BESÉ A MI MUSA OTRORA COMO AHORA
AUNQUE SUS LABIOS SIGAN SIENDO UN SUEÑO
El día que vi entrar a María Antonia
Por la puerta del aula no lo olvido.
Quien se haya enamorado me ha entendido
Y ha brindado con un Viña Tondonia.
Cual danzante giróvago de Konya,
Vueltas sin cuento he dado a mi elegido
Momento de más dicha, el preferido,
Alfombrado con flores de begonia.
Absorto, yo a mi musa contemplaba
Y mi felicidad era perfecta.
Me vi formando parte de una secta:
A la que me ignoraba yo adoraba.
La diosa, que era esquiva, me encantaba.
¡Cuánto besé de impar forma, indirecta!
Ángel Sáez García