Leo en las esquelas de La Vanguardia que el 1 de enero de 2021 ha fallecido doña Rosa María Pantaleoni Andreu, en mi casa llamada «la señora Pantaleoni», nuestra farmacéutica de proximidad.
Y tanta proximidad. Rosa María -fallecida a los 89 años- tenía la farmacia a unos 20 metros del portal de mi casa en la barcelonesa calle de Párroco Ubach. Desde finales de los sesenta fue proveedora de mi familia hasta pocos años antes de su jubilación en que hubo un distanciamiento, primero con mi padre y luego con mi madre.
Tenía Rosa María un carácter fuerte y en ocasiones un exceso de celo, una visión absoluta sobre las cosas y una inveterada costumbre a redondear al alza los precios…
Rosa María, vinculada al Opus Dei, encontró en mi familia-durante muchos años- leales compradores de su panoplia de recursos sanadores. Ella leyó mis primeros textos literarios de niño. en su farmacia recibí unas cuantas inyecciones en momentos distintos de mi vida y otros muchos capítulos de proximidad y buen vecindaje allí tuvieron lugar.
Entre mis recuerdos queda fija la imagen de la eficacia logística de doña Rosa María, la gran solicitud con que despachaba los encargos y su inveterada ansia de vivir y llegar más allá de los confines a los que la poliomelitis la confinó en edad joven.
Esta minusvalía física la convirtió en mujer luchadora y temperamental, ávida de desquite con la vida y de romper con todo tipo de limitaciones.
La recuerdo en los comienzos del siglo XXI bajando a toda pastilla por la calle Calvet con una de esos modernos vehículos eléctricos que tanto han proliferado en los últimos años, buen ejemplo de las maravillas que la tecnología puede brindar a aquellos mermados en sus capacidades motoras.
Su entusiasmo rozaba la fiereza y ésta la dotaba de un halo absolutista que no nos podía pasar desapercibido.
Su fallecimiento es ciertamente entristecedor por los muchos vínculos creados y por la certeza de que con ella ha marchado una persona fuera de lo común. Probablemente una rebelde con causa.