No es un escenario de ciencia ficción. Es lo que puede pasar pasado mañana, en 2100, en buena parte del litoral español

Los sitios en lo que hoy nos bañamos y que nuestros nietos no conocerán por el cambio climático

Los sitios en lo que hoy nos bañamos y que nuestros nietos no conocerán por el cambio climático

Resulta inquietante. Si no ponemos freno al cambio climático, en un tiempo la plataforma desde la que se tiran estará muchos metros Cantábrico adentro; sus toallas, allá por el Casco Viejo; sus hijos, sus nietos, sólo sabrán qué es eso de los jardines de Alderdi Eder por foto, no podrán verlos mientras se bañan, porque estarán bajo las aguas. Adiós al tiovivo, al paseo, a un cuarto de ciudad, según recoge el autor original de este artículo Carmen Rengel en huffingtonpost y comparte Francisco Lorenson para Periodista Digital.

No es un escenario de ciencia ficción. Es lo que puede pasar pasado mañana, en 2100, en buena parte del litoral español, según las previsiones más negras de los científicos. La causa hay que buscarla en dos razones esenciales: los deshielos y la subida de la temperatura superficial de los mares. Cuando se derriten los polos y glaciares, aumenta el nivel del mar; cuando el agua se calienta, se dilata y ocurre lo mismo. Ambas acciones, combinadas, provocan la inundación de las costas, de esas en las que nos estamos bañando este verano. También se intensifican las tormentas y el oleaje, se salinizan las aguas interiores, se destruye biodiversidad y se pone en peligro la gallina de los huevos de oro del turismo de sol y playa.

En España no estamos llanos, al nivel del mar, como pasa por ejemplo en los Países Bajos, pero subidas como las que se contemplan, por fuerza, acabarían haciendo retroceder la línea de costa. Así lo constatan el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), el Ministerio para la Transición Ecológica, los analistas que redactaron el Acuerdo de París o los de la conferencia Change the change.

Los escenarios que se manejan son variados: que el mar suba 50 centímetros en 2100 (menos de eso, imposible), que lo haga 85 centímetros o que lo haga dos metros (una hipótesis pesimista, pero fundamentada). Es es agua que se eleva. Proyectando su masa y su fuerza, también se calcula cuánto retroceso pueden sufrir las playas, esto es, cuánta arena o costa se comerán las olas. Informes como El cambio climático en la costa española, del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC), que intentan hacer una proyección a medio plazo, para 2014, lo muestran en mapas como estos, que muestran la cota de inundación esperada y el retroceso del litoral, en metros.

Nuestro país es uno de los que más afectados resultarán en toda la UE, sobre todo por las subidas de nivel, el aumento de marejadas y la erosión que ello conlleva. Con un escenario en el que se tomen todas las medidas posibles para reducir los niveles de CO2 en el planeta, aún seguiría subiendo la temperatura dentro de 11 años (un grado) y los mares subirían unos 40 centímetros. Si avanzamos en las siguientes décadas y no se hace lo suficiente para atajar esta emergencia ambiental, el nivel de agua subiría el doble. Hablamos, pues, de pérdidas de entre tres y 20 metros de playa en nuestro país, dependiendo de las zonas. Las últimas medidas de la NASA estiman que el nivel del mar ha subido 23 centímetros desde 1880, lo que nos da idea de la rapidez con que se está produciendo el cambio.

Somos un país eminentemente costero que ha apostado demasiado por la costa, para turismo, transporte o explotación de recursos y, por eso, más dura será la caída, más daños habrá si no se introducen límites y medidas de adaptación. La urbanización desmesurada, la desecación de marismas para construir, los bloques y carreteras levantados sobre las dunas… Lo hemos hecho mal (dinero manda) y, además, pensando en una costa relativamente inmutable que ya no existe. Ahora estamos ante una “variable de cambio lento pero continuado”, aplastante.

El impacto
No se salva nadie: los efectos serían especialmente duros en la cornisa cantábrica, el Golfo de Cádiz y el norte de Canarias, pero por supuesto no se escapan ni el Mediterráneo ni las Baleares. Eso, en cuanto a retrocesos de costa. En el caso de la intrusión salina, el gran perdedor es el Delta del Ebro.

