GASTRONOMÍA TRADICIONAL CON SABOR A HOGAR

Pollo al ajillo, el clásico español que nunca pasa de moda

Un plato sencillo pero delicioso que conquista paladares con su intenso sabor a ajo y su jugosa textura

Pollo al ajillo
Pollo al ajillo. PD

El aroma inconfundible del ajo dorándose lentamente en aceite de oliva virgen extra es una de esas sensaciones que nos transporta directamente a la cocina de la abuela.

El pollo al ajillo, ese plato tradicional de la gastronomía española, representa la esencia misma de nuestra cocina: sencillez, sabor y tradición.

A pesar de las modas culinarias que van y vienen, este clásico permanece como un tesoro gastronómico que debemos preservar y disfrutar.

En tiempos donde las elaboraciones sofisticadas ganan protagonismo, el pollo al ajillo nos recuerda que la buena cocina no necesita complicaciones.

Con apenas unos ingredientes básicos que todos tenemos en la despensa, podemos crear un festín digno de los mejores recuerdos familiares.

Y es que este plato no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma, evocando momentos compartidos alrededor de la mesa.

Un clásico con historia

El pollo al ajillo es uno de esos grandes clásicos de la gastronomía española que ha pasado de generación en generación. Era habitual encontrarlo como tapa en los bares tradicionales, donde se servía en pequeñas cazuelitas de barro acompañado de un buen trozo de pan para mojar en esa salsa irresistible. Su popularidad se debe no solo a su delicioso sabor, sino también a que es un plato económico y versátil.

La belleza de esta receta reside en su sencillez. No requiere técnicas complicadas ni ingredientes exóticos, solo buenos productos y el tiempo necesario para que los sabores se integren perfectamente. El resultado es un plato jugoso por dentro y dorado por fuera, con un intenso sabor a ajo que conquista a cualquiera que lo pruebe.

Ingredientes para cuatro personas

Para preparar un auténtico pollo al ajillo necesitaremos:

  • 1 pollo entero cortado en trozos medianos (aproximadamente 1-1,25 kg)
  • 1 cabeza de ajos completa
  • 4-5 dientes de ajo adicionales laminados
  • Aceite de oliva virgen extra en abundancia
  • 200 ml de vino blanco o jerez seco
  • 1 ramita de tomillo fresco (o un pellizco de tomillo seco)
  • 1 hoja de laurel
  • El zumo de medio limón
  • 1 cucharada de harina (opcional, para espesar la salsa)
  • 300 ml de caldo de pollo casero o agua
  • Perejil fresco picado
  • Sal y pimienta al gusto

El secreto está en el adobo

Una de las claves para conseguir un pollo al ajillo perfecto es tomarse el tiempo para adobar bien la carne. Este paso, aunque opcional, marca una gran diferencia en el resultado final.

Para preparar el adobo, colocamos el pollo en un recipiente amplio y añadimos media cucharadita de ajo en polvo, media cucharadita de cebolla en polvo, sal, pimienta negra, un majado de ajo y perejil (o chimichurri), el zumo de medio limón y un chorrito de aceite de oliva. Mezclamos bien todos los ingredientes, asegurándonos de que cada trozo de pollo quede bien impregnado.

Cubrimos el recipiente con film transparente y lo dejamos reposar en la nevera durante al menos media hora, aunque lo ideal sería dejarlo toda la noche para que los sabores penetren profundamente en la carne.

Paso a paso hacia el éxito

La elaboración del pollo al ajillo es sencilla, pero requiere atención y paciencia para conseguir el punto perfecto de cocción. Estos son los pasos a seguir:

