La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La última gran paja (mental) de Tarantino

Conste primeramente que no soy un fiel seguidor del tarantinismo. No pertenezco al oleaje devastador de su feligresía, que enloquece cada vez que estalla una víscera al son de una contundente canción. Hasta ahora, más que ‘Pulp Fiction’, lo que más me había enganchado de Quentin Tarantino era el bestial relato manga de ‘Kill Bill I’, cuando se forja al ansia de venganza de una Uma Thurman que es musa sangrienta. Sin embargo, anoche, en cuanto en el cine se desplegaron las letras de los créditos finales de ‘Malditos bastardos’, no pude sino exclamar: “¡Vaya pelotas tiene Tarantino!”.

Me parece admirable el que un autor, en el registro que sea, culmine sus más bajos instintos y se ofrezca el gran auto homenaje de realizar la obra que a él siempre le hubiera gustado hacer. Se percibe claramente que para Tarantino, ‘Malditos Bastardos’ es, ante todo, un ejercicio de onanismo mental. Sin cortarse un pelo, sin complejos, sin el qué dirán: disfrute propio, recreación en su sadismo pervertido, que es, al fin y al cabo, la esencia del tarantinismo. Es como si Almodóvar hace una peli en la que Juan Carlos I rememora los días en que tuvo que convertirse en travesti para, pasando por el peaje de satisfacer el placer sexual reprimido del Caudillo Franco, obtener así el plácet que le llevara a ser designado Rey de todos los españoles. Gustaría o no –a mí no, la verdad–, pero no es difícil pensar que al hoy archi prestigioso, considerado y galardonado Almodóvar, sí le habría gustado hacer esa película. O, al menos, sí le habría gustado al Almodóvar de ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’, donde Alaska se dedicaba a orinar en la cara de su amiga.

Escritores, compositores, directores de cine… Son muchos los creadores que, alguna vez, han tenido en su cabeza una idea que sólo ellos comprenderían de llevarla a cabo. El resto del mundo, viendo su creación, quedaría abatido en el espasmo del rechazo por higiene. O ellos lo creen así. Son pocos los que dan el paso adelante y se arriesgan. Nabokov y su ‘Lolita’ entre las grandes excepciones. Para mí, ésa es una frontera entre el genio y el sofisticado moderado y asentado en su propia condición, aceptada por la masa o una élite que da prestigio, honor… y dinero. Por eso le doy tanto mérito a Tarantino con esta película: se ha hecho un paja (mental) y el mundo entero le aplaude. Creo que ‘Malditos Bastardos’ se merece perdurar.

Y no sólo porque, sin pedir permiso a nadie, Tarantino destroce la Historia y componga un Apocalipsis en el que se enfrentan directamente judíos furiosos y un Adolf Hitler secundado por su guardia pretoriana. No sólo es la culminación de un corte de magas a la pesada losa de lo políticamente correcto. No, es sencillamente que ‘Malditos Bastardos’ es una muy buena película: personajes fascinantes, estética magnética, situaciones por las que merece la pena dejar de respirar, y la música, siempre la música en Tarantino, es-pec-ta-cu-lar. Hay dos o tres escenas, que aquí no comentaré para no fastidiar a quien no haya visto la peli, que son sencillamente brutales. Las ves y las dices: “No puede ser; a este tío se le ha ido la pinza”. Para mí forman parte de un homenaje al cine por obra y gracia de un cinéfilo enfermo como es Tarantino.

Escribe esto quien no es excesivamente aficionado al cine de casquería gore. Sin embargo, me rindo ante la creación depravada e insultante de un genio que aporrea los muros que jamás se pueden franquear. “¡Vaya pelotas tiene Tarantino!”.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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