Las previsiones de los expertos apuntan subidas del nivel del mar de entre 4 y 5 metros en el Cantábrico y Galicia, de unos tres en el Golfo de Cádiz y de uno o uno y medio en las costas mediterráneas, para mediados de siglo. Tenemos más playas con pendiente suave que rocosas y abruptas, lo que hace aún más sencillo que el agua penetre: pueden comerse un 8% de la fachada norte o el mar de Alborán, un 6% en el sureste de Canarias o un 2-3% en el resto de playas. Retrocede el arenal, cambia la forma conocida de las playas, se erosionan los alrededores, se pierden los hábitats .

Según el informe elaborado por el Grupo de Ingeniería Oceanográfica y de Costas de la Universidad de Cantabria (IH Cantabria) para el Gobierno español, estos podrían ser los escenarios más perjudicados por el cambio.

Cantabria, el más rápido: Sería el litoral que más rápidamente cambiase. Se estima que en 2014 podría haber hasta un 3% de población afectada por la nueva inundación permanente. Aumenta además el riesgo de fenómenos extremos de inundación. Por ejemplo, si ahora es de 3,85 metros cada 50 años, esa subida se podrá dar cada 15 años. Ciudades como Santander, forzosamente, perderá ya no su arenal, sino algunas calles, bajo las aguas. Quedarían seriamente afectadas San Vicente de la Barquera y Pedreña, además del Parque Natural Marismas de Santoña, Victoria y Joyel. Tampoco se libran los puertos: habrá menos horas para trabajar en condiciones, las estructuras serán menos fiables por el roce y el desgaste y habrá que invertir mucho dinero en adaptarlo todo. Un mal que afecta a toda la zona norte.

El peligro también llega a la vecina Asturias: estarían fuertemente afectadas localidades como Villaviciosa y Vega y otras como Valdés prácticamente desaparecerían del mapa.

Galicia, la costa y el pan: Como en Cantabria, los niveles de subida podrían duplicar a los de la costa mediterránea. A esa subida hay que añadirle el daño del intenso oleaje, que se irá embraveciendo con los años, erosionando más el terreno. La provincia de A Coruña sería la más dañada, incluida su capital, además de municipios significativos como Betanzos. Pontevedra también, especialmente Rouxique y A Fianteira. A mediados de siglo, provincias como Pontevedra podrían estar perdiendo más de un 2% de su PIB porque estarán inundadas no sólo las playas, sino parte de los polígonos o puertos que son esenciales para su economía. En el peor escenario del IPCC, a finales de siglo el 10% del suelo de infraestructuras se verá afectado en Galicia, llegando a un 22% en A Coruña. El daño natural en las Rías Baixas sería notable.

San Sebastián, desconocida: El pasado marzo, la convención Change the change se celebraba en la capital donostiarra y usaba las predicciones de la propia ciudad para alertar del riesgo real que nos traemos entre manos. Los resultados, desoladores, los puedes ver en este vídeo formidable elaborado por Mónica López y el equipo de El Tiempo de RTVE.
Los estudios de las autoridades locales constatan la posible pérdida de dos tercios de las playas de una ciudad que vive volcada sobre ellas, en cualquier momento del año, y de la ribera del río Urumea.

En el caso de Bilbao, el daño será un mayor riesgo de inundación y la pérdida de humedales, que golpeará a su ría y, posiblemente, también a las de Ferrol o Avilés.

