Se le ha dado a este vino el nombre de La Masía, ya que la bodega de Marimar Estate está diseñada al estilo de una clásica masía catalana, y es que la Familia Torres ha cultivado la viña en España desde el siglo XVII y y su filosofía ha sido siempre producir un vino como una extensión del cultivo del viñedo. El viñedo Don Miguel es quien produce las uvas con las que se elabora este vino blanco con paso por madera, y dotado de un carácter peculiar y mágico.
El Viñedo Don Miguel es llamado así en honor del que fue patriarca de la familia Torres, y este viñedo sostenible está situado en el Green Valley — la región más fría y con más niebla del Russian River, a sólo 15 km. del Océano Pacífico. Plantado al estilo europeo, con una alta densidad de 5.000 cepas por hectárea, produce bajos rendimientos y requiere intensa mano de obra; pero las cepas viven más años y las uvas adquieren mayor equilibrio y concentración, así como aromas más refinados y elegantes.
Las uvas se recogieron del 16 al 28 de septiembre y, tras un prensado mínimo con racimos enteros, fermentaron con levadura propia autóctona en barricas de roble francés de primera calidad, un 39% nuevas, de los toneleros Damy del bosque de Allier y Rousseau del centro de Francia. Tras realizar la fermentación maloláctica al 100%, el vino envejeció sobre sus lías nueve meses, y se embotelló en junio de 2020. las 12 hectáreas de chardonnay del Viñedo Don Miguel están plantadas con tres clones diferentes. La combinación de clones en la añada 2019 es 58% See, 28% Rued y 14% Spring Mountain.
En cuanto a su cata, observamos de entrada una nariz intensa y exuberante que recuerda al melón dulce así como a los aromas florales de jazmín del clon Rued. El paladar es fresco, redondo y completo, largo y perfectamente equilibrado, con notas a crema de limón del clon See y toques de avellana del elegante roble. Delicioso ya ahora, durará al menos 15 ó 20 años en perfectas condiciones. Marimar recomendaría servirlo entre 8 y 9 °C. Marimar Estate La Masia Chardonnay 2019 tiene un PVP aproximado de 34 €.
En la zona, fue un año de olas de calor y períodos fríos, pero al final la cosecha fue rápida, sin parar, y muy buena. Comenzamos a “piscar”, como dicen los mejicanos que allí también trabajan, el 4 de septiembre y continuaron cada día, excepto domingos, ¡sin parar! Buenos rendimientos, gran calidad, y fermentaciones sin problemas. Los incendios no afectaron al viñedo, pero estuvieron con el alma en vilo
por los que sufrieron el devastador fuego Kincade, al nordeste de la viña.
La temporada comenzó tarde, ya que llovió justo antes de la floración, pero no llovió durante el verano. Tras la sequía inicial, la pluviometría este año fue muy alta: 195 mm, cuando la media son 125. Sin embargo, el problema es que con más agua en el suelo, la hierba y los arbustos crecen más, lo que significa una mayor huella de combustible. Luego los vientos marinos con la vegetación seca aumentan el riesgo de incendios, lo que lamentablemente sucedió con el incendio Kincade, que quemó 31.467 Ha del hermoso Condado de Sonoma. El clima durante el verano fue bastante variable: a mediados de junio hubo una ola de calor, pero se mantuvo fresco el resto del mes. Otra ola de calor llegó en la primera quincena de julio, luego días fríos y calurosos; y al final, cuando se pensaba que sería un año tardío, todo fue bastante a tiempo.
El equipo comenzaba a vendimiar a las 3 de la madrugada y al amanecer, la tradición de llevarles un desayuno saludable continuó: café recién hecho, zumos, fruta fresca, almendras, yogurt, granola – y
por supuesto, cookies. Como comenta la propia Marimar Torres, «El desayuno con los vendimiadores siempre es el punto álgido de mi día durante la cosecha. ¡Y la cena de fin de cosecha, el broche de oro!».
