Palpito Digital

José Muñoz Clares

De casta le viene a Trump

El abuelo de Trump era alemán y no sólo se saltó la I Guerra Mundial a base de desertar prematuramente sino que en los emergentes EEUU se ganó la vida honradamente primero como buscador de oro y luego, de forma menos lucida, como regente de una de las casas de putas más rentables en 500 millas a la redonda. De ahí se pasó a la construcción aprovechando que su país de origen le negó el regreso por desertor, y finalmente tuvo un hijo y luego un nieto que lleva el oro en el pelo y lo de las putas en la sangre, porque de su madre escocesa no creo que haya heredado la inclinación.
Así que la genética manda y más en un país como EEUU en que los inmigrantes latinos han empezado a ahorrar pensando en el mes de enero, cuando por fin el payaso tome las riendas del país que se supone que es el más poderoso del mundo. Puede que los yanquis se merezcan tener como presidente a una piltrafa descerebrada pero parece claro que el resto del mundo no nos lo merecemos del todo salvo los votantes de Podemos, que esos sí se merecen a Trump, a Rita Maestre y al ahora ruinoso Monedero. Y ya está empezando a dar sus frutos la dialéctica racista e islamófoba que desplegó durante la campaña. Las agresiones “de odio”, nuevo eufemismo para referirse a las agresiones racistas, se han multiplicado al paso de una policía mayoritariamente blanca que ha confundido el inocuo tiro al blanco con el desfachatado tiro al negro, mientras los jurados populares han confundido el juicio justo con un apoyo expreso a los excesos patrióticos de los policías blancos. Y es que la vida con Trump cada vez es más una cuestión de blanco y negro.
El fenómeno viene de atrás como de muy atrás vino la ascensión de Hitler al poder y las primeras pruebas de que el asunto iba en serio: la creación de Dachau, el campo de concentración en que se acabarían inspirando todos los demás campos, el encarcelamiento de izquierdistas y el odio canalizado hacia los judíos que desencadenó una huida masiva hacia lugares seguros, entre los que se encontraban los EEUU donde un Trump adolescente los estaba esperando. Incapaz de cargar nuevamente contra los judíos por miedo a cargarse la economía del país, va a ir directo a por hispanos, islámicos y negros. De hecho, el número de asociaciones y grupos identificados con los delitos de odio – como si cualquier delito no lo fuera – creció en los EEUU un 56% durante el mandato de Obama, ese que ganó prometiendo que acabaría con la ignominia de Guantánamo y ahora se va dejando Guantánamo como el primer Dachau, al que seguirán otros muchos en los que encerrar a todo aquel sin papeles al que no se pueda deportar. Y de nuevo la cosa viene de lejos: los EEUU construyeron su grandeza a base de esclavitud cuando los países europeos, igualmente esclavistas, habían abandonado tan lucrativa costumbre. También se apoyaron en el genocidio de los nativos americanos cuando Europa había casi terminado con la costumbre equivalente, sólo renovada por algunos tardíos colonialistas como Bélgica en el Congo y los ingleses en India. Y de la segregación racial ni hablamos. Ostentan los EEUU el récord mundial de personas encarceladas – 2.300.000 – de los que el 52% son negros cuando los negros apenas suponen el 12% de la población, de modo que el muro de Trump lo va a tener que construir alrededor de Washington para aislar a la población blanca de la población morena de cualquier matiz. O, al menos, para defenderse él del pueblo agradecido a poco que lo vayan conociendo.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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