Elegía a Miguel Hernández, en texto y vídeo

ELEGÍA A MIGUEL HERNÁNDEZ
cuyos ojos al morir no pudieron cerrarse
*
(En Vídeo:
*
*
En Texto:
 
Yo quiero ser cantando
el aprendiz de tu pericia en lunas
y en rayos que, incesando,
truecan las horas brunas
en luz y llama que en el verso aúnas.
 
Tu doble ojo en ausencia
la canción y el romance habrán helado,
mas la muerte en presencia
quiere ver por tu vado
fe, amor, pasión, ardor que tú has mirado.
 
Labrador de más aire
y pastor de palabras que destellan,
perpetras el desaire
a penas, que se sellan.
Por faro en tu pluma lumbre centellan.
 
Viento del pueblo has sido
y así aún resuena tu dulce aliento,
después de ser herido
por el temible acento
de guerra, celda, frío y sufrimiento.
 
Nanas de la cebolla
le diste a tu hijo hambriento de posguerra,
después que tu otra joya
matara el hambre en guerra
con España, Miguel, la fe y la Tierra.
 
El hombre acecha el vuelo
hoy de los versos, símbolos y rimas
en donde halla consuelo
con el amor en cimas
y en cimas duelo que, al cantar, sublimas.
 
Quién te ha visto postrado
por afección y por derrota huyendo
hasta ser apresado
y quién te ve hoy uniendo
en tu honor a ambos bandos. Tú venciendo.
 
No hay que apartar la tierra
por verte, ni llorar ausencia triste,
pues tu alma no la cierra
ni hachazo que sentiste
ni el desdichado marzo en que partiste.
 
Torna abril entre flores
a pajarear hojas de tu higuera,
cada vez que enamores
a un lector que volviera
a tus hojas de libro y las leyera.
 
Treinta y un años tempranos
y ya hubo que contarte entre difuntos,
mas tus cantos lozanos
en herencia adjuntos
dejaste a mundo y hombre, de ti trasuntos.
 
Tu clara vista abierta
de humanal vida sigue enamorada,
aún mira despierta,
en rehúso a la nada
siente más el latido que la helada.
 
Los ojos, por tus ojos,
del mundo ya no son simples fanales
mirando los rastrojos
de quebrados cristales,
a belleza iris izan verticales.
 
Qué cruel y acerba muerte
por celda fría y bronca peregrino
tu silbo se convierte
en vulnerado trino,
que a rosa en yema han roto su camino.
 
Mas tu canto bravío,
pirotécnico estruendo de vocales,
combate con su brío
y emite sus señales
de azahar, limón, lirio y palmerales.
 
Que truena, truena, truena
tu voz no ha callado aún en la tierra,
raíz posee y ordena
que se pare la guerra,
que escale la voz paz la alta más sierra.
 
Sólo es esta tormenta
de la voz honda del poeta eterno
la que en ti se asienta,
que siempre tu cuaderno
restará entre las naciones fraterno.
 
Liba el néctar la historia
de tu legado, fresco, puro y dulce.
En mil años memoria
habrá de tu agridulce
rasgar de abeja, y más siglos endulce.
 
No rojo desaliento
sientan más las amapolas, que el vientre
de la tierra da al viento
tu son cálido y encuentre
de un palmeral el cielo en que se adentre.
 
El arrullo en tu trino
mece hoy a enamorados labradores
y viaja igual al destino
de las gustosas flores
y de Humanidad. Forja sus valores.
 
No penes, pues, perito
Miguel en vida, muerte, herida y viento,
que siempre el infinito
almendro tendrá atento…
a tu canción de nata, alma y alimento.
 
Juan Pablo Mañueco

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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