Descubrimientos en el Monasterio Jerónimo de Santa María de Trujillo (Cáceres)

Descubrimientos en el Monasterio Jerónimo de Santa María de Trujillo (Cáceres)
Crucificado

Desde que las religiosas jerónimas se trasladaron a su antiguo convento situado en la «Villa trujillana», han llevado a cabo una loable labor de rehabilitación y restauración del edificio, contando con escasos recursos económicos. En la iglesia conventual, concretamente en la capilla del muro del Evangelio, existe un gran arco de medio punto realizado en ladrillo. El Convento de las Jerónimas fue construido sobre el palacio solar de los Vargas a finales del siglo XIV y principios del siglo XV. Por una portada gótica del siglo XV entramos a la iglesia conventual, las religiosas han preferido conservar en el interior la imagen de la Virgen de Belén de cantería que antiguamente había presidido la puerta. La iglesia está cubierta con bóvedas de crucería y en su interior podemos destacar un Calvario renacentista, el púlpito procedente de la iglesia conventual de la Merced y la estatua orante del capitán Francisco Pizarro de Vargas. Hemos de destacar la torre o «Mirador de las Jerónimas», en el convento de Santa María de las Madres Jerónimas predominan las ventanas geminadas, ajimezada, donde campean los escudos de los Vargas. Consta la torre de planta rectangular, obra realizada a finales del siglo XIV o principios del siglo XV. Se encuentra en lamentable estado de conservación, si no se lleva a cabo una urgente labor de consolidación y restauración lamentablemente perderemos una importante obra arquitectónica de la zona monumental. Es un momento crucial para que Patrimonio se preocupe y pueda llevar a cabo los trámites necesarios para actuar sobre este bien cultural de Trujillo.

En Trujillo se conservan escasos restos de la población morisca, constituida por musulmanes descendientes de los que llegaron a Trujillo en el siglo VIII y se quedaron bajo las condiciones que venían siendo frecuentes para el resto de la Península: pagar tributos y ser «vasallos» o pueblo sometido. Tenemos testimonios artísticos de la minoría mudéjar en la Ciudad en edificios monumentales como en las ventanas de las torres del Alcázar de los Chaves y los Bejaranos, así como las chimeneas del Palacio de San Carlos, de forma rectangular y otras octogonales que siguen trazas mudéjares. Concretamente en las edificaciones ruinosas existentes en el interior del patio del convento de las Jerónimas se conservan vanos mudéjares que se abren en medio punto y carpanel realizados en cantería y la circunferencia de ladrillo, que solamente por la alternancia de materiales resultan dinámicos y atractivos.

Hace unos meses han terminado las obras de rehabilitación y consolidación de un arco que ha aparecido en las dependencias del convento, consistente en un friso de dientes de sierra de ladrillo -que presenta las mismas características que los existentes en el convento de Agustinas de Almendral y en el presbiterio de la iglesia, y un arco apuntado de doble rosca, la inferior más ancha que la superior, realizadas en ladrillo, y que siguen la tónica de los arcos interiores de iglesias cacereñas como Alía o el claustro de la catedral de Coria, probablemente obra de la segunda mitad del siglo XIV.

También hemos de destacar la aparición de esgrafiados con representaciones de los Evangelistas, visible solamente la efigie de San Juan, ocultas tras la cal de la antigua capilla de los Vargas, interesantes muestras pictóricas, también se han descubierto en el solar del patio dos inscripciones romanas, una hebrea y una árabe y, un Crucificado de piedra, que pertenecería a un Calvario, que desde el punto de vista iconográfico, se trata de un Cristo muerto en la Cruz, sujeto a ella por un clavo en la mano izquierda y la derecha desclavada con el brazo retorcido tras el cuello, apoyando el pie derecho en un pequeño pedestal, adoptando una postura forzada, de acento patético, destacando el impacto expresivo por las posturas de los brazos y de la cabeza, en clara disposición retorcida por el dolor, destacando la fuerza expresiva de la disposición del cuerpo y la actitud dramática, un apreciable testimonio de arcaísmo.

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