Por lo visto en Cataluña no hay mucha afición al ajedrez, al menos en Convergencia – ya, ya sé que ahora han cambiado de marca -, que no supo ver con claridad lo que nunca hubiera hecho Unió: firmar un pacto que por una parte le permitía seguir en el gobierno mientras por otra la ataba a la CUP mucho más de lo que anticiparon en su delirio. Necesitaban tantos votos, tantos le prestó pero ni uno más, que por eso mismo y para demostrar quién mandaba en el cotarro se cobró la CUP limpiamente la primera pieza: la mismísima cabeza de Mas, al que echaron al basurero de la historia con todos los deshonores anejos a los honorables despojados de su honorabilidad. Y van dos seguidos, el muy deshonrado Pujol y el guapito y deshonrado Mas, responsable principal de la asociación con la CUP para tapar las muchas vergüenzas que tenía acumuladas a costa del 3%. Y ese es, fundamentalmente, el origen remoto del lío en que se han metido estos insensatos. Una huida hacia delante con jugadas forzadas hasta llegar a donde estamos.
Al ligarse a la CUP Convergencia se metió, ella sola, en una espiral de jugadas forzadas de la que no ha salido ni se espera que salga si no es a costa de perder cualquier rédito electoral, porque cuando pase el jorn del merde y no haya república catalana se van a dar bruces con la cruda realidad que hoy no quieren ver: que no habrá un Estado de Derecho post España que no sea el Ordenamiento Jurídico español, que los inhabilitados seguirán en su inhabilitación, que los 5 millones y pico de euros que han de pagar por la patochada del 9N o los pagan o se meten en una especie de muerte civil a efectos económicos, que no va a haber jueces adictos que juzguen sus desmanes y que, por tanto, la secuela de la intentona va a descabezar la política catalana, que tendrá que reinventarse prescindiendo de los más obcecados, loados sean los dioses todos.
Cortar la cabeza a quien tiene una mala cabeza probablemente lo mejora, por más que ya para nada le sirva ni a él ni a los demás. Pero cortar cabezas simbólicas, arrinconar definitivamente a los descerebrados de la CUP, hundir a Convergencia en la vergüenza y en la insignificancia, aunque sea a costa de dar paso libre a una ERC que quedará tan descabezada como sus socios conservadores… suena a música celestial, pero ese es el horizonte cercano, el que se adivina para el día 2 de octubre, cuando los catalanes que no han hablado puedan acudir a una urnas constituidas como mandan los cánones y expresar de una vez lo que quieren. Y lo que quieren no es el desorden al que los conduce la CUP ni la corrupción infinita de la que proceden los neo Demócratas Catalanes, antigua Convergencia.
Así que demos a la CUP por muerta por más que su espíritu atormentado pueda aún dar coletazos que la propia sociedad catalana se encargará de neutralizar. O eso o se euskaldunizan, lo que me parece harto improbable dado el seny. Convergencia conocerá sus horas más bajas y va a llevar mucho tiempo que Cataluña olvide lo que le ha hecho. Y sólo queda ERC, cuyo papel en todo esto ha sido una especie de medio camino entre la nadadora y guardadora de ropa Colau y la mera decencia política, esa que nunca han conseguido alcanzar. Y eso la gente lo sabe y ya piensan a quién se puede votar que no haya de hundirlos más aún en la frustración y el cansancio.
Afirmo, en conclusión, que el «pos» de este vendaval va a ser una depresión colectiva, un preguntarse eternamente cómo se han dejado meter en este lío y una obligación de rectificar cuanto se ha hecho mal, y la próxima vez que les dé por inependizarse harán primero las cuentas y estudiarán bien la ley, porque otra metedura de pata como esta a corto plazo y Cataluña no va a saber dónde esconderse hasta que al mundo se le olvide el ridículo que ha hecho dejándose llevar por los zarrapastrosos de la CUP.