Cádiz, expuesto al Atlántico: Toda la bahía está en el arco atlántico, especialmente vulnerable no sólo a las subidas, sino a la fuerza del oleaje. Es un área enormemente poblada, donde la actividad marítima es esencial para su vida, por lo que el golpe es aún mayor. Dañadas quedarán playas como Tarifa y Conil, anegadas, además de poblaciones como Algeciras, que alberga uno de los cinco puertos más importantes de Europa. La desembocadura del Guadalquivir, en Sanlúcar, podría sufrir un importante desgaste de flora y fauna a causa de la salinidad de las aguas. Esa es la entrada a Doñana, el mayor humedal de Europa…

Marbella, ejemplo del exceso: Es un ejemplo claro de aquello que narraba Rafael Chirbes en Crematorio: el ladrillo que todo se lo come. En el informe España: hacia un clima extremo, elaborado por Greenpeace en 2014 y de referencia en el preservacionismo español, ya se alertaba de que la ciudad podría verse seriamente dañada, tras haber convertido en artificial todo lo natural. Hasta el 60% de la Costa del Sol está edificada. Estepona, Fuengirola o Torremolinos estarían igualmente en una situación angustiosa, tras cargarse sus defensas.

Siguiendo hacia oriente, el mar de plástico de Almería cambiaría por completo, con los invernaderos salinizados con agua de mar, especialmente en Adra y San Agustín. Las playas de la zona de Gata también perderían espacio.

Valencia, adiós Albufera: Por la manera en que han crecido los núcleos de población de Levante, el riesgo en este caso no es sólo de perder playas, sino de que el agua anegará barrios completos. En la capital valenciana, podría llegar a Malilla o la Ciudad de las Artes y las Ciencias. La Albufera, el parque natural, recibiría masas de agua que cubrirían gran parte de sus superficie y alteraría su biodiversidad, afectando a trabajos como el de los arroceros.

También peligran grandes focos turísticos de la zona: Vinaroz, Oropesa, Benicasim, Benidorm, Benicarló, Gandía, Denia, Santa Pola… Los temporales de la provincia llevan ya años dando una cara nueva, más dañina, que lamentablemente sólo irá a más. Los espigones y paseos marítimos han tenido poco aguante.
Baleares, una pérdida vital: los de la Península tenemos tierra adentro en la que reconstruir lo perdido. En las islas es más complicado. Perder suelo en territorios pequeños, que dependen tanto de sus costas (playas y puertos) es un drama. Aunque están en la zona templada de España, la subida del nivel del mar puede ser de un metro a un metro y medio. Se verían afectadas sobre todo las zonas de bahía y las más pantanosas, como la Albufera de Mallorca, el humedal de Migjorn y zonas del este de la ínsula.

Canarias, en rojo: solas, en mitad del Atlántico, las islas están hermanadas con el norte de España en cuanto a riesgo de subida de aguas, de unos tres metros. Es la segunda región española más afectada por el aumento de las temperaturas provocado por el calentamiento global. Aunque todas las islas tendrían problemas, la zona norte y el sureste serían las más dañadas. En este caso, la clave es la exposición al océano y el exceso de edificación. También en este caso se auguran importantes bajadas del PIB local por el daño en la economía, de entre el 1,5 y el 2%.

La costa catalana, demasiado baja: El 23% de la población española vive a menos de 20 metros de altitud sobre el nivel del mar, pero ese nivel se reduce a la mitad en la costa catalana, algo similar a lo que pasa en Cádiz. Las proyecciones sostienen que Barcelona quedaría parcialmente bajo el nivel del mar si siguen subiendo los niveles y no se trata de frenar este fenómeno. Los expertos de la ONU, en el escenario más negro, hablan de pérdidas de hasta 80 metros de playa en la comunidad. Una zona especialmente afectada por ello sería el Golfo de Rosas y también la localidad de Deltebre (Tarragona), que podría desaparecer por completo.

Pero el daño mayor en Cataluña lo sufriría el Delta del Ebro por la intrusión salina en sus aguas, por la suma de la subida del mar y la reducción de caudal del propio río. Perdería gran parte del suelo y su naturaleza única quedaría totalmente transformada.

Queda claro que el cambio climático, como dice la frase típica entre los investigadores, “es un asunto de ayer, no de mañana”, y por eso se lamentan de que no haya aún apuestas claras para pararlo. Pero aún hay margen. Toca trabajar duro -y en serio, que nos lo hemos buscado nosotros- para que nuestra costa cambie lo menos posible.

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