior del arco; uso de la columna como soporte, coronada por un capitel corintio decorado con elementos vegetales muy estilizados; los aleros sobresalen y se asientan sobre modillones de lóbulos.

Como monumentos más importantes en Castilla y León cita: en Valladolid San Cebrián de Mazote y Santa María de Wamba; en León San Miguel de Escalada, Santiago de Peñalba, y Santo Tomás de las Ollas; en Soria San Baudelio de Berlanga; y en Zamora San Salvador de Tábara. Otros en Cantabria (Santa María de Lebeña), Navarra (San Blas, Ribaforada, Aragón (San Juan de la Peña y San Juan de Busa), La Rioja (San Millán de Suso) y Cataluña (San Quirico de Pedret y Santa María de Marquet, en Barcelona, San Julián de Boada en Gerona, etc.)

Y pasamos ya al arte mudéjar, estilo que se desarrolla en los reinos cristianos de la península ibérica, pero que incorpora influencias, elementos o materiales de estilo hispano-musulmán, entre los siglos XII y XVI, como mezcla de las corrientes artísticas cristianas (románicas, góticas y renacentistas) y musulmanas de la época y que sirve de eslabón entre las culturas cristianas y el islam. No es un estilo artístico unitario, sino que posee características peculiares en cada región. Para unos historiadores se trata de un epígono del arte islámico y para otros se trata de un periodo del arte cristiano en el que aparece la decoración islámica, ya que lo practican los mudéjares, gentes de religión musulmana y cultura árabe que permanecían en los reinos cristianos tras la conquista de su territorio y, a cambio de un impuesto, conservaban su religión y un estatus jurídico propio; pero también moriscos y cristianos que aprendieron las técnicas propias del arte musulmán.

( Capilla en Santa Clara de Tordesillas) (*)

Como notas características del mudejar, el que los materiales utilizados suelen ser los típicos del arte hispano-musulmán: ladrillo, madera, yeso y azulejos, aunque también hay realizaciones en sillares de piedra, más utilizados en los estilos cristianos. También la decoración tiene su origen en los musulmanes: geométrica, epigráfica y ataurique. Las estructuras arquitectónicas varían, aunque a menudo se basan en patrones cristianos, es frecuente encontrar plantas de edificios de inspiración románica o gótica. Sin embargo, es frecuente que las cubiertas sean de artesonado de madera, característica hispano-musulmana. Otros edificios característicos fueron las torres-campanarios y las armaduras de madera para cubiertas.

En la web olmedo.es hay un apartado dedicado al “Parque temático del mudéjar”, en el que se han reconstruido a escala reducida, en la altura de la vista de un niño, los principales monumentos de este estilo en la región. Y en la explicación de qué es el arte mudéjar nos cuenta: “El tipo de iglesia románica, extendido ya por toda Europa, iba a encontrar interpretaciones heterodoxas en las tierras recién conquistadas. La piedra sería sustituida por el ladrillo, un material conocido y barato; los arcos que separaban las naves trazarían de forma espontánea una herradura en lugar del semicírculo habitual en el románico; las bóvedas serían sustituidas por armaduras de madera, menos costosas y, en ocasiones, también más suntuosas; el campanario, finalmente, sería un simple minarete dotado de huecos para albergar las campanas”. Y concluye: “Cuando irrumpe el Gótico en la Península -que supondría, por cierto, una innovación verdaderamente revolucionaría-, los constructores musulmanes aprenden los secretos de las formas ojivales sin abandonar por ello sus costumbres en lo referente a la decoración ni al empleo, tan ventajoso desde el punto de vista económico, del ladrillo”.

Otros interpretan que el mudéjar supuso una reacción nacional en contra de los estilos europeos que se estaban introduciendo. Hasta el siglo XII se fomenta un estatus tolerante hacia los alarifes musulmanes, en el s. XIII los reyes cristianos van a comenzar a conocer la cultura islámica y se va produciendo un alejamiento de los influjos europeos y un acercamiento hacia la vida musulmana.

Pero volvemos al Parque temático del mudéjar, de Olmedo, que recoge una buena muestra de nuestro patrimonio: el Castillo de Coca, Ntra. Sra. de la Asunción de Muriel de Zapardiel, San Salvador de Toro, San Pedro en Alcacerén, La Lugareja en Arevalo, la Puerta de Cantalapiedra y la de Medina en Madrigal de las Altas Torres, San Boal en Posadles, la Estación de Villalón de Campos, la Ermita de San Saturio en Soria, la Puerta de San Basilio en Cuellar, el Palacio de Pedro I en Astudillo, San Juan Bautista en Fresno el Viejo, el Castillo de la Mota en Medina del Campo, y San Tirso en Sahún, San Andrés, el Monumento a la Soterraña, San Miguel, la Fuente de Caño Nuevo y la Estación, en Olmedo.

Las primeras representaciones del mudéjar surgen en el siglo XII en la cuenca del Duero, con dos focos principales: las villas medievales de Cuéllar y Sahagún. El foco cuellarano es el más numeroso de Castilla y León, con once iglesias, tres puertas mudéjares y los restos del mismo arte que se reparten por diferentes puntos de su recinto amurallado.

En fin, creo que tenemos ya datos suficientes para concluir sobre la cuestión que planteamos al inicio, el estilo de la vallisoletana Puerta de María de Molina. Ésta fue reina consorte de Castilla entre los años 1284 y 1295, pero sigue gobernando y muere en 1321, construyendo el palacio ya en este siglo XIV, y si es cierto que conservó para la puerta esta entrada anterior de la muralla, lo más probable, por su construcción en ladrillo, y lo escasamente cerrados de sus arcos de herradura ojivales, es que sea mudéjar, incluso aunque pudiera datar del siglo anterior. Pero la ventana central lleva una herradura más cerrada… no sé, no sé, pudo pertenecer a una construcción a su vez anterior (es broma).


(*) Para ver las fotos que ilustran este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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