Me he acercado este mediodía al funeral por el editor José Manuel Lara, allá en la iglesia de la Concepción en la barcelonesa calle de Aragón. No se cabía.
A la llegada del féretro se han disparado las cámaras de la prensa. Me ha parecido una gran metáfora del impacto mediático de que se nutren los propios medios de comunicación del difunto magnate.
La iglesia estaba repleta de caras conocidas. De repente, por el pasillo central de la basílica con inefable cráneo de melena rizada la silueta del divulgador Eduard Punset. Me recuerda la gran pregunta derivada de uno de sus programas de televisión: ¿realmente existe la muerte?
De José Manuel Lara recuerdo la entrevista que me concedió cuando yo tenía poco más de 20 años por encargo del Gremi de Llibreters de Catalunya para su boletín. Me recibió en el edificio sede de Planeta, entonces en la calle Córcega. Le recuerdo como un hombre voluminoso, tímido y de ademanes suaves.
Fue hace muchos años.