El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La experiencia no es una garantía

LA EXPERIENCIA NO ES UNA GARANTÍA

DE QUE EL ORCO NO VUELVA A REPETIRSE

“Se ha dicho muchas veces que no hay nada más inútil que la experiencia. Tan triste verdad se corrobora cuando somos víctimas de una pasión avasalladora. En la vida del enamorado, los prudentes consejos del viejo suenan como la voz atiplada de un eunuco que disertara sobre las excelencias del celibato”.

   Santiago Ramón y Cajal, en “Charlas de café” (1920).

Dilecto José Javier (reparo en que solo te llamo así, con tu doble nombre de pila, cuando trenzo literatura, porque, en la vida normal, siempre te llamamos en casa con tu hipocorístico, “Javi”):

Aunque, como (supongo —si marro, te lo narro, aunque sea inútil—) sabes, desde que falleció la mamá (y fue incinerada —me sorprendí al escucharle decir que este era su deseo, devenir cenizas, porque no le oí hablar nunca antes de ello—), los restos de la abuela “Goya”, los del papá, los tuyos y las cenizas de nuestra progenitora están juntos, dentro del que fue tu nicho, no he olvidado el color blanco de su lápida primigenia ni el Cristo áureo que obraba en su cuadrante superior derecho.

Aunque no he terminado de releer (me faltan una docena de cantos) el Purgatorio (ergo, no he empezado a pasar mi vista por el Paraíso) de la “(Divina) Comedia”, de Dante Alighieri, te urdo (ignoro qué sabes y qué desconoces y si el alma vive tras morir el cuerpo) que no te he identificado con ninguna de las almas o sombras del Infierno dantesco, ni tampoco con ninguna del inconcluso Purgatorio.

Han pasado casi 41 años del accidente de coche que tuvimos, causa de tu muerte, pero no he olvidado muchos de los hechos que ocurrieron durante las últimas horas de la Nochebuena y las primeras de la Navidad del 78, ni detalles que quedaron grabados a fuego en mi memoria: que uno de los zapatos granates que estrené aquella noche y que perdí dentro del canal y apareció junto a tu cadáver quiere decir algo, pero todavía no he conseguido saber a ciencia cierta qué; que te insistiera en la sede de la peña “La Teba” en irnos a casa un montón de veces y tú las rechazaras todas, excepto la última, ¿tiene que ver con que nuestro destino está prefijado?; que yo me apeara voluntariamente del coche, porque íbamos seis, pero algún brazo propició que acabara en su interior de nuevo, da qué pensar y, tal vez, a insistir e iterar la pregunta anterior; que llegara al hospital la falsa nueva de que te habían hallado vivo, pero yo tuviera la certeza (y así lo referí) de que habías muerto, como aseguré, por intuición, sin tener un indicio o motivo que lo justificara o sostuviera;…

Con 16 años, tumbado, decúbito supino, en una cama del antiguo (hoy, residencia de ancianos) Hospital Nuestra Señora de Gracia, aprendí algunas lecciones. Destacaré tres: que la literatura, que suele salvar a los damnificados por un accidente de una muerte prematura segura, también puede salvar a los muertos de un óbito definitivo (que acaece cuando nadie, ningún vivo, recuerda a los finados); que la experiencia no es una garantía de que el orco no vuelva a repetirse; que por el averno o erebo, de cuando en vez o de vez en cuando, suelen aparecer (¿por evidente despiste?) ángeles custodios.

Te recuerda casi a diario tu hermano,

   Ángel Sáez García

   [email protected]

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído