Apuntes psicológicos

Bertrand Regader

¿Existe relación entre los hábitos de sueño y el nivel de inteligencia?

¿Existe relación entre los hábitos de sueño y el nivel de inteligencia?

dormir

Se suele hablar, en la literatura científica y no tan científica, de que existen personas con hábitos de sueño «matutinos» y «vespertinos».

Diferencias que, bien visto, todos hemos notado: hay personas a las que les encanta acostarse temprano y levantarse cuando cantan los gallos, mientras que otras personas disfrutan viviendo la noche y suelen tender a levantarse casi a mediodía.

Vespertinos y matutinos: diferencias y características

Pero, ¿existe algún factor biológico, psicológico o evolutivo que explique estas diferencias? ¿Por qué unas personas son nocturnas y otras diurnas? Y, más aún: ¿cabe la posibilidad de que estas tendencias estén de algún modo relacionadas con una mayor o menor capacidad intelectual? En este artículo trataré de explicar todas estas cuestiones.

Empezando por el final: ¿hay datos para afirmar que las personas matutinas o las vespertinas muestren diferencias también en su capacidad intelectual?

Para empezar, cabe aclarar que los estudios que han tratado de detectar el vínculo entre ser matutino o vespertino y poseer unas ciertas capacidades intelectuales no son concluyentes en absoluto. Estamos en fases tempranas de investigación, por tanto no sería adecuado afirmar que existe una relación de causa-efecto entre el estilo de horarios preferidos y el nivel de cociente intelectual. De todos modos sí que existen varios estudios que muestran tendencias interesantes.

Lo fundamental es comprender que los seres humanos, así como el resto de animales, necesitamos dormir no solo para que nuestros músculos descansen, sino para que el encéfalo pueda realizar una especie de “reseteado” general. Cuando dormimos, nuestro cerebro sigue funcionando pero de un modo muy distinto respecto a cómo lo hace durante la vigilia, de tal modo que se producen una serie de dinámicas neuroquímicas que permiten la plasticidad cerebral [1]. La plasticidad cerebral no es otra cosa que la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso de crear nuevas conexiones neuronales, manteniendo nuestras habilidades cognitivas en buena forma. Esto es fácil de entender puesto que todos hemos notado que, después de pasar una mala noche y descansar mal, estamos irritados, de mal humor y tenemos menos capacidad para razonar y tomar decisiones acertadas. Otra capacidad cognitiva que se resiente mucho cuando no dormimos las suficientes horas es la memoria. Por tanto, dormir (dormir bien, se entiende) es básico para que nuestras capacidades cognitivas, nuestra inteligencia, se encuentre en óptimas condiciones.

Entrando en materia, lo que sí es cierto es que varios estudios han hallado correlaciones bastante sorprendentes entre las personas que prefieren un estilo de horarios u otro, con su cociente intelectual o su rendimiento académico (esta última variable se suele simplificar y se habla de “inteligencia”, y esto es poco preciso, pero sin embargo es un parámetro ampliamente usado para en este tipo de estudios). Desde luego, cualquier persona se habrá fijado en que hay individuos que se van a dormir temprano, a eso de las 22h o 23h, y se despiertan con relativa facilidad a las 7h, o incluso antes. En cambio, otros  tenemos tendencia a estar más activos durante la noche, y no somos muy capaces de conciliar el sueño hasta bien entrada la noche, como a la 1h o a las 2h… o más tarde. Estas últimas personas, en caso de que no tengamos necesidad de cumplir un horario laboral por la mañana, también solemos levantarnos tarde, por ejemplo a las 11h.

Entonces, ¿hay alguna conexión entre preferir unos ciertos horarios y ser más o menos inteligente?

¿Existen estudios que revelen una conexión entre estos estilos de horarios y nuestra capacidad intelectual? Sí, ciertamente hay algunos indicios que apuntan a que existiría alguna relación entre estas variables. Como he comentado antes, cabe entender que la inteligencia es  un constructo muy complejo y sobre el que no existe una definición muy clara. Lo que sí que está claro es que la inteligencia, que podríamos definir sin enfadar a nadie como la facultad que nos permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad, es multifactorial. No hay una sola variable que por sí sola explique por qué una persona es más inteligente que otra, sino que son muchos los elementos que influyen en ello, como la genética y la educación recibida durante la infancia.

