Han intentado vender una unidad marmórea en cuanto al visto bueno de todos los obispos a los indultos a los golpistas.
Sin embargo, por mucha campaña de marketing que ha propulsado el presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, lo cierto es que no todos comulgan con esa medida de gracia ni con el hecho de que la Iglesia española haya dicho amén a la misma.
Tanto es así que la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, celebrada entre el 22 y 23 de junio de 2021 no fue, precisamente, una balsa de aceite.
Tal fue el nivel de discusión en ese órgano que se optó, sorpresivamente, por no publicar nota alguna de esa reunión para no dejar entrever posturas a favor o en contra de los indultos.
Sin embargo, en la jornada del 24 de junio de 2021 estalló la bomba con la rueda de prensa que tuvo que ofrecer el obispo y secretario de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello.
El portavoz episcopal aseguró sin matices que los obispos españoles habían coincidido con sus homólogos catalanes en la necesidad del diálogo y calificó la nota de la Conferencia Episcopal Tarraconense del 17 de junio de 2021 como valiosa, resaltando el esfuerzo que ha hecho en esta situación «que divide a la sociedad catalana y que también puede causar tensiones fuertes en la sociedad española».
VOCES DISCREPANTES
Sin embargo, como la mentira suele tener las patas muy cortas, rápidamente le recordaron a Argüello, al que Omella ha dejado a los pies de los caballos, las reflexiones de dos obispos de peso, las realizadas tanto por el de Oviedo como por el de Toledo.
El arzobispo de Oviedo, Monseñor Jesús Sanz Montes, en una Tercera en el diario ABC el 24 de junio de 2021 mostraba su extrañeza por estos indultos y por la apuesta por un diálogo con quienes lo rechazan de plano, es decir los golpistas:
Es extraño invocar el diálogo con los que no quieren hablar, o tener magnanimidad con quienes la van a usar y tirar, o empeñarse en la reconciliación con los que siguen insidiando con saña y dividiendo sin rubor, o abogar por la tolerancia con quienes no renuncian a la violencia, o apelar a medidas de gracia para beneficio de los que ni las piden ni las merecen por su amenazante actitud de reincidencia.
Suele esconder una estrategia que tiene pretensiones inconfesadas, y unos objetivos buscados tras la tramoya que tiene pagadores que te los financian. Pero lo que se oculta con ardid retorcido, se descubre sin especial dificultad a la corta o a la larga. Y los beneficios maquillados y trucados son fácilmente reconocibles y dan la cara. Cuando todo esto resulta una maquinación política, una más que nos acerca la ralea de quienes han hecho su propio cortijo de la gobernanza de un pueblo, entonces se descubre la actitud tramposa de unos modales en las formas y la aptitud perversa de unos intereses sin entraña.
Más difícil resulta calificar la actitud y la aptitud cuando no hay siglas políticas detrás, sino simplemente un buenismo irresponsable que se alinea con ellas sin más, repitiendo como un mantra los argumentos prestados y asumidos en canal, cuando más bien cabría esperar un juicio moral que se deriva de la rica doctrina social de la Iglesia que ahonda en su sabiduría y bebe de su experiencia que con logros y fallos hemos ido escribiendo como preciosa aportación serena a la sociedad.
Por su parte, el arzobispo de Toledo, Monseñor Francisco Cerro Chaves, también se mostraba contrario a que la Conferencia Episcopal comulgara sin más con esa medida de gracia a la banda de Oriol Junqueras:
Normalmente en las situaciones de indultos se supone que hay una petición, un arrepentimiento y un propósito de enmienda, pero ¿hay realmente aquí arrepentimiento?