El vino en las grandes mesas

«Pero, ¿cómo es esto? ¿Una botella de vino encima de la mesa donde comemos?”, podría haber vociferado no solo un Rey, por poner un ejemplo de alguien “grande”, sino cualquier persona mínimamente sofisticada y con el poder necesario para protestar por algo que protocolariamente, en una “gran mesa”, puede resultar cuanto menos chirriante. Nadie duda que un Rey es un “grande”, pero también lo puede ser una estrella de Hollywood o, incluso, salvando distancias, un “capo” de la Mafia siciliana. Bueno, con motivo del día de hoy, con la proclamación de Felipe VI como Rey de España, recuerdo este viejo artículo con muchos cotilleos sobre los Borbones y los vinos.

Todo depende de la vara de medir que utilicemos: desde el “codo” bíblico con el que se diseñaron las medidas del Arca de Noé hasta el “tanto tienes, tanto vales”, hay un amplio abanico de posibilidades. Eso en lo que a los “grandes” se refiere. Pero, ¿qué pasa con las mesas? Bueno, como habrá adivinado, una “gran mesa” no es una mesa muy grande, sino una mesa en la que se sienta alguien “grande”. Y cuando se habla de grandeza, una de las claves, en lo que al vino atañe, es no dejar una botella de vino sobre la mesa en la que se come, sino en una auxiliar, al cuidado del personal de servicio o de uno mismo, si en términos familiares se desarrolla el banquete. Porque, como se va a ver aquí, el vino nunca falta de las grandes mesas, debidamente servido. ¿Cuándo? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cómo? Veamos algunos ejemplos, e incluso algunos “por qués”.

Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, aún no había cumplido los 18 años cuando recibió una curiosa herencia: el trono de España. Tras unas cuantas vicisitudes, entre ellas una Guerra de Sucesión, consolida su herencia tomando posesión del trono e instaurando en España la dinastía de los Borbones. Así comienza en nuestro país el siglo XVIII.

Y se inicia también una nueva gama de costumbres culinarias relacionadas con una cada vez más predominante influencia francesa en la Corte: un personal de servicio procedente del país galo hace su entrada en Palacio, incluyendo la figura del “jefe de cava”, responsable de la bodega real, que entre otras cosas facilitaba el vino de Borgoña que se añadía al caldo de carne, con huevo, azúcar, canela y clavo, que acostumbraba degustar el monarca, incluso de desayuno. Sofisticaciones que suponían, más allá de la política, un importante punto de inflexión también en los usos gastronómicos precedentes, marcados por la austeridad de la Casa de Austria. Su esposa, Isabel de Farnesio, solicitó el uso de champaña en las salsas, hecho que hizo escandalizar a más de uno de los más rancios representantes de la época anterior, igual que otros detalles como el de compartir lecho con el monarca para dormir, algo que estaba igualmente muy mal visto hasta entonces.

Extraños compañeros de cama. Claro que poco a poco este tema de los lechos compartidos fue entrando más y más en las costumbres, como sucede en el caso de las estrellas de Hollywood, quienes, especialmente en la conocida como “época dorada” se prodigaron en compartir extraños compañeros de cama. Un testigo de excepción de toda esta época, porque sentó a casi todos los grandes de Hollywood en las mesas de sus restaurantes, fue el que ha pasado a la historia como Jean Leon, aunque en realidad se llamaba Ángel Ceferino Carrión Madrazo y había nacido en Santander en un año para muchos aciago, 1929. Además de la gran crisis, ese año moría en Roma Alfonso XIII, y se incendiaba la ciudad de Santander, obligando a la familia de Jean Leon a emigrar a otras zonas, y, finalmente, estos acontecimientos ayudaron a que este emprendedor personaje pusiera rumbo a las tierras americanas y abriera varios restaurantes en Hollywood ante cuyas puertas hacían cola personajes como Gary Cooper o Marilyn Monroe, o el que hubiera llegado a ser su socio en los negocios hosteleros, James Dean. En el restaurante Villa Capri, donde trabajaba Jean Leon, habían acordado ambos, haciendo cuentas en una servilleta de papel, montar un restaurante para los grandes, lo que sería La Scala, pero la trágica desaparición del actor hizo imposible que emprendieran la aventura empresarial de modo conjunto. “Ese Ford se detendrá”, fueron las últimas palabras de Dean antes de que el Ford chocara contra su Porsche.

