El fundador del primer Colegio Mayor, el S. Bartolomé

Por José María Arévalo

(Palacio de Anaya, antiguo Mayor San Bartolomé)

Me ha encantado ver un reportaje en La Gaceta Regional de Salamanca sobre el Colegio Mayor San Bartolomé, que fue el primer Colegio Mayor que hubo en las universidades españolas, y del que tuve el honor de ser colegial en el curso 60-61, cuando hacía primer curso de Derecho. Aquellas paredes que hace ya unos años dejaron de ser residencia para universitarios, y precisamente ahora se han reconvertido en aulas para los cursos de verano, como ahora veremos, aquellos muros, digo, presenciaron nuestro comienzo universitario, como el de muchos otros alumnos zamoranos. También los había extremeños y cántabros, pero menos, los zamoranos éramos mayoría. Quizá en el Mayor Fray Luis de León –que estaba y creo sigue estando justo enfrente- éramos menos, de ahí, en parte, la rivalidad entre los dos mayores.

Tuve que hacerme una chaqueta azul, en cuyo bolsillo del pecho me cosieron el escudo del colegio, “El Bartolo”, lo llamábamos todos al San Bartolomé, que decían servía así para cenas de gala, en vez del clásico esmoquin, por ser el uniforme oficial, junto con un pantalón gris. Y con ese uniforme acudí al baile de fin de curso que celebramos en el Mayor, y al que invitamos a varias señoritas, tan galantes. Todavía creo conservo una foto bailando agarradito a mi acompañante.

Pues “El ‘padre’ del primer colegio mayor” titulaba La Gaceta Regional hace unos meses este artículo, añadiendo como subtítulo “Fundó San Bartolomé, erigió una capilla  en la Catedral y legó una magnífica librería”.  Hombre –empezaba el texto- “de mediana estatura, robusto, moreno  de rostro, y corto de vista”, según González Dávila. Narra Ruiz de Vergara que en su juventud cayó “engolfado en los estudios” y “el mal ejemplo de algunos condiscípulos, le desvió del camino”. Así se enamoró de María de Orozco, con la que tuvo dos  hijos: el arcediano Juan Gómez y  el caballero Diego Gómez. Ambos yacen hoy junto a él en la capilla  de San Bartolomé, el santo cuyo  nombre ha quedado en la historia  ligado al apellido de este salmantino nacido en 1357.

Pero no es conocido Diego de Anaya y Maldonado por sus relaciones amorosas ni por la prole que dejó. Si bien jugó un papel crucial como representante de Castilla en el Cisma de Occidente provocado  por el desdoblamiento en dos obediencias papales, las de Urbano VI  y Clemente VII; su mayor aportación a su tierra natal fue la fundación del primer colegio mayor, no solo de Salamanca, sino de toda  España. Sirvió San Bartolomé de  modelo para los de Cuenca, Oviedo y Santiago el Zebedeo (Fonseca), en Salamanca; Santa Cruz, en  Valladolid; y San Ildefonso, en Alcalá de Henares.

(Retrato del obispo de Salamanca Diego de Anaya)

En esta empresa,  se embarcó siendo ya obispo de la  ciudad del Tormes.  En 1401, escogió a un grupo de  estudiantes juristas “virtuosos,  honrados y pobres” y los dispuso  bajo la autoridad del licenciado  Pedro Núñez. Los alojó en las casas próximas al palacio episcopal  y los acogió bajo su protección. El  objetivo inicial de este proyecto  era permitir que los jóvenes humildes e inteligentes pudiesen acceder a los conocimientos del Estudio salmantino. Pero la historia  iría modificando el perfil de los colegiales que vistieron el manto  pardo de San Bartolomé. Un siglo  después, los estudiantes con escasos recursos serían sustituidos  por los hijos de las familias nobles  y más acaudaladas. La limpieza de  sangre se usó como excusa para  alejar a los criados del prestigio de  tan afamado colegio adscrito a la  Universidad de Salamanca.

Nuevo edificio hoy

Como institución, aquel colegio mayor pervive hoy, pero ya en  un edificio de nueva construcción  junto al Campus Unamuno. Antes  se encontraba junto a los restos arqueológicos del Botánico, en “El  Bartolo”, hoy sede de Cursos Internacionales. Pero de la construcción original del siglo XV tan solo  queda en su emplazamiento el apellido de su fundador. Actual Facultad de Filología, el Palacio de Anaya, en la plaza del mismo nombre,  heredó el apellido del obispo de Salamanca y arzobispo de Sevilla  que tres siglos y medio antes erigió en el mismo lugar aquella afamada “escuela” de juristas.

