La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Quiero conocer a Dios

Quiero conocer a Dios. No hablo de creer o sentir, por ahora no. Hablo de conocer, en el sentido de llegar a Él desde la ciencia; entendida ésta no desde una acepción técnica o mecánica, sino como un camino en movimiento, más propio del humanismo, y caracterizado por ser largo y difícil. Me explico: no busco construir aquí un discurso petulante; de verdad, busco desnudar mis ansias espirituales, últimamente encalladas en la angustia y el escepticismo. Por eso, aspirando a continuar una búsqueda trascendente que siempre he sabido que era para toda la vida, quiero dejar por escrito –más para mí que para nadie, pues escribiendo soy en verdad más yo– que ésta está dando el paso de saberse cada vez más libre y auténtica. Al menos lo es la búsqueda, más allá de las conclusiones (y consecuencias) que de ella se deriven.

Quiero conocer a Dios. Y para ello quiero hacerme todas las preguntas del mundo y degustar todas las sensaciones del mundo en el que Él pueda estar presente. Por ejemplo, quiero sumergirme en el arte que más se me mete dentro, la literatura, y acompañar, pensando y sin complejos, a escritores como Oscar Wilde. En De Profundis, el genio inglés, antes hacedor de la belleza mayúscula desde la pasión alegre, despreocupada y disoluta, muestra su gran descubrimiento: de ahora en adelante, el arte sólo puede serlo de verdad si es esencialmente trágico. Su gran iluminación, la imagen de Cristo crucificado, supone para él la mayor composición poética creada hasta la fecha. Wilde murió sin plasmar su nuevo arte, pero acabó haciéndose cristiano desde la belleza artística. Yo aspiro a leer cimas literarias que me produzcan esa sensación. Preferentemente si no parten de la fe. Pues sólo en esos casos, cuando el simple anhelo de arte lleva a lo infinito, es cuando hay un camino que hace pensar al lector.

Del mismo modo, quiero conocer a Dios desde la Historia. Sea plenamente real o no. Y, como soy cristiano, lo hago desde los escritos que más íntimamente hablan de Él: las Sagradas Escrituras, sean absolutamente ciertas o no. Quiero imbuirme de los pasajes que me sugestionan. El sacrificio de Isaac. Su padre, Abraham, estaba dispuesto a entregar la vida de su único hijo, regalo de Dios, por orden de Dios. Hasta que éste, en el último instante, dio paso a la piedad amorosa y paró la prueba. No haría lo mismo con su propio hijo. El Hijo de Dios. El Cristo. Él sí fue entregado en ofrenda por toda la humanidad. Pero, lo que es más maravilloso, por la misma piedad amorosa. La aparente contradicción, que no lo es en absoluto, me hace conocer la belleza de mi fe. Me hace conocer a Dios. ¿Y qué decir de Jesús en el Huerto de los Olivos? La noche amplia abría Jerusalén a sus pies. Temblaba de miedo. Estaba a punto de morir en la Cruz. En la muerte más cruel de todos los tiempos. En la más bella. Porque lo era repleta de amor. ¿Hay alguna composición poética más profunda? Y, si pensamos que es real, ¿no es para sentir el cristianismo como la culminación del arte y la vida?

Así busco conocer a Dios. Sin apartar ninguna pregunta. Cuestionándome todo. Por ejemplo, sin sentirme un hereje por no comprender la razón por la cual se dice que Jesús no instituyó a la mujer en el sacerdocio si siempre se acompañó de mujeres; si éstas anunciaban su Palabra; si éstas le siguieron en los momentos más duros, cuando los hombres lo dejaron solo; si una mujer, la Magdalena, fue la primera en ver la Resurrección y la enviada a que lo diera a conocer a los demás. ¿No era encargada la mujer de dar a conocer el Evangelio? No exijo nada, no doy dogma. Simplemente, con lo que me induce a pensar mi propio discernimiento, pregunto. Sin ser, espero, hereje.

En definitiva, no quiero ser hereje. Pero tampoco rehuyo la tacha si es por pensar en voz alta. Aunque mañana piense otra cosa. Aunque otro hermano me ofrezca otros argumentos y los entienda perfectamente. Y es que quiero conocer a Dios. Como impulso definitivo para, de un modo auténtico, creer en Él.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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