Buscando a Marilyn desesperadamente. Precisamente en el Villa Capri vivió también Jean Leon sus primeras experiencias, como espectador, en los usos y costumbres de compartir lecho entre los actores de Hollywood. Un sábado por la noche, Frank Sinatra cenaba con un amigo, cuando irrumpió en el restaurante Joe DiMaggio, quien quiso a Marilyn incluso más que Frank a Ava Gardner, para informarle de que ésta estaba compartiendo lecho con alguien cerca de allí.

Ese alguien no estaba del todo definido, pero los principales sospechosos eran Robert Mitchum, un músico llamado Schaefer y una famosa lesbiana, conocida como Sheila. Con la intención de pillar a Marilyn in fraganti, se desplazaron todos, desde la “gran” mesa, a unos apartamentos cercanos e iniciaron un famoso escándalo, que es conocido en todas las crónicas de Hollywood como “el caso de la puerta equivocada”, porque tras tirar la puerta abajo y crear un lío monumental, resultó que se habían equivocado de dirección y habían pillado in fraganti a una pareja, sí, pero… ¡de auténticos desconocidos! Tras montar su primer restaurante propio, Jean Leon fue creciendo en aprecio por parte de los grandes, hasta llegar a servir su propio vino, elaborado en el Penedés bajo su propio nombre, en la recepción de Ronald Reagan tras su investidura en Washington como Presidente de los Estados Unidos de América.

Padrinos a la mesa. Pero, el calificativo de “grande” no implica necesariamente bondad, y también hay vino en las mesas de los grandes criminales. Cuando el conocido gángster Lucky Luciano fue envenenado en el aeropuerto de Nápoles, se encontró entre sus objetos personales un mechero con una curiosa inscripción: “A mi querido compañero Lucky, su amigo en la familia, Frank Sinatra”, hecho que supuso una de las principales pruebas para acusar al cantante de implicaciones mafiosas. Y algo de esto había de haber, porque, por ejemplo, hay constancia de una comida ofrecida por Don Giuseppe Genco Ruso, Padrino de Agrigento, a la que asistió el intérprete de “My way” en 1963. En aquella ocasión, los fondos de alcachofas con espinacas, la Pasta-Cicci (guiso de garbanzos y macarrones con anchoas y carne), el Bollito-mixto (una especie de cocido), la pierna de cordero y los quesos que se degustaron sucesivamente, fueron acompañados por vinos italianos, como el fuerte tinto de Mussomeli, el Albanello y el Moscato, además de la abundante grappa, el afamado aguardiente de orujo italiano.

Vinos españoles para los Reyes. La más grande entre los Grandes de España, la actual duquesa de Alba, no gusta especialmente del vino, por lo que en el Palacio de Liria no se cuenta hoy día con una gran bodega, aunque sí ofrece los mejores caldos a sus invitados, muy variados, pudiendo ser artistas, escritores, políticos o Reyes. Un día, el Rey Juan Carlos, al despedirse, cogió en volandas al mayordomo, diciéndole con satisfacción: “estaba todo muy bueno”. En lo que a la historia de los Borbones respecta, en las mesas de los Reyes de España, seguían proliferando los caldos franceses, como recuerdo del origen de la dinastía. En las comidas del siglo XIX seguían imperando vinos como Sauternes, Château Lafitte, Margaux, Pommard y los mejores champañas. En las primeras décadas del siglo XX se mantuvo en general esta costumbre, aunque Alfonso XII y Alfonso XIII disfrutaron también en la mesa de buenos vinos españoles. Cuentan, por ejemplo, que Alfonso XIII alabó un día el vino ofrecido por el alcalde de un pequeño pueblo, a lo que éste replicó: “si viera el que tengo en la bodega…”. La respuesta del Rey fue como poco ingeniosa: “Ya, ese lo reserva usted para mejor ocasión”.

Tras el retorno de la monarquía con la coronación de Juan Carlos I, la Casa Real ha tratado de incluir en sus banquetes distintos vinos de la amplia producción española actual, que han ido combinando en las sucesivas recepciones ofrecidas. Se ha primado desde entonces el uso de productos españoles, aunque no se ha querido promocionar marcas concretas, sino que siempre se han dado informaciones genéricas sobre los vinos degustados, como modo de apoyar a la producción vitivinícola española, que ha logrado a lo largo de estas décadas una creciente e importante presencia internacional, siendo bebidos sus productos en muchas grandes mesas, de todos los estilos y colores, pero unidas en el gusto por el vino, y por la pléyade de sensaciones que éste produce a todo ser humano, igualando en su disfrute a todos por igual, reyes y villanos, buenos y malos, famosos y anónimos, todos sentados de vez en cuando en su “gran mesa” ante una botella de buen vino independientemente de su importancia social.

BEBIDAS DE REYES

En el libro de Eva Celada, “La cocina de la Casa Real” (Ed. Belacqva), se recogen muchas recetas de platos elaborados para los Borbones a lo largo de tres siglos, y también de algunas combinaciones con vinos, como las que a modo de ejemplo se reflejan aquí:

· LIMONADA DE FELIPE V: se majan en un almirez 150 grs. de galletas o bizcochos, mezclándolos después con 250 grs. de azúcar. Puesta la mezcla en una jarra, se añade el zumo de dos limones, un litro de vino tinto, una pizca de pimienta y medio litro de hielo troceado (o de nieve pura, como se hacía en tiempos del primer Borbón). Se deja macerar durante cuatro horas y se sirve en vaso alto.

· SORBETE DE CHAMPAÑA AL GUSTO DE ALFONSO XII: en un cazo a fuego medio se calientan tres vasos de agua y 250 grs. de azúcar, hasta formar un almíbar ligero. Una vez enfriado, se añade el zumo de una naranja y un limón, junto con sus pieles, dejándose en maceración durante una hora, tras la cual se cuela y se guarda en el congelador el almíbar resultante. Cuando está a punto de congelarse el almíbar, se saca y se mezcla con dos claras de huevo a punto de nieve, dejándose otra vez durante una hora en el congelador. Poco antes de servir, se mezcla con media botella de champaña, sirviéndose en copas previamente enfriadas.

· CLARET CUP: se disuelven cuatro cucharadas de azúcar en un vaso de agua, revolviendo en una jarra el agua azucarada con una botella de vino tinto, dos trozos de cáscara de pepino, una copa de marrasquino o Curaçao, el zumo de una naranja y medio litro de soda o sifón. Se añade hielo troceado y un manojo de hierbabuena. Tras dejarlo macerar durante un rato, se cuela y se sirve en copa de champaña.

TRES BODAS Y MUCHOS VINOS

SS.MM. los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía han visto casarse a sus tres hijos, en sucesivas ceremonias que han interesado enormemente a toda la población. En cada uno de estos festejos se sirvieron diferentes vinos, generalmente elegidos mediante concurso a ciegas entre las propuestas de las diferentes Denominaciones de Origen. Pese a que no se divulgan oficialmente las marcas comerciales, poco a poco se han ido conociendo algunos detalles sobre las bebidas ofrecidas en los diferentes eventos. A modo de curiosidad, y pese a que en las informaciones que se han ido conociendo se pueden haber producido errores, se ofrece a continuación una relación de los caldos degustados en las tres últimas bodas de la Familia Real:

El 18 de marzo de 1995 tuvo lugar en Sevilla el enlace entre la Infanta Elena y Don Jaime de Marichalar. En el banquete de bodas, celebrado en el Real Alcázar de Sevilla, se sirvió un blanco de Rueda, un cava, y un Jerez, además de las 800 botellas de Rioja Gran Reserva de 1987 ofrecidas como obsequio por la D.O.C. Rioja. El menú fue preparado por el restaurante Juliá y consistió en lubina del Cantábrico con trufas y almendras, perdiz roja y tarta.

