El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

A Santaolalla llevo en mi equipaje

A SANTAOLALLA LLEVO EN MI EQUIPAJE

No sé si al atento y desocupado lector de estos renglones torcidos, ora sea o se sienta ella, ora sea o se sienta él, le sucedió, poco más o menos, cuanto le acaeció a servidor, que salió de su hogar, de la casa familiar, a temprana edad, con vistas a dedicarse en el futuro, además de a llevar a cabo las tareas propias de un cura o sacerdote, a cuidar de las personas enfermas, si no con los mismos cariño y empeño que puso en dicho menester el santo que nació en Bucchianico di Chieti (Italia), san Camilo de Lelis, dados los ejemplares denuedo y proceder del “Gigante”, con unos parecidos o similares a los del fundador de la Orden a la que pertenecían los padres, formadores o educadores, que regentaban entonces el seminario menor, al que acudí esperanzado e ilusionado, sito en la localidad riojana de Navarrete.

Bajo la techumbre y entre las paredes de aquel edificio inolvidable (y, asimismo, del anejo, la “casa blanca”, destinada al ámbito recreativo), hoy hotel, uno, voluntaria o involuntariamente, a fin de llenar el vasto vacío afectivo de manera efectiva, halló sucedáneos de sus deudos, progenitores, hermanos y abuelos, y amigos, entre los profesores y otros colegas, internos también allí.

Pronto hice buenas migas con varios de mis émulos. Paulatinamente, me di cuenta o reparé en otras maneras de nombrar, hacer o decir, extrañas para mí, pero tan válidas como las que yo solía utilizar, que vinieron a enriquecer mi acervo y bagaje cultural.

Hoy, por ejemplo, viernes 5 de noviembre de 2021, aquí, en este texto, me propongo recordar, porque, de seguir estando vivo, hubiera celebrado su 59 cumpleaños, a uno de mis mejores amigos durante los tres años que disfruté del edén (que ubico, sin posibilidad para la objeción, allí), José Luis Álvarez, a quien conocíamos por su segundo apellido, Santaolalla, y a quien cabe catalogar como un mar de bondad; así que a nadie le debería de extrañar que quien firma estas líneas abajo descomponga ahora dicho apellido y lo acomode para que equivalga a lo que antaño significó para mí, una santa ola allá.

De las maneras o modos propios, exclusivos, de proceder de Santaolalla recuerdo varios, pero, si debo quedarme con uno, necesariamente he de mencionar uno de los que me contagió y, en su honor y prez, comprobando que los lazos de aquella amistad siguen intactos, esto es, siendo irrompibles (pues, aunque parezca mentira, la parca no logró quebrar), remedando el rito de su comportamiento, como homenaje (casi diario, ya que es rara la jornada en la que no como o consumo una manzana), itero. En lugar de comerme la manzana a mordiscos, cuando, por las razones que sean, la pelo, lo hago como lo hacía él. Antes de ver cómo mondaba Santaolalla la susodicha fruta, yo la pelaba de arriba abajo, desde el pedúnculo o rabo. Él, en cambio, la partía por la mitad y cada mitad en dos cuartos. Y procedía a pelarla de esta guisa, como el rayo, sin dar tiempo a que la manzana pudiera llegar a oxidarse.

¡Qué modo de pelar una manzana tenía Santaolalla! ¿Qué homenaje cabe hacer al que llevo en mi equipaje, cuando porto en mis sienes tanta cana?

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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