  1. Comenzamos calentando abundante aceite de oliva virgen extra en una cazuela amplia a fuego medio-alto. Si tienes una cazuela de hierro fundido o tipo cocotte, es perfecta para esta receta.
  2. Añadimos los dientes de ajo enteros y ligeramente aplastados con la piel. Los dejamos dorar durante un par de minutos, vigilando que no se quemen. Una vez dorados, los retiramos y reservamos.
  3. En el mismo aceite, colocamos los trozos de pollo bien distribuidos por toda la superficie. Es importante no moverlos durante los primeros minutos para que se sellen bien y adquieran un bonito color dorado. Dejamos que se doren durante 3-4 minutos por cada lado.
  4. Una vez dorado el pollo por todos lados, añadimos los ajos laminados y dejamos que se cocinen un par de minutos más.
  5. Rociamos con el zumo de limón y vertemos el vino blanco o jerez. Dejamos que el alcohol se evapore durante un par de minutos.
  6. Incorporamos la ramita de tomillo o laurel y, si lo deseamos, una guindilla para darle un toque picante.
  7. Cubrimos la cazuela y dejamos que el pollo se cocine a fuego medio durante unos 20-25 minutos, hasta que esté completamente tierno.
  8. Si queremos espesar un poco la salsa, podemos añadir una cucharada de harina diluida en un poco de agua fría, removiendo bien para que no se formen grumos. Cocinamos durante un par de minutos más para que la salsa adquiera la consistencia deseada.
  9. Finalmente, espolvoreamos con perejil fresco picado y servimos inmediatamente.

Consejos de chef para un resultado perfecto

Para conseguir un pollo al ajillo digno de los mejores restaurantes, ten en cuenta estos consejos:

  • Elige un buen pollo: Preferiblemente de corral o campero, ya que su carne tiene más sabor. Si no es posible, un pollo de calidad del supermercado también funcionará bien.
  • Corte adecuado: Pide en tu carnicería que te corten el pollo en trozos medianos y parejos para que la cocción sea uniforme. Los contramuslos deshuesados son una excelente opción porque quedan más jugosos que la pechuga.
  • Temperatura del aceite: Debe estar caliente pero no humeante cuando añadas el pollo. Así conseguirás un buen sellado exterior manteniendo la jugosidad interior.
  • No escatimes en ajo: Es el protagonista indiscutible de este plato. No tengas miedo de usar una cabeza entera, ya que al confitarse en el aceite pierde su intensidad y adquiere un sabor dulzón delicioso.
  • El vino marca la diferencia: Un buen vino blanco seco o jerez aportará profundidad y complejidad a la salsa. Evita los vinos dulces o demasiado afrutados.
  • Paciencia con la cocción: Cocinar el pollo a fuego lento después del sellado inicial garantiza una carne tierna y jugosa.

El acompañamiento perfecto

El pollo al ajillo es un plato tan versátil que admite múltiples acompañamientos. La opción más tradicional son unas buenas patatas fritas, que resultan perfectas para mojar en la sabrosa salsa. También puedes optar por un arroz blanco, que absorberá todos los sabores, o una ensalada fresca que aporte contraste y ligereza.

Pero si hay algo imprescindible para acompañar este plato es un buen pan. Como dice el refrán popular, este plato es «de toma pan y moja», así que asegúrate de tener a mano una buena barra de pan crujiente para no desperdiciar ni una gota de esa deliciosa salsa.

Más allá de la receta tradicional

Aunque la receta clásica es insuperable, existen algunas variaciones que pueden resultar interesantes:

  • Pollo al ajillo con champiñones: Añade 200 gramos de champiñones laminados junto con los ajos para darle un toque terroso y más cuerpo a la salsa.
  • Versión picante: Incorpora una o dos guindillas durante la cocción para darle un toque de calor.
  • Con hierbas aromáticas: Además del tomillo, puedes experimentar con romero, orégano o salvia para crear diferentes perfiles aromáticos.
  • Pollo al ajillo meloso: Añade un poco más de caldo y un puñado de arroz para conseguir un plato completo en un solo recipiente.

El pollo al ajillo es mucho más que una simple receta; es parte de nuestro patrimonio gastronómico. En un mundo donde las tendencias culinarias cambian constantemente, este plato permanece como un recordatorio de que la buena cocina no necesita complicaciones, solo buenos ingredientes y el cariño con el que preparamos los platos para nuestros seres queridos.

Así que la próxima vez que no sepas qué cocinar, recuerda este clásico de nuestra gastronomía. Prepara un buen pollo al ajillo, reúne a la familia alrededor de la mesa y disfruta de uno de los placeres más sencillos y gratificantes de la vida: compartir buena comida con buena compañía. Y no te preocupes por el aliento a ajo; como decían nuestras abuelas, «cuando todos comen ajo, nadie huele mal».

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