Los tratamientos para la aterosclerosis durante décadas se han centrado en reducir los niveles sanguíneos de LDL o «colesterol malo», un segundo transbordador que transporta moléculas de colesterol de la dieta (y del hígado) a las células del cuerpo, incluidas las de las paredes de los vasos. Pero la capacidad de los tratamientos que reducen el colesterol LDL para reducir el riesgo de ataque cardíaco es limitada, y especialmente en adultos con diabetes, que tienen el doble de probabilidades de morir de enfermedad cardíaca o accidente cerebrovascular que las personas sin diabetes, según la American Heart Association, según recoge sciencedaily y comparte Periodista Digital.
Para reducir el riesgo de enfermedad que no se aborda al reducir el colesterol malo, el campo diseñó medicamentos que elevaron los niveles del transbordador de colesterol «bueno» (HDL) que transporta el colesterol desde las paredes de los vasos sanguíneos al hígado para su expulsión del cuerpo. Los dos mecanismos deberían funcionar juntos, pero los medicamentos muy esperados para aumentar el HDL (por ejemplo, inhibidores de la proteína de transferencia de colesteril éster) no lograron en 2016 ensayos clínicos para reducir el riesgo de ataques cardíacos más allá de lo que podría lograrse mediante la reducción del colesterol.
Ante estos límites, los investigadores observaron más de cerca los roles en la aterosclerosis y la diabetes de la inflamación. Parte de este cambio fue la constatación de que las viejas medidas de cómo un determinado «fármaco para aumentar el HDL» contrarrestaba la enfermedad, como cuánto del transbordador HDL estaba en el torrente sanguíneo de una persona (HDL-C), debía ser reemplazado. La nueva medida, dice Fisher, debería ser qué tan bien el HDL de una persona puede extraer el colesterol de las células (flujo de colesterol total), ya que captura mejor la parte inflamatoria del proceso de la enfermedad.
La nueva medida se basa en el descubrimiento de que las proteínas de señalización y las grasas relacionadas con el nivel alto de azúcar en la sangre se unen, reducen el número y desactivan el HDL, que se compone de una proteína llamada apolipoproteína A-I (apoA-I) vinculada a los fosfolípidos. Esto reduce los suministros del transbordador capaz de lograr el flujo de salida de colesterol, denominado «HDL funcional».
En conjuntos de experimentos, los autores del estudio actual elevaron los niveles funcionales de HDL en ratones diabéticos al aumentar las cantidades de apoA-I presentes, ya sea mediante ingeniería genética o inyección directa. Descubrieron que el aumento en el HDL funcional detuvo la multiplicación (proliferación) de células inmunes impulsadas por el colesterol en la médula ósea, redujo la inflamación en las células inmunes en placas a la mitad y mejoró la reversión de los procesos de enfermedad aterosclerótica (regresión) en un 30 por ciento en ratones ya tratados para bajar su colesterol malo.