El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Una reacción tiene toda acción (III)

UNA REACCIÓN TIENE TODA ACCIÓN (III) 

   Me dispongo a coronar la tercera y última parte de la tarea que me había autoimpuesto, rematar mi comentario sobre el filme “Horizontes de grandeza”, película que, aunque he visto/oído en numerosas ocasiones, en cada nueva oportunidad he hallado algo que, por la razón que fuera, me había pasado inadvertido en las anteriores o no había reparado antes en ninguna de las precedentes.

   Tras sonsacarle a Ramón que Jim había montado y domado a Trueno, Pat le comenta a Julia: “Si estaba dispuesto a montarlo, ¿por qué no lo hizo cuando el hecho tenía un valor?”. La respuesta de Julia, amén de distintiva, pertinente y relevante, es irrefutable: “Lo hizo cuando el hecho tenía un valor para él”. Dichas pregunta y respuesta, de haber seguido vivo, le hubieran servido a José Ortega y Gasset para comple(men)tar o enriquecer la explicación proverbial que dio sobre su teoría del perspectivismo; y que la gente recuerda desde que el filósofo enseñara o exhibiera una manzana que portaba en la palma de su diestra al público que concurrió a una de sus conferencias. Todas las personas asistentes a la misma a las que les funcionaba bien la vista (reconozco que ignoro si acudió alguna que fuera invidente), testigos directos del hecho, vieron una parte de la manzana. Nadie vio la manzana entera. Bueno, pues eso mismo viene a ocurrir, regularmente, poco más o menos, con la (posesión de la) verdad.

   Nada más ver que Buck abofetea a Julia, Jim le lanza un puñetazo a Buck, rodando, a renglón seguido, quiero decir, a imagen, plano o secuencia seguida, ambos por el suelo. Al lograr desembarazarse de los brazos de Jim, Buck saca su revólver, pero no lo consigue disparar. Quien sí hace tal cosa, disparar, de manera intimidatoria, el suyo es Rufus, que le reprende a su hijo así, según el guion (traducido al español, claro):

   Rufus: No asesinarás a un hombre inerme en mi presencia.

   Buck: Entonces, dale un revólver; dale a ese dandi un arma y que se defienda a tiros, como un hombre (extraña y asilvestrada manera de pensar, sin duda, pero hay que ponerse en situación y no olvidar que estamos en el salvaje oeste).

   Jim: Estoy dispuesto a lo que sea (la irreflexión, por lo visto, se contagia; pues, hasta quien da lecciones de sensatez, Jim, cae en la misma trampa que los demás, de manera imprudente).

   Buck: Ya le oyes, padre; dale un revólver.

   Rufus: Ven aquí (a su hijo le tutea); vengan los dos (cuando usa el plural vosea).

   Los diálogos que siguen, previos al duelo y propios de él, son inolvidables:

   Rufus: ¿Por qué lleva esas pistolas (a Jim)? ¿Es que tira bien?

   Jim: No he disparado una pistola desde hace diez años.

   Buck: De acuerdo. Dale una de las suyas, padre; y déjate de charlas.

   Rufus: ¡Calla! (a Buck) Yo arreglaré esto. Tú eres único para enfrentarte con mujeres u hombres indefensos… Te gusta pelear a tu estilo, pero no sé si tendrás valor para hacerlo como los caballeros. En cuanto a usted (a Jim), ya veremos.

   Buck: ¡Estás loco, padre! ¿Pelear yo con armas de un solo tiro?

   Rufus: También yo me he visto sin nada más que una sola bala entre la vida y la muerte. ¿Es que no te gustaría tener una pelea limpia y legal y, por una vez, quedarte quieto, mirando el cañón del arma, cuando la rapidez en el disparo no te sirve?

   Buck: ¿Por qué he de hacerlo?

   Rufus: Porque lo digo yo. Anda, dame el revólver. Y, por primera vez en tu vida, trata de ser el hombre que yo quería que fueses (¡qué manera más sutil de descargarse o quitarse responsabilidades en el asunto! Si su hijo es como es, ¿ninguna culpa tiene quien debió educarlo, o sea, dirigirlo por el camino correcto y, cuando se desviara, corregirlo, y, para muestra vale con presentar un solo botón, no lo hizo?)… ¿Están cargadas (a Jim)?

   Jim: A falta de pistones. Llevan así bastante tiempo y la pólvora puede estar pasada. Yo las cargaré, si quiere.

   Rufus: Enseñe a su abuela a freír huevos. Yo he manejado armas como estas, de chispa y pistón, antes de venir usted al mundo. Síganme, caballeros… Despejad el campo (a los asistentes, testigos del duelo). He olvidado la serie de formalidades que regían en esto y solo diré: “listos”, “apunten” y “fuego”. Monten las armas al “listos”, pero hay algo que sí recuerdo bien; si un adversario no espera a mi señal para hacer fuego, es mi deber matarlo a tiros como a un perro; y lo cumpliré. Esta vez las cosas se harán legalmente. ¿Entendido?… Espalda contra espalda. Y (dirigiéndose a Buck) mantén el dedo fuera del gatillo. Dejad sitio ahí (al público). A mi voz contarán diez pasos, se vuelven al oír “listos” y luego hacen fuego cuando yo lo diga… “Listos”, apunten (y Buck dispara sin que Rufus haya aireado “fuego”, hiriendo de refilón en el pómulo a Jim). Te lo había advertido (a Buck), sucio granuja.

   Jim: Es igual. Ahora, mi turno.

   Rufus: ¡Adelante (a Jim)! ¡Fuego (Jim demora el tiro y Buck, dando muestras de lo que es, un cobarde redomado, se arrebuja en el suelo, llorando, escondiéndose debajo de un carro, junto a una de sus ruedas)! Vamos, tire (y Jim dispara al suelo).

   Se baja Rufus, entre hiperdecepcionado y superindignado, del carro en el que, subido, había supervisado el desigual duelo y, llegando donde está su hijo, arrodillado, le escupe. Buck aprovecha para quitarle a uno de los presentes el revólver con intención de disparar a Jim, pero Rufus se le adelanta, le dispara y lo hiere de muerte. El padre se acerca y le dice a su hijo, moribundo: “Te lo dije. Te dije que lo haría; te lo dije, pero no me creíste. Te lo advertí, te lo advertí”. Y Buck muere sin terminar de decir “padre”.

   Tras este primer duelo, acaece el segundo, el de Rufus y el Mayor, en el que los dos, usando sus rifles, también perecen. Y, como todo lo que empieza termina,… finis coronat opus.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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