"A los que piden que se prohíban habría que preguntarles qué hacen ellos por anunciar el Evangelio"
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(José Manuel Vidal).-Desde hace 32 años, unas 5.000 personas se reúnen en la «romaxes» anual organizada por Irimia. Este año, se celebrará en Monterroso. Un encuentro litúrgico-festivo arraigado, creativo, encarnado y reivindicativo. Los inquisidores de la Red lo tachan de herético y aseguran que en él se comenten abusos litúrgicos. El teólogo de prestigio mundial Andrés Torres Queiruga sale al paso de sus acusaciones «envenenadas». Sin idealizar las romaxes, explica su significado profundo, redimensiona la polémica y pide a fieles y obispos que las enjuicien con «criterios realísticamente evangélicos» y «concedan menos relevancia a lo puramente ritual».
¿Ha participado en las Romaxes desde sus inicios?
Sí, he tenido la suerte de participar desde su nacimiento, y espero seguir disfrutando de su celebración.
¿Le deben mucho a Chao Rego y a otros pioneros?
Siempre hay la mente imaginativa. A Chao le corresponde, sin duda, la iniciativa. Las romaxes llevan la marca de su creatividad. Junto a él otros han estado siempre apoyando, cooperando, organizando. Las romaxes tienen mucho de trabajo comunal, de verdadera comunión eclesial. Y está, indispensable y fecunda, la colaboración de la gente de los distintos sitios donde ha ido celebrándose. El recorrido entrañable por la geografía de Galicia es una de las notas preciosas, «encarnatorias», de las celebraciones.
¿Cuál es su significado profundo?
Las romaxes quieren ser ante todo una celebración que refleje la «gracia» divina, es decir, la gratuidad y la alegría de la salvación. Son acontecimientos extra-ordinarios, en el doble sentido de la palabra: por un lado, se celebran pocas veces, una vez al año; por otro, no pretenden suplir y menos sustituir la celebración ordinaria de la Eucaristía. Muchos que las (mal)juzgan no tienen en cuenta este carácter, que es fundamental, pues explica su más verdadero significado. En primer lugar, porque eso las une a todas las romerías populares es decir, a las diversas romaxes, tan numerosas en Galicia, pues todas ellas rompen también los moldes de la celebración normal: basta asistir a la fiesta anual de cualquier santuario importante (incluidas las celebradas en las catedrales).
Personalmente concentraría en dos puntos lo específico de las romaxes. Primero, promover una vivencia más libre, espontánea y realista de la liturgia, enganchando no sólo con el idioma normal (algo decisivo), sino con las tradiciones y aun con el folclore y los símbolos más queridos del imaginario colectivo. En segundo lugar, y por eso mismo, lejos de oponerse a la verdadera liturgia, constituyen una excelente introducción a su significado profundo. Lo que se hace en la romaxe no puede hacerse todos los días, pero «mete por los ojos y los oídos» lo que quiere ser la liturgia cotidiana. Constituyen una auténtica catequesis.
¿Es verdad que están trufadas de política?
Es la vieja cuestión, que ya asedió toda la actividad de Jesús de Nazaret. Si por trufar de política se entiende llamar la atención sobre las injusticias (recuerdo todavía hoy con emoción la dedicada a denunciar los restos abusivos de los «caseros», con el correspondiente pago de «foros» y amenaza de expulsión, allá por la Costa da Morte), tomar conciencia de los problemas y afirmar la identidad colectiva, sí lo está. Si se entiende como postura o manipulación partidista, afirmarlo constituye simplemente una calumnia.
¿Se cometen en ellas abusos litúrgicos imperdonables?
Repito lo dicho acerca de todas las romerías: incluso la celebración del Apóstol Santiago en nuestra catedral rompe la «normalidad» litúrgica; no digamos ya en las aglomeraciones de los santuarios. Lo extra-ordinario lo es porque no se ajusta completamente a lo normal.
Lo cual no significa que todo sea legítimo. Pero yo pediría que se juzguen las diferencias poniendo la mano sobre el corazón y sobre el Evangelio. ¿Será más ilegítimo evocar los símbolos populares que ignorar el idioma del pueblo? ¿Escandaliza más que, como por otra parte se ha hecho a lo largo de la historia, se alargue la celebración ilustrándola con textos significativos (que aclaran, jamás sustituyen a los bíblicos) y con alguna representación escénica, intuitiva y fácilmente comprensiva, e incluso que se introduzcan ciertas variantes aclarativas en el texto de la anáfora, o que, por le contrario, se celebre una misa tras otra, de ordinario, a toda prisa y sin que apenas nadie se entere de nada? ¿O acaso será peor usar cálices de cerámica típica y pan ordinario que pasear imágenes con billetes colgados del manto? Y puestos a hablar de dinero, ¿será más evangélico hacer un gran negocio con los santuarios (y conste que sé que hay algún santuario que, en gesto ejemplar, reparte con los pobres) o proclamar la absoluta gratuidad de la liturgia?
