Leo que ha fallecido el escritor Luis Racionero, con quien coincidí tres o cuatro veces. La última de ellas junto a la heladería «Brina» de la calle de Córcega en Barcelona. Ignoraba que era hijo de militar. Quizá de allí su aspecto adusto, en ocasiones avinagrado. Me atrajeron ya de joven sus digresiones sobre Oriente. Y el hecho de ser una persona cultivada.
Por contra, siempre me decepcionó la poca calidad de sus análisis futbolísticos aunque él presumía de haber practicado el deporte rey.
Recuerdo que tuvo la gentileza de acudir a un coloquio en la antigua librería «Excelence» que organicé en su última ubicación, en la calle Balmes. Le vi comedido hablando del tema, Pep Guardiola (yo entonces era guardiólogo, vocación que se enfrió en los años posteriores, en parte al descubrir facetas muy vulgares del personaje en cuestión).
No hay muchos Luises Racioneros y hay por ello que valorar debidamente su pérdida.
En lo anecdótico siempre recordaré aquella vivencia que propició uno de sus divorcios: cuando una de sus esposas se le quejó «porque leía muchos libros». Fue la antesala de uno más de sus divorcios.