Ayo y preceptor de Enrique III  y Fernando I de Aragón cuando  aún eran niños, por encomienda  de su padre Juan I de Castilla, don  Diego alcanzó prestigio y un buen  posicionamiento en la Corte que le  llevarían a ascender en la escala  eclesial hasta convertirse en el embajador de Castilla en el Concilio  de Costanza. Y el Consejo Real le  enviaría como embajador para  quejarse a Carlos VI de Francia  por las presiones al papa Benedicto XIII exigiendo su renuncia.

Yace en la Catedral Vieja de Salamanca

Su  poder en aquellos años le permitió  obtener indulgencias papales y  exenciones a favor de reparar las  partes de la Catedral de Salamanca, la Vieja, que amenazaban con  venirse abajo. Pero no sería hasta  casi tres décadas después, cuando  lograría el permiso del cabildo para dotar de una nueva estancia a la  basílica, la capilla de San Bartolomé, que también hoy es conocida  como la de Anaya. “Aquí yace el reverendo, ilustre y magnífico señor  don Diego de Anaya, arzobispo de  Sevilla, fundador del insigne colegio de San Bartolome”, se lee en  una inscripción junto a la refinada  estatua yacente de alabastro. Cubre el sepulcro situado en el centro  de esta capilla a la que se accede  desde el claustro de la seo.

Pero no  fue este el primer lugar de descanso de este ilustre salmantino. Falleció en 1437 en Cantillana (Sevilla) y allí paso unos días hasta que  fue trasladado a la basílica charra  que él mismo promovió.  Señala, sin embargo, el Diccionario Biográfico Español que la  herencia más preciosa de este salmantino fue, sin duda, su librería,  de más de 300 volúmenes. “Una de  las mejores y más selectas que se  conocían en aquel tiempo en nuestra España”, según Ruiz de Vergara. Parte de ella se conservan en la  Biblioteca Histórica de la Universidad.

El Colegio Anaya o Viejo

El Colegio Mayor de San Bartolomé, también conocido antiguamente como Colegio Mayor de Anaya o Colegio Viejo, es un colegio mayor adscrito a la Universidad de Salamanca y ubicado en Salamanca (España).

Fue fundado en 14011​ por don Diego de Anaya, como colegio mayor adscrito a la Universidad de Salamanca y fue el modelo para los otros cinco colegios clásicos de España y para otros en la América española. El mismo Anaya redactó en 1405 sus primeros estatutos.​ El color del manto y de la beca de los colegiales era pardo. Popularmente era conocido como Colegio de Anaya, por el nombre de su fundador.

Queda dicho cómo si al principio era una fundación para permitir el estudio de mozos inteligentes y pobres en recursos, pagando sus estudios mediante una beca, el prestigio que daba haber estudiado en este u otro de los Colegios mayores de Salamanca, hizo que hacia finales del s. XVI, sus plazas fueran ocupadas por hijos de familias nobles o acomodadas, lo que rebajó notablemente el nivel de los estudios. El medio de que se valieron los colegiales para limitar el acceso únicamente a los nobles, fue exigir «limpieza de sangre», lo que, si bien parecía pensado para evitar la entrada de descendientes de judeoconversos, en realidad impedía la entrada de aspirantes humildes, que no tenían archivos familiares para demostrar su limpieza de sangre. Para los estudiantes modestos, a menudo criados de los nobles, se construyó una hospedería anexa.

Anexos tenía otros dos Colegios Menores: el de Burgos (1520), desaparecido en la segunda mitad del siglo XVII, y el de San Pedro y San Pablo (suprimido en marzo de 1563, por acuerdo de los propios colegiales).

El colegio se extingue en 1798 y, aunque tiene un breve renacimiento hacia el 1840, como Colegio Científico, posteriormente su sede se destinó a ampliación de las aulas de la Universidad y actualmente es la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca.

El Colegio es refundado como residencia universitaria el 19 de febrero de 1942 y posteriormente, el 16 de diciembre de 2011 retoma el status de colegio mayor. Actualmente ocupa un edificio de construcción reciente, situado junto al campus Miguel de Unamuno. Tiene capacidad para albergar a 184 residentes.

El edificio antiguo

El edificio original, que al parecer era de ladrillo y de fábrica modesta, resultó muy dañado en el Terremoto de Lisboa (1755) y en su lugar edificado el actual (llamado Palacio de Anaya) más acorde con la alcurnia de los ocupantes de la época, que es uno de los pocos que hay en Salamanca en estilo neoclásico. Sus obras comenzaron en 1760, sus creadores fueron José de Hermosilla y Juan de Sagarvinaga. Sus elementos más llamativos son la fachada y la escalera imperial del interior del palacio, donde además hay un interesante busto de Miguel de Unamuno, hecho por Victorio Macho en 1930.