La cuestión es ciertamente delicada, pero yo insisto en confrontarse a pecho descubierto, usando criterios verdaderamente evangélicos y buscando eficacia catequética.
¿Los participantes son todos o casi poco menos que herejes?
Ésa es simplemente una bobada calumniosa.
5.000 personas que se reúnen anualmente desde 1978… es algo muy llamativo–
Evidentemente. Y aunque no conviene idealizar, no deja de ser admirable que la gente acuda y mucha encuentre ahí una experiencia que antes no había vivido. Una anécdota significativa de la primera romaxe. Un policía enviado allí para controlar e informar acerca de una reunión tan supuestamente subversiva, acabó preguntándole confidencialmente a uno de los organizadores donde se celebraba la próxima, porque no quería perdérsela, ahora ya para sí y por su cuenta.
¿Una de las realidades pastorales más vivas y auténticas de Galicia?
No conviene exagerar. Repito lo de extra-ordinaria. Se trata de un símbolo auténtico y bonito que hace bien, pero que no abarca la vida y no puede ni pretende sustituir a la pastoral ordinaria.
Y a este propósito quisiera hacer una doble observación. Sería ingenuo por parte de los participantes en la romaxe pensar que con ella se solucionan los problemas pastorales de Galicia. Pero también lo sería pensar que pastoralmente con criticar los posibles abusos de las romaxes ya se ha ejercido la vigilancia evangélica sobre la liturgia, cuando los problemas verdaderamente graves son muy otros. Pienso, por ejemplo, en las homilías dominicales sin un mínimo de actualización teológica y sobre todo, en la comercialización a veces realmente escandalosa de la liturgia funeraria.
¿Qué le parece la campaña que están haciendo los inquisidores de la Red para presionar a los obispos a que las prohíban?
Típico. Ante todo habría que preguntarles qué hacen ellos por anunciar el Evangelio. Y luego hacerles la pregunta decisiva: de verdad y ante Dios, ¿se atreven a decir que lo que afirman es verdad; o más simplemente, que conocen realmente lo que allí se hace y se pretende? Se han parado a pensar que la calumnia -y aún la propalación de sospechas infundadas- es un pecado, que puede ser muy grave? ¿Han meditado alguna vez en que sus acusaciones se parecen mucho a las que otros hicieron contra Jesús de Nazaret?
¿Qué relación mantiene la jerarquía con las Romaxes?
De cautela. Y lo comprendo, pues la liturgia es asunto delicado, por fundamental. Y tienen encima las acusaciones insistentes y no pocas veces venenosamente denunciadoras al Nuncio o a Roma. Creo que, como en general se ha hecho hasta ahora, debe mantenerse diálogo en busca de un equilibrio que evite tensiones excesivas. Y al respecto volvería a insistir en que los criterios sean realísticamente evangélicos y se conceda menos relevancia a lo puramente ritual. Jesús ponía lo fundamental en «adorar en espíritu y en verdad».
¿Cuál es el mensaje que va a nuclear la Romaxe de este año en Monterroso?
El lema parece un poco críptico, pero es muy significativo_ «Se ti viras o que eu vin»; es decir, «si tu vieras lo que yo he visto». Se refiere al peligro de desaparición del mundo rural y al progresivo descuido y aun destrucción de su cultura secular. Se trata, por tanto, de una llamada de atención, de una puesta en relieve de su dignidad y de sus valores; de la convocatoria a un afrontamiento serio y profundo de un problema tan real como difícil. En cualquier caso, a la búsqueda de una actitud verdaderamente evangélica, llena de amor y de respeto hacia nuestra gente y nuestras tradiciones. En definitiva, de comunión fraterna y agradecida a todo un mundo que ha sido capaz de conservar los más genuino y profundo de nuestra tradición.
Algunos titulares
«Las romaxes llevan la marca de la creatividad de Chao Rego»
«Las Romaxes meten por los ojos y los oídos lo que quiere ser la liturgia cotidiana»
«Constituyen una auténtica catequesis»
«Es una calumnia afirmar que están trufadas de política partidista»
«No conviene idealizarlas, pero no dejan de ser admirables»
«Un símbolo auténtico, que no puede ni pretende sustituir a la pastoral ordinaria»
«A los que piden que se prohíban habría que preguntarles qué hacen ellos por anunciar el Evangelio»
«Hay acusaciones insistentes y no pocas veces venenosamente denunciadoras al Nuncio o a Roma»
«La jerarquía mantiene una relación de cautela con las romaxes»
«La de este año es un homenaje al mundo rural, capaz de conservar los más genuino y profundo de nuestra tradición»