En el banquete de bodas de la Infanta Cristina con Don Iñaki Urdangarín, celebrada el 4 de octubre de 1997 en Barcelona, el Consejo Regulador de la D.O.C. Rioja ofreció como regalo 900 botellas de Rioja Gran Reserva de la cosecha de 1990. Como aperitivo se sirvió txakolí de Guetaria, en recuerdo a los orígenes del novio, así como Jerez, y en los primeros un blanco de Rueda. La comida fue servida por Semon y consistió en sorpresa de quinoa real (un cereal) con verduritas y pasta fresca, lomo de lubina con soufflé de langostinos y tarta.

· La noche anterior a la boda de los Príncipes de Asturias se ofreció una cena de bienvenida servida por Ferrán Adriá y Juan María Arzak. En los aperitivos se sirvieron dos blancos: Milmanda, de Miguel Torres (D.O. Conca de Barberá) y Clarión de Viñas del Vero (D.O. Somontano). Durante la comida se sirvió un blanco navarro, Chivite Colección 125 del 2002, y se siguió con un tinto de Ribera del Duero, Matarromera Reserva, al parecer por deseo expreso de Doña Letizia. Para los postres se ofreció un moscatel de Málaga.

· El 22 de mayo de 2004 se celebró la boda entre S.A.R. el Príncipe de Asturias y Doña Letizia Ortiz, que culminó con un almuerzo en el Palacio Real servido por el restaurante Jockey. En los aperitivos se sirvieron vinos variados de todo el país, aunque el aperitivo oficial fue un vino fino, al parecer, Tío Pepe. Como blanco se sirvió un albariño al parecer de Fefiñanes, de la D.O. gallega Rías Baixas. Un Rioja del 94, el Gran Reserva Imperial de CVNE, fue el tinto elegido. Finalmente se brindó con un cava elegido por el Consejo Regulador de la Denominación Cava.

Por la noche, SS.MM. los Reyes ofrecieron una cena privada a los invitados ilustres que pernoctaron en Madrid, en la que se degustó un blanco de Rueda, Marques de Riscal Reserva Limousin del 2000 y un Rioja tinto, Auras 99 de Finca Allende, servido en botellas doble Mágnum.

LAS COPAS DE VINO ENTRE LOS MANOS MÁS GLAMOUROSAS DE HOLLYWOOD.

Jean Leon, el famoso hostelero de Hollywood que finalmente dispuso de una bodega propia en el Penedés que hizo que tantos famosos disfrutaran de un tinto producido en nuestro país, sirvió en sus locales muchos y variados vinos a los más famosos actores, políticos, hombres de negocios y personas populares en general. Se sirvieron muchos vinos en muchas grandes mesas a muchos grandes personajes. Veamos algunos ejemplos de esta curiosa andadura, entresacados del libro de Sebastián Moreno, «Jean Leon, el Rey de Beverly Hills«:

· Clientes habituales de La Scala, un restaurante de estilo italiano mediterráneo, fueron Gary Cooper, Paul Newman, Clark Gable, Liz Taylor, Natalie Wood, Barbra Streisand, Frank Sinatra, Dean Martin, Shirley MacLaine, Peter Fonda, Kira Douglas, Fred Astaire y Ginger Rogers, entre muchos otros. Warren Beatty, por ejemplo, gustaba de ir solo a La Scala y comer en la cocina abundantes platos que le iba sirviendo el cocinero, sin que mediera petición previa alguna. Los famosos más bebedores, con diferencia, eran Frank Sinatra y John Wayne, que llegaban a emborracharse de modo habitual.

En aquellos tiempos, en los restaurantes más de moda de Hollywood, en los alrededores del Hotel Beverly Hills, estaba de moda una especie de sangría a la americana, conocida como “Españada”, que se combinaba con variados y abundantes licores bebidos entre plato y plato. No sabemos si esta bebida sería una clave del éxito de la distinguida clientela de estos locales, pero Gore Vidal dejó dicho que a tres kilómetros a la redonda de dicho hotel “estaba prohibido el fracaso”.