Dicho esto,  podemos empezar a hablar sobre la correlación entre ser “un búho o una alondra” y la capacidad intelectual. Hay estudios, como el dirigido por Satoshi Kanazawa en la London School of Economics [2], que señalan que las diferencias individuales en los ritmos circadianos vendrían dictadas, al menos en parte, por nuestra herencia genética. Según este análisis, los hábitos nocturnos serían una novedad evolutiva, algo que nuestros ancestros raramente practicaban puesto que vivían ligados a los horarios diurnos y estaban obligados aprovechar la luz solar para, por ejemplo, cazar.  Por tanto, existiría una cierta tendencia evolutiva a que la diurnidad, que antes era una exigencia para la supervivencia, hubiera dejado de tener sentido para un homo sapiens sapiens cada vez más adaptado a un entorno donde no es tan necesario aprovechar estas horas de luz. De ahí se extrae, como observa el propio Kanazawa, que las personas más inteligentes sean más capaces de adquirir valores y hábitos evolutivos novedosos en comparación con las personas poco inteligentes.

Esta investigación de S. Kanazawa, que por cierto estudió una extensa muestra de más de 20.000 estudiantes adolescentes, habría encontrado una relación estadísticamente significativa entre un alto (o medio-alto) cociente intelectual en la niñez y una mayor propensión a preferir horarios nocturnos durante la adultez. Mientras que, por contra, los niños con C.I. medios y bajos tendrían una mayor propensión a ser personas con un estilo de vida más diurno.

Cabe señalar que la escala para medir la inteligencia usada por Kanazawa para esta investigación se circunscribía a la inteligencia verbal, únicamente. Es una de las limitaciones a tener en cuenta.

¿Cómo se relaciona esto con la creatividad? ¿Son las personas vespertinas más creativas, siguiendo con el estudio de Kanazawa?

Primero de todo, cabría definir qué entendemos por creatividad. Lo digo porque, a priori, es un concepto bastante parecido al de inteligencia.

Podríamos decir que la creatividad es la habilidad para inventar o crear cosas. Para mí es un concepto terriblemente ambiguo y poco acotado, que nos da poco margen de maniobra siquiera para estudiarlo. Mi opinión personal es que, seguramente, todos coincidiremos en que la creatividad y la inteligencia no son “habilidades” que vayan por separado, sino que están claramente ligadas. Las personas inteligentes son las que, en general, son más capaces de pensar en la realidad y buscar soluciones a los problemas de la vida cotidiana, cosa que les facilita la empresa de elaborar todo tipo de artefactos (culturales, mecánicos, tecnológicos) con los que solventar ciertas carencias. ¿Y no es eso crear; inventar? Yo creo que sí. En consecuencia, cuando hablamos de creatividad, en cierto modo estamos aludiendo a esa capacidad intelectual que nos permite pensar y luego transformar la realidad, ya sea añadiéndole un palo a un caramelo, creando un software revolucionario o incluso pintando un cuadro, porque la cultura también es necesaria y útil para cualquier sociedad.

Si compráis mi argumento, entonces no quedará más remedio que concluir que, fiándonos del estudio de Kanazawa, las personas creativas prefieren vivir de noche, como tendencia. Esta conclusión también coincidiría con la hipótesis de que los individuos inteligentes son los que se muestran más capaces de adherirse a unos hábitos novedosos, y es que cuando hablamos de creadores y genios es probable que pensemos en sujetos que no se dejan arrastrar fácilmente por las imposiciones culturales, como por ejemplo el hábito de irse a dormir pronto y levantarse temprano, prácticas que quizá asociamos a una cierta noción de orden social, al cumplimiento de la jornada laboral, propias de un estilo de vida más metódico y organizado, y también más gregario. La imagen que tenemos de las personas creativas es más bien la de sujetos que rompen estas reglas sociales, aunque tal vez esté equivocado y me esté dejando influenciar por el estereotipo.

¿Por qué hay personas nocturnas y diurnas?

¿Por qué hay personas que prefieren vivir de día y otras son más nocturnas? Bueno, aquí entran en juego muchos factores. Por lo que respecta al factor genético, bien sabemos que no deja de ser un poco casual el que uno nazca con los ojos verdes, azules o marrones. Claro está que es más probable que tengamos los ojos verdes si nuestros progenitores también los tenían, pero se dan muchas combinaciones. Una de las claves estaría ahí, en la predisposición genética a ser matutino o vespertino. Porque, de hecho, existe un gen, llamado “gen Clock” [3] que se encarga de codificar una proteína que regula los ritmos circadianos del sueño, y que sería el origen de que cada persona manifieste una predilección hacia unos horarios u otros.

