Desde el Atlántico

Carlos Ruiz

La crisis de Schengen replantea la integración europea

La quiebra del acuerdo Schengen es la consecuencia de una construcción política europea ignorando la realidad. El anuncio de las suspensiones del acuerdo Schengen por Francia y Dinamarca constituye un acontecimiento de una gravedad extraordinaria. La relevancia del hecho sería comparable al supuesto en que Alemania se retirara del euro. Pero sería un error pensar que esta decisión de Francia y Dinamarca es la causa de la quiebra del proceso de unión política europea. A nuestro juicio, estamos más bien ante la consecuencia última de un proceso para sacar adelante la unión política europea desde un planteamiento errado y que, con esta decisión, demuestra que está agotado.

El proceso de integración europeo lanzado al amparo de los tratados que instituyeron las Comunidades Europeas (CECA-1951, CEE-1957 y EURATOM-1957). Este proceso, impulsado tras el fracaso de los intentos de integración político europea después del final de la Segunda Guerra Mundial, se basó en las ideas expuestas en 1950, de forma clarividente, por el ministro de Exteriores francés, de origen alsaciano, Robert Schuman. De acuerdo con las mismas, no podría haber integración política europea sin que previamente hubiera una “solidaridad de hecho” entre las naciones europeas. Esa “solidaridad de hecho” se intentó conseguir mediante un proceso de integración europea en el terreno económico. Este proceso se articuló a través de un método nuevo y original, el llamado “método comunitario”. Este método, en síntesis, suponía crear un Derecho común para TODOS los Estados miembros de las Comunidades Europeas en ciertas áreas de tipo económico. Como es sabido, el método comunitario para la integración económica europea fue un éxito y a los seis Estados fundadores de las tres comunidades se sumaron otros tres Estados en 1973, más Grecia en 1981 y España y Portugal en 1986.

Sin embargo, algunos europeístas, sobre todo desde el Tribunal de Justicia de las Comunidades, ignorando las enseñanzas de Schuman quisieron llevar el proceso de integración más allá del ámbito económico y de las áreas fijadas por los tratados. Cuarenta años después de la fundación de la CECA, tres grandes europeístas, Kohl, Mitterrand y Delors quisieron iniciar el proceso de integración política europea con el acuerdo de Schengen (para eliminar las fronteras interiores) y el Tratado de la Unión Europea firmado en Mastrique en 1992. Fue una decisión que el tiempo ha mostrado como poco acertada.
Por un lado, se alejaba del espíritu de Schuman, pues se decidió emprender un camino a la integración política, en materia de política interior y exterior, cuando aún no se había concluido el proceso de integración económica en aspectos esenciales como eran los de la política fiscal y laboral.
Por otro lado, dadas las resistencias del Reino Unido de Thatcher a embarcarse en ese proceso, en ese camino se empezó a dejar de lado el “método comunitario”. Y así se empezó a utilizar, de forma paralela el método de las “cooperaciones reforzadas”. A diferencia del “método comunitario” donde se creaba un Derecho común para todos los Estados miembros de la Comunidad Europea mediante órganos de la propia Comunidad, en las “cooperaciones reforzadas” algunos Estados miembros podían crear nuevas reglas de Derecho que no serían vinculantes para “todos” los Estados comunitarios. Además, en la creación de estas nuevas reglas no comunes para todos, se dejaba abierta la puerta a la exclusión de algunos órganos y procedimientos comunitarios podían ser excluidos. Este método se utilizó para crear el euro (en el que no quiso entrar el Reino Unido) y a este método se recondujo el acuerdo de Schengen para eliminar las fronteras interiores de los Estados firmantes. La idea de la “cooperación reforzada” ha llegado a niveles preocupantes con el Tratado de Lisboa de 2007 en donde, ironías de la historia, la Carta de los Derechos Fundamentales, que debía ser el núcleo común de la Unión Europea, se aplica “a la carta”.

Las “cooperaciones reforzadas” crearon la ilusión de que se podían dar pasos adelante en el proceso de integración política. Pero esos pasos se daban con pies de barro. La lamentable política europea de “cooperación” con los regímenes no democráticos del norte de África y la aventura bélica de Libia han ocasionado una tormenta migratoria que ha deshecho esta ilusión. Sería injusto culpar a Sarkozy por ello. Su aventura libia sólo nos ha mostrado que el proceso estaba construido sobre bases falsas. Sería también injusto pensar que no es necesaria una mayor integración europea. Pero en una casa el tejado siempre es lo último. La integración tiene que hacerse desde abajo. La doctrina de Schuman, sesenta años después, está más vigente que nunca.

NOTA:
Una síntesis de este artículo se ha publicado en la edición nacional del diario ABC, con fecha de 12 de mayo de 2011.

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Autor

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental Universidad de Santiago de Compostela

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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