Pero mayor éxito tuvieron los vinos franceses, italianos y españoles que se servían en las largas, divertidas y a veces violentas comidas que se organizaban en la época dorada de Hollywood. Así, por ejemplo, los actores que más apreciaban los vinos de Jean Leon, y a los que en cierta medida, como a muchos otros, él educó en el arte de las buenas mesas, fueron Paul Newman y Kirk Douglas. Éste, así como Robert Stack, solían llamar a Jean Leon cuando a Ronald Reagan se le había acabado el vino al que el hostelero dio su propio pseudónimo. Aunque quien más propaganda hizo en los medios fue Michael Caine, quien un día, en una entrevista para la BBC, cuando le preguntaron si era aficionado a la bebida, declaró escuetamente: “Sólo bebo Jean Leon”.

Jean Leon se declaraba pionero en la introducción de nuevas cepas en España, como la cabernet sauvignon, la chardonnay o la merlot, cepas que hoy día se extienden por todo nuestro país. Precisamente, un día el famoso cineasta Billy Wilder se presentó con el actor Klaus Kinski, quien se bebió una botella entera de las primeras cosechas de Jean Leon: un cabernet sauvignon del 74.

Las copas de vino en las manos de los actores no se quedaron olvidadas en la época dorada de Hollywood. En películas recientes, como “Granujas de medio pelo” de Woody Allen, se ve mucho vino y champán en diversos cócteles y ocasiones. Hugh Grant explica a Tracey Ullman las diferencias entre el Borgoña y el Burdeos con sendas botellas (citando uno de los grandes, Chateau Margaux, entre otras marcas). Al final, cuando Tracey Ullman se arruina, se lamenta porque no podrá beber Romaneé Saint-Vivant del 61, una de las más caras botellas de vino francés. Para hacerse una idea, en Lavinia tienen una botella de Domaine de la Romanée Conti Imperial de 1991, de seis litros, que vale unos 36.000 €.

·Otro gran bebedor de vino visto recientemente en las pantallas es Hannibal Lecter, el famoso asesino de ficción quien siempre compra, sin dudar, copas de la marca Riedel, acaso la marca más prestigiosa. Además de degustar el famoso vino de Sauternes, Château d´Yquem, muy adecuado con el foie, se permite realizar compras como dos cajas de Burdeos Château Pétrus a tres mil seiscientos dólares la caja, cinco cajas de Bâtard-Montrachet a mil cien dólares la caja, y distintos vinos más baratos, aunque reconoce también que “siente especial predilección por un Saint Estephe”.

Y si volvemos al glamour original de la época dorada de Hollywood, cabe recordar a Alfred Hitchcock quien incluye el vino, con gran importancia en el guión, en “Encadenados”. Es interesante recordar, en la fiesta final, la angustia de Ingrid Bergman porque no se acabe el champán, ya que le ha robado a su marido nazi la llave de la bodega. Cuando Cary Grant entra en la bodega, descubre algo extraño en las botellas de Pommard, que tienen como una especie de tierra o mineral. Al rompérsele una botella de 1934 y sustituirla por otra de 1940, es cuando descubren el espionaje los nazis e intentan asesinar lentamente a la Bergman, poniéndole veneno en el café. Cuando se empieza a encontrar mal, en vez de sospechar del envenenamiento, comenta: “me parece que tengo resaca”.

Para hablar también de vinos españoles, una curiosidad final: Orson Welles anunció el vino de jerez en el mercado inglés a principios de los 70. En concreto, dos Orson Welles se debatían entre la versión cream y la medium de Pedro Domecq, según ha rescatado hace poco la bodega, quien, con la ayuda de José Luis Jiménez (Presidente del Cine-Club Popular de Jerez y gran conocedor del brandy de jerez, el vino de jerez y la relación de ambos con el cine), han localizado, entre otros hallazgos, la película más antigua de Jerez, fechada en 1924.

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Autor

Juan Luis Recio

Blogger gastronómico y de tendencias, crítico de vinos (XL Semanal), letrista, sociólogo, mensista, poeta

Juan Luis Recio

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