Los efectos neurológicos de este gen y su relación con preferir los horarios matutinos o vespertinos todavía se están estudiando, pero investigaciones como la de Joseph S. Takahashi [4] apuntan a que el gen Clock sería un importante regulador de la segregación de melatonina, una hormona producida en la glándula pineal y que, entre otras funciones, regula nuestros ciclos de sueño. Algunas alteraciones, mutaciones o particularidades del gen Clock podrían afectar a la melatonina que producimos, pudiendo alterar a su vez nuestra apetencia de sueño, y por tanto nuestros hábitos.

¿Hasta qué punto tenemos capacidad para revertir nuestra predisposición a ser nocturnos o diurnos?

Más allá de todos los aspectos genéticos, endocrinos y neurobiológicos descritos, como seres humanos tenemos la capacidad de adquirir ciertos hábitos, aun cuando la genética nos empuje a practicar los contrarios. Nuestro día a día está plagado de obligaciones y rutinas, y es probable que no tengamos más remedio que irnos a dormir pronto y levantarnos temprano para poder cumplir con una jornada laboral matutina. Una vez inmersos en una rutina, los hábitos se van asentando hasta el punto en que, aunque “genéticamente” seamos propensos a ser nocturnos, vivamos cómodos con la idea contraria.

Me atrevería a decir que, por lo menos en este caso, el hábito es más importante que la predisposición genética. Si alguien está decidido a vivir con horarios diurnos, es probable que consiga amoldarse a ellos, a pesar de que su carga genética no le juegue a favor.

¿Están relacionados otros aspectos como la edad o el sexo en esta predilección por ciertos horarios?

Por lo que refiere a la edad, claramente sí. A medida que nos vamos haciendo mayores necesitamos menos horas para sentirnos descansados… o eso se suele decir. La ciencia ha reportado que, entre una persona de 20 años y otra de 70, existe una diferencia de una hora de sueño diaria; la persona de 70 años duerme una hora menos, de promedio.

Esto no significa que a cierta edad nuestra predilección cambie, sino más bien que nuestro cuerpo funciona un poco distinto y los ritmos circadianos se adaptan como pueden a la nueva realidad.

¿Por qué las personas mayores suelen dormir menos horas?

Hay varias hipótesis más o menos contrastadas que explican por qué las personas mayores necesitan menos horas de sueño, como por ejemplo el efecto de una pérdida importante de neuronas en el grupo intermedio lateral del cerebro, proceso que acarrearía ciertos trastornos del sueño relacionados con la edad avanzada, y que por tanto explicarían su menor “necesidad” de dormir [5]. Este es un punto importante, ya que estaríamos ante la evidencia de que las personas de la tercera edad duermen menos por efecto de una progresiva pérdida de recursos cognitivos, y no “por elección” o “por gusto”, como se solía pensar. Hay una causa biológica detrás de esta tendencia.

Otra hipótesis, tal vez más arriesgada, relaciona el envejecimiento ocular en la vejez con la menor cantidad y calidad de sueño [6]. En definitiva, todo indica que las personas mayores duermen menos por desajustes en su ritmo circadiano, que son propios de la edad. Ciertamente, son personas más matutinas.

En cuanto al sexo, no existe literatura científica que indique que hay diferencias significativas.

Referencias bibliográficas y fuentes

[1] Tononi G., Cirelli, C. (2014). Sleep and the price of plasticity: from synaptic and cellular homeostasis to memory consolidation and integration. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24411729.

[2] Kanazawa, S., Perina, K. (2009). Why night owls are more intelligent. Disponible en: https://personal.lse.ac.uk/kanazawa/pdfs/paid2009.pdf.

[3] Camacho, R. (2015). Las diferencias entre ser matutino y ser vespertino. Disponible en: https://psicologiaymente.net/psicologia/diferencia-entre-ser-matutino-vespertino

[4] Takahashi, J. (2010). Genetic suppression of the circadian Clock mutation by the melatonin biosynthesis pathway. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2889547/

Sitios web

[5] De Benito, E. (2014). Los mayores duermen menos al perder un tipo de neuronas. Disponible en: El País

[6] (2011). ¿Por qué se duerme menos con los años? Disponible en: El Mundo

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Bertrand Regader

Bertrand Regader (Barcelona, 1989) es psicólogo educativo. Escritor por vocación y divulgador por oficio, Regader es director de psicologiaymente.net, un portal dedicado a la psicología y las neurociencias.

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