Colegiales ilustres

Se pueden citar como colegiales ilustres Alonso Fernández de Madrigal; Juan de Sahagún (santo); Diego Ramírez de Fuenleal (conocido como Diego Ramírez de Villaescusa que fundaría el Colegio Mayor de Cuenca, en Salamanca); Íñigo López de Mendoza y Zúñiga; Antonio Zapata y Cisneros; Juan Martínez Guijarro y Antonio Sevil de Santelices.

Históricamente –recojo ahora contenidos de Wikipedia-, especialmente en las universidades españolas desde la Baja Edad Media hasta fines del XVIII, un Colegio Mayor era una institución que daba formación universitaria de grados mayores (licenciatura y doctorado), además de dar alojamiento a los estudiantes. A veces eran una especie de prolongación de una Universidad y otras fueron el germen de una Universidad. A menudo eran fundaciones de mecenas con un fin muy determinado (p.e. el Colegio Mayor de Santiago el Zebedeo, de Salamanca fue creado por el arzobispo de Santiago de Compostela, Alonso de Fonseca, para los estudiantes gallegos).

Funcionaban con una gran autonomía; los profesores iban a dar clases en ellos, aunque luego los colegiales debían rendir examen en la Universidad. Los propios colegiales regían su Colegio en los aspectos administrativos y económicos y nombraban rector de entre ellos. Los estudiantes de los colegios más renombrados presumían durante toda su vida de haber pertenecido a ellos.

En la España del siglo XVI había seis Colegios Mayores; cuatro en Salamanca: los de San Bartolomé o Colegio Viejo (1401),​ de Cuenca (1500), de Santiago el Zebedeo (1519) y de Oviedo (1521); uno en Valladolid: el de Santa Cruz (1482) y otro en Alcalá de Henares: el de San Ildefonso (1499).​ Cabe resaltar, como mención especial, el Real Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada, fundado en 1649 y único Colegio Mayor que continua abierto desde que se fundó, siendo el colegio mayor más antiguo de España (con la excepción del Colegio de San Clemente, que se encuentra en Bolonia).

También existían los Colegios Menores (o simplemente Colegios), donde se daba el grado menor: bachiller; que por entonces ya servía para ejercer una profesión.

Fundados y dotados por clérigos de alto rango, los colegios estaban originalmente destinados a los estudiantes de mérito pero de origen modesto. En San Ildefonso, los estudiantes podían ser becarios porcionistas cuyos estudios eran pagados por alguna institución o por miembros de la alta nobleza, en ocasiones en condición de asistentes de los jóvenes miembros de esas casas nobles que acudían a estudiar. Ambos tenían que hacer frente a ocho cursos de un año de duración cada uno (estudios de artes, derecho canónico, teología).

(Sepulcro de Anaya y Maldonado, en la capilla de San Bartolomé de la Catedral.)

Los colegios mayores se apartaron de su destino inicial a medida que las plazas que ofertaban fueron monopolizadas por los hijos de la élite política española (aristocracia, nobleza y letrados), fenómeno que alcanzó una rigidez total a partir de mediados del siglo XVII. En un contexto de multiplicación de los títulos y escasez de cargos a desempeñar, estos últimos se aseguraron, por cooptación, el acceso a los colegios de mayor prestigio, la mejor opción como trampolín para acceder a brillantes carreras en las funciones más elevadas de los medios eclesiásticos o en los consejos y audiencias. Para un sistema pujante de clientelismo y patronaje, los colegios mayores se convirtieron en «una máquina formidable de reproducción de los servidores reales entre los hijos de los letrados»,​ contribuyendo a una extensa captación de cargos y al cierre del aparato del Estado. De esta forma, estos letrados representaban el 57,9 % de los miembros del Consejo de Castilla con Felipe II (1578-1598-1621), el 68,5 % con Felipe IV (1605-1621-1665) y el 72,5 % con Carlos II (1661-1665-1700). De tal hecho nació sin duda el mote de Colegio Mayor que se aplicaba irónicamente a esa institución.

No se libró de este acaparamiento de cargos la propia Universidad y tal cosa también ocurría con las cátedras, en la que los «colegiales», acabaron con la anterior y saludable «meritocracia» cambiándola por un elitismo «de cuna». Como muestra, puede verse la lista de rectores de Salamanca que da Alejandro Vidal y Díaz​ en la que, a partir de 1610, se cuentan muy pocos rectores que no sean nobles o hijos de nobles, cuando en fechas anteriores ocurría exactamente lo contrario.

Los Colegios Mayores en España fueron suprimidos temporalmente como consecuencia de las reformas ilustradas, en 1798.

