La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El mundo necesita a un Papa humano

Aclaro desde el principio el titular: todos los Papas son personas como las demás, pero lo que ha ocurrido en las últimas semanas ha evidenciado con fuerza que quienes tratan al Sucesor de Pedro como a Dios mismo están muy equivocados. Hasta hace mes y medio, muchos, en la Iglesia, veían al Papa como una figura intocable, cuasi divina. Y eso es un gravísimo error, pues el centro de la fe es un tal Jesús de Nazaret. Así, los presos de la papolatría se quedaron petrificados cuando, en un ejercicio pleno y libre de su conciencia, Benedicto XVI presentó su renuncia. Aunque fueron muy pocos quienes se atrevieron a cuestionarlo públicamente, este gesto inédito en la historia de la Iglesia rompió los esquemas de los que son incapaces de ver el ejercicio del ministerio petrino como un servicio a la comunidad cristiana antes que como una misión irrenunciable que debe culminar con la muerte del designado.

Ratzinger fue consecuente y, cuando supo que ya no tenía más fuerzas y que otro podría hacer mejor que él lo que la Iglesia necesita con urgencia, actuó como un buen pastor y entregó el báculo al siguiente. No, no fue un cobarde ni se bajó de la Cruz. Con un hondo sufrimiento (estoy seguro de ello), renació de su noche oscura y confió en que Dios no va a dejar tirados a sus hijos. Su gesto, responsable ante todo, lo desnudó de sus atributos y mostró que no es sino un ser humano como cualquier otro.

Tras él ha llegado Francisco. Y, desde el primer momento, su afán ha sido profundizar en el acto revolucionario de su predecesor y hacer evidente a todos los seres humanos que el Papa es lo que dijo Benedicto XVI cuando se dio a conocer al mundo: “Un humilde servidor en la viña del Señor”. Nada más que eso. Es un pastor y nos deberá guiar con su palabra. Pero también con sus gestos, que, a través de su indudable sencillez, son un sanador testimonio para una humanidad que está sufriendo enormemente. Algunos no se dan cuenta de la importancia de estos pequeños actos, pero habla mucho de lo que está pasando la amplia repercusión de todo lo que está haciendo un Papa que refleja con su persona una Iglesia pobre.

No están tan lejanos los tiempos en los que uno tenía que agacharse a besar los pies de un Papa cuando estaba ante él. Hoy es el Papa el que se presenta ante todos con sus botones viejos, desgastados de andar entre la miseria de su Buenos Aires. Más allá de que sean rojos o negros, esto es mucho más que un detalle. Es un testimonio vivo, un paso más para acabar con la nefasta papolatría y, aún más importante, romper los esquemas de todos aquellos que hablan de una Iglesia rica y lejana que ha dado la espalda al mundo traicionando, desde la hipocresía, el mensaje que preconiza.

En un tiempo en el que la Iglesia es poco querida por gran parte de la sociedad pese a ser la institución que más ayuda a las víctimas de la crisis, necesitábamos un Papa que, más allá de las palabras, encarne en su persona esa entrega absoluta por la que gotea el amor de Dios en todos los hombres. Benedicto XVI dio el primer paso. Francisco, también en esto, será el Papa revolucionario.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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