La autoestima se define de forma sencilla como la imagen y la opinión que hemos construido acerca de nosotros mismos; y ese aprecio (o la falta de él) que cada uno tiene en relación a sí mismo es el resultado del balance que hacemos a la hora de examinar y valorar las habilidades y fortalezas de las que disponemos para relacionarnos con el mundo.
Si bien la autoestima empieza a forjarse desde edades bien tempranas y las situaciones a las que nos exponemos en nuestros primeros años de vida pueden ser determinantes en su construcción, lo cierto es que sí que es posible matizar y modificar activamente la autoestima con el paso de los años.
Al final es la acumulación de experiencias lo que determina nuestro autoconcepto y la vida nos brinda cada día nuevas oportunidades para pensar, sentir y actuar de manera diferente; es decir, nuevas oportunidades para aprender e integrar esos aprendizajes.
La RAE, que en este caso es muy osada, define la autoestima como la «valoración, generalmente positiva, de sí mismo«. Me encanta eso de generalmente positiva, tan solo lamento que, por desgracia, no siempre es esta la tónica general. Por eso desde aquí te proponemos toda una serie de pequeñas tareas que en las que puedes entrenarte para hacer que tu día a día te devuelva una imagen más positiva de ti mismo.
A fin de cuentas, la autoestima representa el filtro a través del cual vivenciamos e interpretamos todo lo que nos sucede, y de todo ello depende nuestro bienestar. ¿No crees que merece la pena intentarlo?
1. Identifica tus logros. Una vez sumergido en la vorágine del día a día y en la rutina de la vida se nos olvida todo lo que hemos ido consiguiendo a lo algo de los años: perdemos horizontes y por tanto perdemos también motivaciones. Ponte delante de una hoja en blanco e identifica al menos 20 logros que hayas alcanzado a lo largo de tu vida. ¡Verás qué trayectoria! Después puedes integrar este ejercicio en tu día a día y hacer un pequeño balance al final de cada jornada. Te sorprenderás al ver la cantidad de cosas valiosas que haces a lo largo del día y lo poco que las has tenido en cuenta.
2. Acepta la realidad, pero sin resignaciones. No puede lucharse con la naturaleza, pero tampoco tiene sentido justificarse incesantemente escondidos tras las realidades que no podemos cambiar. Aceptar no es sinónimo de resignarse. Aceptar equivale a analizar la realidad de modo que, contando con las limitaciones que en un momento dado no nos es posible superar, a pesar de ello seamos capaces de generar respuestas adaptativas y creativas en función de nuestras necesidades.
3. Asume la responsabilidad y el control de aquello que sí está en tu mano cambiar. De lo que sí depende de ti trata de que no quede ni una parcela de responsabilidad no asumida. No lo dejes para mañana, ejecuta desde hoy. Toma las riendas de tu vida. En definitiva, estos dos últimos ejercicios pueden definirse de la siguiente manera: ACEPTA LO QUE NO PUEDES CAMBIAR PARA OCUPARTE DE TODO LO QUE SÍ ESTÁ EN TU MANO HACER.
4. Identifica objetivos realistas. El largo plazo, por definición, no es asequible de manera inmediata pero es tremendamente útil poner la mirada en él para dotar de sentido nuestras a pequeñas acciones cotidianas. Identifica tus metas vitales. ¿Cómo te gustaría que fuera tu vida? ¿Qué es lo que de verdad valoras? Persiguiendo objetivos personales y genuinos perseguimos la sensación de coherencia con uno mismo y, en última instancia, alcanzamos la satisfacción con la vida. Eso sí, no te pidas imposibles. No te pidas más de lo que le pedirías a un tercero.
5. Di ‘no’ a todo aquello que no estés dispuesta a tolerar. Al contrario de lo que solemos pensar, decir ‘no’ no hace más probable el rechazo del otro sino la obtención de su respeto. Toda relación social, sea del tipo que sea, necesita de límites para no ser abusiva o excesivamente costosa. Tus límites los pones tú, y esa es la fórmula magistral para sentir que eres tú quien tiene el control de tu propia vida, en lugar de sentir que todo tu entorno se ha apoderado de tu tiempo y de tu fuerza de trabajo.
6. Tu opinión vale lo mismo (o quizá, a veces, incluso más) que la de los demás, ¡Exprésala! Especialmente en lo que a ti te afecta, escucha opiniones y comparte puntos de vista pero no pierdas de vista tus deseos y tus necesidades. Guiarte siempre por lo que otros quieren o esperan de ti solo te hará sentir extraña a ti misma. Fíate de tus propias impresiones, permítete defenderlas en público y tomar decisiones también en basa a ellas. Esto tampoco hará que otros te rechace, al revés: permitirá que otros te conozcan y te valoren de manera genuina.
7. Aprende de los errores. En lugar de negarlos o de sobredimensionarlos. Instalarte en la culpa o el arrepentimiento solo te traslada a un pasado que ya no puedes cambiar. Vive el momento actual con todo el margen de maniobra que el presente te permite. No será posible volver al pasado pero sí actuar desde ya mismo para que el futuro que construyas sea mejor.
8. Planifica tu día a día. Para que no pasen los años sin que hagas nada de lo que querías hacer. Asegúrate de que entre obligaciones y rutinas cuelas todos los días una actividad placentera o, cuanto menos, una actividad que vaya con tu identidad, que sea coherente con tus objetivos o tus anhelos.
9. Piénsate bien para sentirte bien. Eres imperfectamente perfecto. Recuérdalo siempre. Con tus defectos y tus virtudes, con tus aciertos y con tus errores, eres único y especial. Recuérdatelo cuando la vida te haga sentir del montón. Reivindica tu singularidad y pon el foco de atención en las virtudes que puedes explotar (sabiendo que los defectos están ahí y que deberás estar atenta para mantenerlos a raya).
10. Apóyate en los demás, libera tus emociones, y déjate ayudar. Tendemos a pensar que pedir ayuda es de débiles, cuando en realidad es precisamente la estrategia de afrontamiento que más fuertes nos hace. Tu omnipotencia acaba donde acaban tus fuerzas. Eso no es vulnerabilidad, se llama ser humano. No solo no es posible que llegues a todo sino que tampoco seria sano que lo hicieras. Disfruta de lo gratificante que es la relación de reciprocidad con el otro, déjate conocer e interésate también por el otro, benefíciate del el desahogo con los demás, comparte intimidad, ayuda si te es posible, y pide ayuda cuando seas tú quien lo necesita.