Hay dos cosas que se me antojan irrespirables.
La primera es el aire de las grandes ciudades. A medida que nos desconfinamos regresa la contaminación a niveles anteriores a la pandemia. Esa contaminación es germen de futuras enfermedades, entre ellas del propio corona-virus. La automoción exclusivamente eléctrica ha de ser una exigencia de puro sentido común. Por ende, de bienestar colectivo. Y ya. ¿Cuándo alguien investigará la correlación entre gasto sanitario y el uso del vehículo contaminante? Pasará como con el tabaco, que ahora nos cuesta entender que hace 20 años se pudiera fumar en público con aquel desparpajo tan grosero que muchos padecimos.
Y lo segundo es la falta de meritocracia, de igualdad de oportunidades, en parte derivada del racismo pero también de las tendencias mafiosas de sociedades supuestamente avanzadas.
Lo mejor ha de ser para los mejores. Y todos deben tener la oportunidad de demostrar su genuino talento.
(Es tan evidente el quebrantamiento de este principio…)