En la página 16 de la edición de anteayer de Diario de Noticias acabo de ver la instantánea (y tengo para mí que el rostro del sujeto en cuestión expresa un sentimiento que cabe situar a medio camino entre la incredulidad y el pasmo) y de leer la noticia (que nadie reputará gacetilla, por la sencilla razón de que no llega a ocupar el espacio que acostumbra a abarcar un suelto sin firma al uso, sino, como mucho, prolijo pie de foto) y no salgo de mi asombro.
Eduardo Tagua (un dardo en el agua), ex preso de la trena de Albolote (Granada), que ha pasado en el trullo casi medio siglo de su vida, duerme (es un decir, porque Eduardo muerde al sueño) a escasos metros de la citada prisión, desde que el lunes pasado fuera puesto en libertad tras cumplir su postrera condena, suplicando ser reingresado en la misma, “su casa”.
A veces, la realidad supera a la ficción (o casi), como en el caso de Brooks, un personaje secundario de la película “Cadena perpetua” (1994, basada en un relato de Stephen King, con guión y dirección de Frank Darabont y cuyo reparto encabezan los estupendos actores Tim Robbins y Morgan Freeman) que interpreta el doble rol de bibliotecario del presidio y de tierno cuidador de un pájaro negro (lamento no tener los conocimientos de un ornitólogo, para poder suministrarle a usted, amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector de estos renglones torcidos, más información y más precisa en torno al ave –¿de mal agüero?-), quien, tras recobrar la libertad, no se halla ni se hace a su nuevo estado y termina sus días suicidándose por ahorcamiento en el desangelado cubículo de una fría pensión.
Ciertamente, lamentable la mentada fantasía, y duros, muy duros, los trazos gruesos de la realidad.
Ángel Sáez García
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