(Claustro de la sede actual  de Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca, antiguo “Bartolo”)

El “Bartolo” y la huella de su pasado

Aunque el antiguo Colegio Mayor San Bartolomé estuvo ubicado muchos años en el Palacio de Anaya, frente al lateral de la Catedral Nueva, en el siglo XX, cuando se reabre el Mayor como residencia universitaria pasa a ocupar una zona de la plaza de Fray Luis de León, más debajo de la Universidad Pontificia. Explica La Gaceta Regional en otro artículo:

“Antes de convertirse en sede de Cursos Internacionales de la Universidad, este espacio, con seis siglos de historia, acogió un palacio, un colegio menor, una iglesia y un colegio de niñas huérfanas

Situada en la plaza Fray Luis de León, la recién inaugurada sede de Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca ocupa un amplio solar en el que antiguamente existieron otras muchas instituciones que representan un capítulo de la historia de Salamanca. Un palacio, un colegio universitario, una iglesia, una casa-colegio de niñas huérfanas y dos importantes calles de la ciudad, Velarde y Escalinata configuran la historia del lugar.

Al adentrarse en las renovadas dependencias de Cursos Internacionales se pueden ver los diferentes paneles, con códigos QR incluidos, que permiten ir conociendo con detalle los restos históricos que perduran tras el paso de los años. También hay un plano indicativo que sitúa los restos que se conservan. En esta ubicación se asentó el Palacio de Floresdávila, que data del siglo XV y fue residencia de una familia nobiliaria, que dejó que se deteriorara tras abandonar Salamanca. De este palacio se conservan únicamente los restos de un pavimento empedrado y en la actualidad se puede ver una muestra de ellos.

El Colegio Menor de Santa María de la Magdalena, después de tener diversas localizaciones, llegó tras la Guerra de la Independencia al que fuera anteriormente Palacio de Floresdávila y se construyó utilizando restos de este último. Tras dos décadas de obras, se inauguró en 1839, sin embargo, según el experto Enrique García Catalán, el edificio y la institución no durarían mucho tiempo, pues años después en el mismo siglo diecinueve, debido a las desamortizaciones, fueron suprimidos e incautaron todas sus rentas. Del colegio de Santa María de la Magdalena se siguen manteniendo numerosos vestigios como el claustro, el pozo y un sótano que pudo ser una bodega en la que conservaban alimentos y cuya existencia se desconocía hasta que comenzaron las obras. El Estado, propietario del inmueble tras la desamortización destinó este lugar a fines militares como almacén de materiales del ejército y después albergó la Escuela Normal de Maestras.

No fue hasta el siglo XX cuando la Universidad logró adquirir estos terrenos y convertirlos, tras una nueva reforma y ampliación, en el nuevo Colegio Mayor de San Bartolomé, el también conocido como el “Bartolo”. La obra, de Genaro de No, ocupó las calles Velarde y Escalinata y los solares de la iglesia de San Bartolomé y la antigua casa de niñas huérfanas, espacios que eran colindantes al antiguo colegio de La Magdalena. Por ello, hoy también son visibles restos de todos estos espacios. En el recorrido por las instalaciones se puede ver el pavimento de la calle Velarde y el pozo de La Magdalena, junto al que se encontraba la calle Escalinata y la iglesia de San Bartolomé, una de las iglesias más antiguas de la ciudad, ahora desaparecida.

Ya en el siglo actual, el “Bartolo” dejó de ser colegio mayor para acoger oficinas de algunos servicios de la Universidad e incluso se instaló el plató de la televisión de la institución académica. Tras otra reconstrucción, el edificio es hoy la sede de Cursos Internacionales, sociedad del Estudio salmantino dedicada a la enseñanza de español a extranjeros, así como a la evaluación y producción de materiales. El nuevo inmueble cuenta con la última tecnología en todas sus aulas, funcional y moderno, combinando a la perfección tradición y vanguardia.”

Bajo el epígrafe LOS DETALLES, incluye La Gaceta Regional: El palacio Floresdávila fue una de las muchas residencias nobiliarias que existieron en Salamanca. Fue destruido prácticamente en su totalidad durante la Guerra de la Independencia. Únicamente se conservan unos restos de pavimento empedrado.

Sótano del colegio de la Magdalena.- El sótano perteneció al antiguo Colegio de la Magdalena y pudo ser una bodega o cueva en la que conservar alimentos. Estos espacios subterráneos fueron muy comunes en la ciudad.

Un pozo con mucha historia.- Hay un pozo de piedra que perteneció al colegio de la Magdalena y probablemente fuera parte del saneamiento del edificio. Se localizaba junto a la iglesia de San Bartolomé y la calle Escalinata.

Calle Velarde y casa-colegio de niñas huérfanas.- Se pueden encontrar restos del pavimento que perteneció a la calle Velarde, donde también se ubicaba la casa-colegio de niñas huérfanas

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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