Hay salida. Gobierno de España (primera parte)

Pues no sé ustedes, pero yo estoy hasta las partes alícuotas de que me “eduquen” –o intenten hacerlo– los sucesivos “Gobiernos de España”. Los del Pepé y los del Pesóe. Los actuales, los pasados y los futuros. Todos. Sin distinción de colorines o logotipos. Adjudicar alguna ideología a esta casta infame sería un sarcasmo.

No me refiero a la verdadera educación, claro; la que es núcleo y fundamento de toda sociedad humana, moderna y civilizada. Respetuosa, solidaria y avanzada. La que agoniza en los parvularios, las escuelas, los institutos y las universidades de España. La misma que todos los gobiernos nacionales, autonómicos y locales –y su plaga de mamporreros– utiliza cual prostituta para sus fines partidistas, dejándola, como en el tango, fané y descangallada. Arrastrada y maltrecha; marchita, sin objetivos ni esperanza. Como muestra un botón: el informe Pisa.

Pero no. Hoy quiero referirme a la otra “educación”. La de la consigna oficial, la del adoctrinamiento y la voz del capataz: la de la manipulación, la propaganda, el engaño y el pastoreo. La que el Gran Hermano Estado en un retorcido salto mortal –de la mano de un iluminado Zapatero–, incorporó al sistema educativo llamándola educación para la ciudadanía y que los nuevos jerarcas del Pepé conservarán, si acaso, con un lavado de cara. Goebbels cabalga de nuevo.

Esta ley del embudo de la propaganda oficial –campañas de sensibilización de masas las llaman–– es la que me pone de los nervios. La que me recuerda que si los hijos de puta volaran no podríamos ver el sol. Aunque sus respetables madres sean unas santas. Tampoco es que el pastoreo oficial sea de ahora, aunque es muy cierto que antes sus dosis anestésicas eran muy inferiores. Las gentes pensaban. Y su difusión y efectos secundarios eran infinitamente menos graves. Y menos cansinos.

Por ejemplo aquellas consignas lapidarias, repetidas hasta que los conejos de campo las recitaran de memoria: “Más deporte y menos latín” propuso, por ejemplo, un inefable ministro de Franco –Solís Ruiz se llamaba– Menos mal que por entonces no había televisión, creo, e Imanol Arias todavía no ejercía. Otra famosa. Aquella de “cuando un bosque se quema, algo suyo se quema…”. Algún cachondo ––en aquella época tan represora y brutal había muchos–– añadió: ….señor conde. Era el genial Jaume Perich: el Perich, que no era precisamente de derechas… Y se fumó un puro, el tío. Luego había consignas inofensivas, como lo de “el contubernio de Múnich”, por ejemplo. O aquello otro del “sionismo internacional”, “los enemigos de España”, “la pertinaz sequía”, “cuarenta años de paz” y cosas así. Casi ingenuas. Tiernas. La feroz dictadura franquista. O sea.

Más tarde, “habla pueblo habla”, “OTAN de entrada no”, o su variante “OTAN no, bases fuera” –a ser posible gritado delante de la embajada norteamericana, o en los accesos a las bases de Torrejón, puño en alto, con barba y trenca marrón, ya empezaban a cuidarse los efectos especiales–. Luego, el de la barba más lacia y la trenca más marrón, Javier Solana, sería secretario general de la Alianza Atlántica. Y España miembro de pleno derecho. Cuando lo del bombardeo masivo de nuestros cazas en la guerra de Yugoeslavia. O la del Golfo, con una escultural Marta Sánchez -estaba inmensa- felicitando la Navidad a nuestras tropas desde la fragata Numancia, cantando aquello tan sugerente de “soldados del amor”, o algo así. Cosas de la memoria histórica. La de verdad.

Guerras de verdad, sin subterfugios humanitarios, embarcados por los mismos que años más tarde se desgañitarían gritando “No a la guerra”. Porque no era la suya, claro. La de Iraq, donde casualmente fuimos tras haber finalizado ––derrocado Sadam Hussein–– y en la que no disparamos ni un tiro. Pura coherencia. En todo caso hasta el “No a la guerra” las campañas de “sensibilización” seguían siendo blandas, no invasivas de la intimidad –el que no quería podía evitarlas con facilidad–– y no protagonizadas expresamente por los “Gobiernos de España”, como ahora rubrican sus artífices. Algo llevadero.

Lo jodido ha venido después. En pleno estado de derecho, democrático y constitucional. Ese que la casta política dice que nos hemos dado a nosotros mismos. Campañas abrumadoras, feroces. Falsas. Unas protagonizadas por los “Gobiernos de España”. Otros por la oposición: “Nunca mais”, “No a la guerra” o “España no se merece un gobierno que nos mienta”, la predilecta del malvado Rubalcaba.

Unas inofensivas, aunque estúpidas. Alienantes y masivas, como las de ahorro de agua, por ejemplo. La que ha conseguido que los españolitos llenen de piedras y de botellas sus cisternas, coloquen artilugios en sus grifos para disminuir el caudal o se duchen –bañarse es un derroche–– poco, y según y cómo. Aunque España entera se inunde; aunque los pantanos se desborden y los frutales perezcan anegados bajo las aguas; aunque millones de hectómetros cúbicos de agua se viertan al mar; aunque en Córdoba o en Jaén, o en Gerona los vecinos vayan a por el pan en planeadoras y en Campo de Criptana –castellanos viejos menos dados a la fiesta y la bullanga––, lo hagan en bote de remos. Pero es igual. Hay sequía. Es la consigna. ¡Ahorra agua!

Otras campañas son igual de alienantes y masivas. Pero pérfidas. Tienen el abyecto objetivo de imponer las doctrinas del Estado, violentar el libre albedrío, la moral natural y las conciencias. Totalitarias. Orwelianas. Diatribas, genéricas y falsas, contra la convivencia y la libertad. Y la justicia. Como las que los sucesivos “Gobiernos de España” despliegan contra el conjunto de los varones por el hecho de serlo: conspicuos machistas maltratadores ––y hasta asesinos–– de mujeres y niños. Potenciales criminales contra los que hay que hay que estar muy alerta, y defenderse. La última bajo el eslogan “Hay salida”. Pero el folio y medio no da para más… (Continuará)

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Autor

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

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