Regreso de nuevo (con el AVE) de Zaragoza. ¡Qué fuerza la del cierzo, el viento que sopla y agita la planicie zaragozana!
Me da cuenta el taxista que primero me conduce primeramente a la Universidad San Jorge, a unos 10 kilómetros de la ciudad, de la dureza del clima continental local: sofocante calor en verano, plúmbeo frío en invierno, agobiante viento cuando el cierzo se levanta.
Pero la ciudad tiene su encanto. Zaragoza se ha reinventado en los últimos 25 años. Su posición es privilegiada: a 300 kilómetros de Barcelona, de Madrid, de Valencia y de Bilbao. Se ha convertido por ello en una formidable plataforma logística. Hay prosperidad, dinamismo y futuro. Un creciente número de extranjeros la visitan, estudiantes incluidos.
(No conozco aún ni Huesca ni Jaca; ojalá pueda visitarlas pronto).