Nec plus ultra: La Virginia (Marbella)

Rutas de ensueño y restaurantes singulares: La Virginia, una historia de buen gusto y excelencias culinarias en la cuna del glamour, Marbella

«No son los lugares, sino su corazón que uno habita» ( (John Milton, «El Paraíso perdido», 1667)

El vocablo «paraíso» (del persa «paerdís») evoca en latitudes occidentales un evanescente vergel cercado, de eterna primavera alimentada por el soplo divino, repleto de animales pacíficos y frutos sabrosos. Abundantemente citado en los diversos credos universales, simbolizó en el Génesis bíblico un fabuloso reino de insularidad ideal, ombligo del mundo flotando en las esferas celestes donde sólo moran bienaventurados, justos y elegidos.

Ese anhelado edén de mullida quietud existe, prendido a plena luz en la mágica montaña marbellí, a dos pasos del bullicioso Corte Inglés local y de la cosmopolita efervescencia urbana. Se trata de la casi confidencial y luminosa Virginia, metáfora terrenal de la fraternal utopía primigenia, confeccionada a medida para aquellos que buscan una filosofía vital original, una conexión emocional con su hogar y una invitación cotidiana al ensueño. Esa discretísima comunidad residencial de 64 casas ofrece a sus privilegiados miembros un oasis personal de inigualado esplendor y al goloso trotamundos, el disfrute de dos excepcionales establecimientos de ambiente único.

Penetrar en ese resplandeciente enclavo-jardín es captar un sueño impresionista, vivir una experiencia casi mística entre inauditos efectos ópticos, tapias encaladas iluminadas por fogatas de anaranjadas buganvillas, casas abarrotadas por balancines de plumbagos cerúleos, lánguidas glicinas, cascadas de rosas y anacaradas estrellas de oloroso jazmín.

Sus creadores, (D. Juan Manuel Figueras y D. Edward Munson) y sucesores parecen unos vocacionales arquitectos-paisajistas en pos de un fruto de luz estético, el jardín adánico, aquí traducido en delicada acuarela clausurada por frágiles fronteras florales. Como resultado surgió ese recinto intimista de envolvente belleza cromática y opulencias vegetales, donde sentidos, sensibilidades y miradas, por fin serenados, devienen a su turno jardín, destellos de verdor, datura, orquídea, hibiscus o ninfea.

Esa urbanización, de unos cuarenta años de antigüedad, necesitó siete de construcción y hasta la fecha, el protector cuidado de sus pacientes promotores para conservar intacta su impactante y sublime belleza. Consta de sesenta y cuatro viviendas, todas distintas, habilitadas al gusto de sus propietarios y confeccionadas lenta y literalmente al pedido de sus compradores.

Callecitas angostas, adorables plazuelas de agradecida umbría, detalles decorativos sorprendentes (¡únicas, esas bocas de alcantarillas cuajadas de escogidas piedrecitas de color, obra de una vecina artista!), masas arboladas, diminuta iglesia, fuente octogonal forrada de musgo y vaporoso helecho acuático, todo, absolutamente todo está milimétrica y perfectamente estudiado, seleccionado y repartido, «al cordeau» que dirían los franceses, para gozar de una bucólica filosofía vital dentro de un idílico orden vegetal barrido por un pot-pourri aromático donde, acostado el sol, dominan los embriagadores efluvios del galán de noche. Resulta puro privilegio y poesía observar, desde los escalones floridos de la iglesia-joya, los plateados caminos de la luna cuajados de miríadas de estrellas en el infinito del firmamento marbellí.

La toponimia de las casas y calles «virginianas» refleja con tierno humor la identidad de sus inquilinos. Pasen y vean: así el Paseo del Banquero (lo hubo), el Callejón de los Gatos (por fortuna siguen ahí), la rue du Corsaire (literal, y desaparecido en combate), las casas «Guapa» (seguro), «Cateta» (revisión local del nombre de Edith Cates Reuber), del Rinconcito (muy gráfico) y la Plaza de Antonio el Jardinero (también existió).

Nuestro agradecimiento a nuestra amiga la famosa periodista marbellí Bárbara de Cárcer, flamante y efectiva Presidente del Rotary Club de Marbella (http://www.rotarymarbella.com/), por posibilitarnos el conocimiento de ese singular lugar, así como el contacto con los dueños actuales de ambos restaurantes de la urbanización: La Tienda y La Virginia, cuyas entrevistas se publicarán a continuación.

 

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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