Abascal, el convidado a la gresca entre el felón y la heredera del rata, no parece ni delirante como Zapatero ni malvado como el can, así que tómeselo con calma, camarada, no entre a los trapos si no es para negar -en el sanchismo mentir sale gratis y da caché-, y deje que la aspirante a la Presidencia del Gobierno se encargue de poner sobre la mesa las diferencias insalvables que separan a una comunista de manual pasada por un cursillo de abuelita pija y a un truhán buscavidas que nunca se las vio más felices que cuando le dijeron los socialistas -últimos responsables de la catastrófica gestión desplegada- vente y sálvanos de los del sí, y ven subido a la burra del no es no. Unas cosas llevaron a otras y acabó presentando el «sí es sí» como la perla de su mandato: a los golpistas catalanes los indultó y a los violadores, agresores y abusadores sexuales los indultó sin querer, como la inepta que parió la ley que respaldó toda la camada infecta, Yoli incluida. Que sea ella misma la que despedace el cadáver de sánchez y lo reparta entre las casi veinte etiquetas que aglutina bajo una compota de siglas; la mayor parte de los partidos frankenstein actuales caben en unos cuantos taxis y dos o tres microbuses. El bipartidismo no se hace a base de minúsculas piezas de un puzzle imposible con piezas de acá y de allá.
Hay que echarle valor para meterse en un plató de la neotelevisión franquista, la de «el alma se serena, despedida y cierre», con la moderación en contra y bajo el síndrome Tezanos que preside el hundimiento de este régimen nauseabundo. Intentará la pareja que caiga en la trampa de querer representar a todo el espectro conservador español -menos lobosa- ante la muy oportuna ausencia de Feijóo, que ya dio cuenta del perro en el debate a dos, cuando a base de flema consiguió sacarlo de quicio y abocarlo a que evidenciara, sin desgaste del interlocutor, todos los tics autoritarios que lo caracterizan. Lo dejó hablar -ese sí que cayó como un panoli- con el resultado de que en su propio partido lo dieron por perdedor y las elecciones por perdidas. Ese día Tezanos no pudo hacer nada por arrimar el ascua a la sardina del amo.
Si el camarada Abascal, con toda su barba y sus impasibles ademanes, entra a los trapos que le echen al alimón el uno y la otra, saldrá tan malparado como Cuca Gamarra salió de entre los dientes de Espinosa de los Monteros en asuntos económicos. El programa de Vox carece de aseo que lo haga presentable y resulta difícilmente defendible ante un auditorio sensato, olvídese de explicárnoslo o llame al de Cuarto Milenio y a sus asesores para que nos traduzcan su discurso. Es trumpismo puro en versión salvaje y cañí, y ya saben la de imputaciones gravísimas que acumula el pelopaja yanqui, del que mi hija la vikinga, a la que le tengo dicho que de sus viajes me traiga lo más cutre que encuentre, me ha traído un muñequito de Trump de kiosco para turistas. Pensé utilizarlo como diana de mis tiros al blanco pero no lo haré, que me lo trajo de Nueva York, y porque el juguetito mueve la cabeza gracias a un muelle de modo que el interrogador puede hacer que la figura diga sí o no según se le de el golpe que la activa. No es que hable mucho con este fulano pero es hoy día el único que me da la razón en todo.
Si el camarada Abascal se limita a negar -hace más un burro negando que Aristóteles probando- y consigue que el felón y la Yoli se enzarcen en sus discusiones ideológicas, ganará el debate por goleada con un resultado inquietante: Yoli le quita votos al perro y a ambos se los quita el PP, que extiende el latrocinio a Vox. ¿Cuál es la mejor táctica? El dilema lo hizo el diablo pero parece prudente propiciar que se destruyan entre ellos y que la gente tome conciencia del disparate que supone alentar una coalición dirigida por un trilero incapaz de decir una verdad y por una comunista que quiere entrar a saco en las propiedades de la ciudadanía, subir los impuestos hasta un nivel confiscatorio y seguir alentando las okupaciones, es decir, quiere hacer todo aquello que a la gente común le hace entrar en pánico.
Tómese algo que lo mantenga tranquilo y jovial. Fúmese alguna especialidad desengrasante de neuronas, siembre discordia y cizaña, haga que se despellejen entre ellos y disfrute. Son así de tontos, aprovéchelo.